—Es porque está en Budapest, hijo. Pensé que por su nombre en inglés la reconocerías, pero tal vez su nombre en húngaro se te haga familiar: Belvarosi Szent Mihaly Templom.
El joven apenas parpadeó.
—No he tenido la fortuna de visitar Budapest, padre.
—Es una lástima. Deberías visitarme cuando tengas ocasión, hay un altar barroco precioso y ofrecemos unos increíbles conciertos de música clásica. La entrada no es gratis, por supuesto, pero podría conseguirte boletos.
Se dirigió hacia el altar, pero el acólito se interpuso en su camino.
—Padre, eso suena maravilloso... —Se aclaró la garganta, la voz trémula—. Perdón, no quiero importunarlo, pero, como notará, estamos por oficiar una boda y estamos un poco atareados con los preparativos, así que usted no puede... Am... El padre Ross no nos avisó de su llegada y...
—Sé lo que estás pensando y, créeme, estoy tan conmocionado como tú. Vine a visitar al padre Ross para sorprenderlo y el sorprendido he sido yo cuando vi que había llegado a las vísperas de una boda. No imaginas cuál fue mi asombro cuando él me
pidió en persona que dijera algunas palabras para elevar el espíritu de nuestros invitados.
El acólito se veía perplejo.
—¿Él dijo eso? Será mejor que vaya a consultarlo con él, todavía hay cosas que preparar y...
—Él está ocupado revisando los votos y me pidió que cerrara la puerta al salir. No considero sabio de tu parte interrumpirlo, los votos son una parte crucial en una boda. ¡Ni tiempo tuvimos de hablar! No sabes cuánta alegría le dio verme. Anoche estuvo rezando sin cesar a nuestra Reina del Santísimo Rosario y tuvo un sueño en el que un turul se posaba sobre el altar de esta iglesia. Cuando me vio supo qué significaba: era el deseo de la Madre de la Divina Gracia que yo compartiera un mensaje con esta comunidad. ¿Quiénes somos nosotros, humildes pastores, para contrariar sus designios y rechazar su beneplácito?
El chico balbuceó un poco antes de poder responder.
—¿Qué... qué es un turul?
—El animal nacional de Hungría, por supuesto. Ahora
—puso la mano en su hombro—, puedes seguir preparando el altar para el matrimonio mientras yo doy unas cuantas palabras. No me tomará mucho tiempo. El padre Ross me dijo que en cinco minutos estaría aquí.
Pasó saliva y asintió, una gota de sudor bajaba por su frente. Antes de que el chico pudiera decir que el padre no tenía que revisar los votos, bajó del altar y se arrodilló frente a una estatua de la Virgen, luego, ante una de Cristo en la cruz y, finalmente, se dirigió al atril y le dio un beso. Se puso el micrófono de diadema.
—En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
—dijo persignándose, con su voz gruesa y calmada.
Más de doscientos pares de ojos se fijaron en él. Tomados por sorpresa con su presencia, solo una cuarta parte de los invitados replicó:
—Amén.
Se pusieron de pie uno tras otro, la madera de los asientos formó un rumor que se escuchaba por todo el lugar. Inhaló profundo para tranquilizarse. Había una cúpula sobre su cabeza decorada con las imágenes de los doce apóstoles. Las paredes azul pálido estaban habitadas por decenas de frescos de historias bíblicas. El Arcángel Rafael y Tobías, Daniel en el foso de leones y la túnica de José fueron algunas de las que pudo reconocer. El piso estaba cubierto por un tapete rojo vino. En general, la iglesia era ostentosa y debía tener siglos.
Solo había un término que describía su presencia allí: profanación.
Extendió sus brazos para saludarlos.
—La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión con el Espíritu Santo esté con todos ustedes.
Al unísono respondieron:
—Y con tu espíritu.
