DEMOGRAFÍA ZOMBI
Andreu Domingo
DEMOGRAFÍA ZOMBI
RESILENTES Y REDUNDANTES
EN LA UTOPÍA NEOLIBERAL
DEL SIGLO XXI
Este libro ha sido impreso en papel 100% Amigo de los bosques, proveniente de bosques sostenibles y con un proceso de producción de TCF (Total Chlorine Free), para colaborar en una gestión de los bosques respetuosa con el medio ambiente y económicamente sostenible.
Diseño de la cubierta: Icaria
© Andreu Domingo
© De esta edición
Icaria editorial, s. a.
Bailèn, 5 - 5 planta
08010 Barcelona
www.icariaeditorial.com
Primera edición: octubre de 2018
ISBN: 978-84-9888-962-8
Fotocomposición: Text Gràfic
[…] our age is nothing but implacable and methodical attempt to overcome the division dividing the people, to eliminate radically the people that is excluded.
Giorgio Agamben
Homo Sacer. Sovereign, Power and Bear Life, 1998:179
Una sociedad gobernada por la histeria de la supervivencia, es una sociedad de zombies, que no son capaces de vivir ni de morir.
Byung-Chul Han
Topología de la violencia, 2016: 38-39
Índice general
Prefacio: sombríos oráculos
I. La evolución de la población como Riesgo Global
La sociedad del riesgo: de la prevención a la resiliencia
Demografía como simiente distópica
Sobre la resiliencia
La posverdad en la sociedad del riesgo
II. El desequilibrio equilibrado: población y mercado
Población, mercado y subjetivación
De población excedente a población redundante
Lecciones de una crisis: la destrucción creativa
El sumidero del sistema
III. El género zombi como demodistopía
El genero zombi como nuevo paradigma
Del vudú al Apocalipsis
Muertos vivientes multimedia en el nuevo milenio
IV. Biopolítica del mundo zombi
Estado, economía y ciencia
Los zombis como redundantes
Los supervivientes como resilientes
V. Cartografía del infierno zombi
Espacios de redundancia
Espacios de resiliencia
Centros penitenciarios y arquitectura panóptica
Espacios de liderazgo
Vi. Demografía postapocalíptica
Género y edad: reordenando la sociedad
La superdiversidad: etnocultural, de orientación sexual y la discapacitación
La doble cara de las migraciones
VII. El asalto neoliberal al imaginario social
Ideología e imaginario social
Distopía: despertar y reencantamiento
Tanatopolítica y redundancia
Agradecimientos
Prefacio: sombríos oráculos
En 2008 se publicó la obra Descenso literario a los infiernos demográficos. Distopía y población.1 En ella se analizaban las novelas que pudiéndose considerar distópicas, es decir en la que se imaginaba el peor de los mundos posibles en un horizonte más o menos lejano, donde la demografía aparecía como la causa principal de la catástrofe. Cuando el texto fue finalizado, la crisis económica aún no había asomado sus orejas. Y en las conclusiones se constataba el declive de las distopías literarias que veían en la evolución de la población una amenaza, y se reemplazaban por otras preocupaciones, entre las que descollaban el cambio climático o el control de la tecnología, especialmente la biotecnología y la genética.
Así pues, las bautizadas «demodistopías» parecían cosa del pasado, el modo de explicar la emergencia tras la Segunda Guerra Mundial de unas obras de ciencia ficción, dedicadas a alertar sobre los peligros de la explosión demográfica, animadas por científicos como Paul Ehrlich y su Population Bomb, publicada en 1968.2 Su continuación durante el resto del siglo xx, y las secuelas cinematográficas de las novelas más vendidas, que tuvieron un repunte con la crisis de los años setenta, constituían una buena guía de los cambios demográficos, desde la caída de la fecundidad al envejecimiento de la población que ha caracterizado lo que ha venido a llamarse «Segunda transición demográfica», y justo en el inicio del tercer milenio, la aceleración de las migraciones a nivel internacional que han acompañado la globalización.
En el apartado «demograficción», con el que concluía el ensayo, jugaba a adivinar las condiciones de un futuro distópico en materia de población: la renovación de los miedos al crecimiento demográfico, y la involución en la gobernabilidad, en el intento de acabar con el proceso de igualación de los sexos, en limitar el crecimiento de la esperanza de vida, del derecho a la educación y la presión sobre la migración y sobre los inmigrantes, teniendo en cuenta que los jóvenes iban a ser progresivamente más escasos en algunas regiones, lo mismo que las mujeres lo resultarían para otras, debido al descenso generalizado de la fecundidad y a la selección de los sexos antes del nacimiento, respectivamente. Lo que entonces llamé la «utopía neoliberal». He de confesar con todo, que esa transformación me parecía tan torva como poco probable. ¿Íbamos a echar por la borda esas conquistas democráticas, certificadas por la transición demográfica? ¿Volvería a asustarnos el fantasma demográfico?
Con la llegada del nuevo milenio, en el año 2000, la población mundial alcanzó los 6.000 millones de habitantes, en 2011, se rebasaron los 7.000 millones, estimando que alrededor de los años ochenta de este siglo se estabilizaría en el límite de los 10.000 millones. Al hacerse eco de esa progresión, y debido al incremento de la incertidumbre que ha traído la crisis económica a nivel planetario, empezaron a oírse voces cada vez más inquietantes. Ya no se proyectaba solo la creación literaria, lo que empezaba a ser preocupante era que, con demasiada frecuencia, esos sombríos oráculos se pronunciaban abiertamente desde el mundo de la política y del de la ciencia. Así, en enero de 2012, el informe de riesgos globales presentado en el Fórum Económico Mundial de Davos, al exponer las tendencias más alarmantes (y según ellos más probables) que podían afectar el futuro, bajo el epígrafe de «Semillas de distopía», incluía la evolución demográfica como una de ellas, tanto en el volumen y crecimiento de la población, como en la estructura por edad y la dinámica para diferentes regiones mundiales. El año siguiente, en enero de 2013, el ministro japonés Taro Aso, apelando al patriotismo, pedía en la televisión a la población anciana de su país que se apresurara a morir para, de este modo, aliviar la creciente carga sobre las pensiones y el gasto sanitario. El mismo mes, el naturalista David Attenborough, famoso por su aparición en documentales sobre la naturaleza, hacía unas impactantes declaraciones advirtiendo que «los humanos somos una plaga sobre la Tierra», e instando a controlar el crecimiento de la población mundial, siguiendo la tesis difundida apenas dos años antes,3 posición por otra parte nada novedosa desde un ecologismo empeñado en ser el último bastión del maltusianismo. Tan solo unos meses más tarde, la fao sacaba a la luz un informe sobre el consumo de insectos exhibido por los medios de comunicación como una propuesta para combatir el hambre y atenuar así la presión que el crecimiento de la población ejerce sobre los recursos disponibles.4 Antes de acabar el año, la literatura reflejaba una vez más ese clima, y se publicaba Inferno, novela del escritor Dan Brown, una demodistopía en toda regla, donde se tomaba partido por la masiva esterilización de la humanidad, cuya versión cinematográfica fue estrenada en el año 2016 bajo la dirección de Ron Howard y con la actuación estelar de Tom Hanks. A partir de 2014, las distopías volvieron con más fuerza, alentadas por los sombríos parajes que anunciaba la crisis económica, y el desmoronamiento de estructuras e ilusiones que la acompañaban. En enero de 2015, coincidiendo con los atentados en Francia contra el semanario satírico Charlie Hebdo, perpetrados en nombre del fundamentalismo islámico, se promocionaba Soumission, de Michel Houellebecq, que además de inspirarse de la fuente de la distopía de Anthony Burgess 1985,5 donde imaginaba una Gran Bretaña dominada por un sindicalismo inoperante a punto de caer en manos del islamismo, en su apelación a la demografía podía ser considerada una actualización de los argumentos eugenésicos defendidos a principios del siglo xx por el filósofo Bertrand Russell (aunque en este caso era el prejuicio anticatólico y no la islamofobia el que animaba el temor a la substitución étnica)6 ¿Qué estaba ocurriendo?
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