—Hermanos, les ofrezco un cálido saludo y les doy la bienvenida a la casa del Señor. El padre Ross muy amablemente me ha invitado a que les ofrezca unas palabras. Él ha sido detenido por asuntos urgentes y no ha podido presentarme por sí mismo. Mi nombre es Gabór Kárpáthy y soy el sacerdote de la Iglesia
St. Michael en Budapest.
Pequeños murmullos recorrieron todo el recinto.
—Mis hermanos y hermanas en Cristo, vamos a abrir nuestros corazones al Señor para que Él pueda hablar y nosotros, escucharlo a través de su palabra. Pueden sentarse.
Con las manos temblando ligeramente abrió la Biblia; un bloque de letras cubría las páginas, ninguna palabra definida con claridad. Entrecerró los ojos para enfocar su vista, pero lo máximo que lograba era distinguir los títulos de los libros y los capítulos. Se tanteó los bolsillos debajo de la túnica.
Santa mierda, ¡¿dónde diablos estaban sus gafas?!
Estrujó su cerebro intentando recordar algunos pasajes de la Biblia, nada vino. ¿Cómo era posible si la había leído cientos de veces? Tal vez si no llevara treinta y seis horas despierto habría más posibilidades que su cerebro colaborara.
Miró al acólito con una sonrisa, mientras pasaba páginas sin sentido. Podría decirle que leyera por él, pero tenía que hacerlo por sí mismo. De eso se trataba todo.
—Como nos dicen las escrituras en el Sal... Salmo treinta y... cinco, versículo... doce.
No podía titubear. El padre Kárpáthy jamás haría eso.
Tragó saliva y recitó lo primero que se le vino a la mente.
—Dios les ayude, viven con fe. Clemencia te piden, amor quieren ver. Mira mi pueblo, confían en ti, los marginados ruegan vivir.
Eran unas líneas de la película de Disney del jorobado de Notre Dame.
Su público se veía confuso; murmullos viajaban por todo el lugar. Pasó otras páginas y apuntó un pasaje al azar con el dedo.
—También nos dice Proverbios... 15:14... Duerme, bebé, duerme, ahora que la noche ha terminado y el sol entra como un dios a nuestra habitación; perfecta luz y promesas.
Los murmullos se intensificaron. En ese momento deseó tener miopía y no hipermetropía, porque podía ver con claridad los rostros de los invitados, parecía que habían visto el traje nuevo del emperador. Se miraban unos a los otros. Mordió su labio para contener una risa. El novio de la boda se puso de pie y se dirigió al acólito unos segundos; luego se retiró de la iglesia, el celular en mano.
«Oh, oh, problemas. ¿Será que está llamando a la policía?».
Cerró la biblia de un manotazo.
—La Biblia. —La levantó a la vista de todos—. Además de ser una herramienta de adoctrinamiento masiva, esta maravilla es una extraordinaria obra literaria. Ha sido la inspiración
de millones de escritores a través de los siglos. El matrimonio es un tópico relevante en el Antiguo Testamento y la palabra de Dios nos habla de multitud de relaciones. Tenemos ahí poliamor, incesto, triángulos amorosos, celos, infidelidades, todo lo que puedan imaginar.
Mientras hablaba, caminaba a través de la tarima, todos lo escuchaban en silencio, atentos. No recordaba la última vez que había hablado en público, ¿había sido en la universidad? Era curioso cómo en una clase tenía que ganarse la atención de la audiencia y en la Iglesia la atención se daba por sentado. Se sintió embriagado por ese silencio, por las miradas. Podría decir cualquier cosa y ellos escucharían...
No debía salirse de personaje.
—Debido a que estamos a punto de oficiar un matrimonio, se me vienen a la mente muchas historias. Promesas de Dios que fueron cumplidas a las parejas que en Él esperan. Pero algo que me impresiona en especial es la forma en que se elegía pareja. A veces solo hacía falta ver a esa mujer. Amor instantáneo o atracción fatal, como lo quieran llamar. Y solo pedías que te la trajeran, como si se tratara de mercancía.
Voces de sorpresa y miradas de indignación. Cerró los ojos.
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