Erica Burman e Ian Parker son dos académicos mundialmente reconocidos y agentes clave en la psicología crítica. Al margen de sus trayectorias académicas particulares, como se dará a conocer en esta entrevista, los autores han articulado sus intereses políticos y teóricos para fundar la Discourse Unit en 1991. Desde entonces, como codirectores del centro colaborativo transinstitucional, han organizado múltiples actividades académicas, textos y supervisiones, que soportan una amplia variedad de proyectos de investigación en las áreas cualitativa y cuantitativa para el desarrollo de la práctica y la teoría radical. Su trabajo ha sido relevante para investigadores y activistas de seis continentes que han tenido la posibilidad de trabajar con ellos.
La siguiente entrevista fue realizada el 10 de julio de 2017, justo después del seminario Discourse Unit, que reunió casi cien academias de más de treinta países, con el fin de discutir y crear colaboración en áreas como el discurso, la investigación, el lenguaje, la subjetividad y la práctica. El tema central de la entrevista es el proceso de entrenamiento en psicología.
Daniel Goulard (D. G.): Ambos tienen trayectorias diferentes, por lo tanto, sería muy interesante empezar la entrevista hablando de cómo y por qué han escogido formarse como psicólogos. ¿Nos podrían hablar de su proceso de formación? ¿Cómo eran ustedes cuando eran estudiantes?
Ian Parker (I. P.): Para mí fue una completa casualidad. Empecé mi primera carrera en Botánica y Zoología en la universidad. Empecé esta carrera únicamente porque me estaba yendo muy mal en el bachillerato y había un nuevo profesor de Biología que introdujo el tema de botánica. Posteriormente hice los exámenes para bachillerato técnico y fui a la universidad después de haber trabajado algunos años. ¡Me fue muy mal en los exámenes que realicé en la universidad!
D. G.: Por eso su título incluye Botánica…
I. P.: Como me fue muy mal en esos exámenes, tuve que escoger una tercera asignatura. Escogí Psicología, de la cual nunca había escuchado antes y no sabía nada. Pensé que era divertida y quería saber cómo funcionaba.
D. G.: ¿Por qué le pareció divertida?
I. P.: Porque se hacían experimentos con personas y los experimentos eran completamente estúpidos e irrelevantes para su vida. Sin embargo, cuando empecé el curso de Psicología supe que ésta tenía una influencia y un poder en la vida de las personas al diagnosticarlas y determinar la trayectoria de su vida. Quería saber cómo funcionaba eso. Decidí entonces estudiar la carrera. Luego me inscribí en otra universidad y fue así como comencé a estudiar Psicología, en 1978. ¡Fue una completa casualidad!
D. G.: Estas ideas pueden relacionarse con su trayectoria marxista del momento. Recuerdo que una vez nos contó una historia muy graciosa de un colega que le dijo que era un error formarse como psicólogo, que uno no se debería involucrar en una disciplina tan burguesa (risas).
I. P.: (Risas). Es cierto, pero me dijeron eso después de haberles comentado que estaba interesado en estudiar psicología. Hubo entonces una contradicción entre el marxismo y la psicología. Tuve que encontrar luego el modo de hacer la relación. Una manera de hacer la relación era entender cómo la psicología operaba como una ideología. Era mucho más difícil hacer la conexión entre las teorías marxistas y las teorías psicológicas. Solo pude hacer esas conexiones diez años después.
Erica Burman (E. B.): Mi trayectoria educativa fue más bien distinta. Todo fue en realidad sobre género y clases sociales. Yo era una niña con un rendimiento alto en un colegio femenino y allí se daba por sentado que yo iría a la universidad. En ese momento, el Gobierno apoyaba a los jóvenes para ingresar a la educación superior.
I. P.: Es muy, muy importante, porque había becas disponibles para ir a la universidad. Sin beca no hubiera podido ir a la universidad.
E. B.: Estas becas pagaban la matrícula y otorgaban además un subsidio. Se suponía que, si eras lo suficientemente inteligente, irías a la universidad. Yo no estaba segura sobre qué hacer. Psicología era un campo nuevo; no era una carrera universitaria. Era un área nueva en las universidades, y nueva en ser pensada.
I. P.: Es cierto, nunca tuvimos Psicología en el colegio. Nunca habíamos oído hablar de ella.
E. B.: Entonces, la psicología era muy nueva en el colegio. Pensé muchas cosas. Psicología combinaría en cierta manera con todo y el título por el que opté fue Psicología del Desarrollo con Estudios Cognitivos. Me gradué en 1981.
I. P.: ¿Entonces vio la psicología como una forma de entender el mundo?
E. B.: La vi como una mezcla de todos los temas filosóficos y conceptuales que pensé que, obviamente, eran importantes. Era un título colectivo, muy particular. La Universidad de Sussex, en ese momento, tenía diferentes tipos de psicología y psicología del desarrollo estaba principalmente centrada en estudios culturales, en la escuela de estudios culturales y comunitarios. Las ciencias sociales estaban articuladas con estudios cognitivos. Fue un momento particular en la psicología angloamericana porque la psicología del desarrollo y los modelos de procesamiento de la información, que dieron lugar a la inteligencia artificial, estaban unidos. Se estaba entrelazando la idea de usar el modelo computacional para perfeccionar las teorías que se tenían sobre el pensamiento humano y los trabajos en modelos humanos de desarrollo. Fue antes de la división de la inteligencia artificial en modelamiento humano y computacional y de los sistemas expertos, que se abandonó la noción de tener una relación con cualquier idea de cómo piensan las personas y solo se trató de hacer el trabajo lo más eficientemente posible. Esa fue la manera como yo llegué a la psicología.
D. G.: Y el tipo de psicología que usted encontró, Ian, ¿fue aquella de la que nos burlábamos por ser estúpida y por todos los experimentos sociales?
I. P.: ¡Oh, no! No era la psicología social en específico, era toda la psicología.
E. B.: Hubo un momento breve en el que estuve bastante comprometida con la psicología de enfoque científico.
D. G.: Entonces, ¿era un asunto serio para usted?
E. B.: Lo bueno era que había cursado asignaturas obligatorias en pensamiento filosófico y filosofía de la mente. De hecho, pienso que esta fue la parte más útil de mi carrera. Me enseñaron teóricos muy conocidos, como Margaret Boden, que estaba muy involucrada con la inteligencia artificial de una manera en la que yo ya no estoy. Me sorprendí de lo estúpidos que pueden ser los computadores. Entonces, me desilusioné progresivamente de la psicología mientras terminaba la carrera y empezaba a pensar acerca de qué haría. Luego salí del colegio directamente a la universidad. Solo Sussex tenía este título colectivo y especializado en diferentes tipos de psicología, algo que ya no tiene. Posteriormente no sabía qué hacer y, por accidente, obtuve un puesto doctoral.
D. G.: Hay algo interesante. Usted empezó con psicología porque era divertida o porque combinaba aspectos que usted consideraba importantes, pero ambos se decepcionaron rápidamente con la disciplina y, sin embargo, continuaron estudiándola. ¿Por qué?
I. P.: Quizás un asunto en común entre nuestras experiencias es que Erica tuvo otra perspectiva teórica y filosófica en su carrera, como la filosofía de la mente; yo me encontré con el trabajo de Rom Harré y la aproximación del acto de habla. Entonces, en ambos casos, encontramos una manera de alejarnos de la psicología, para conceptualizar en los problemas que le subyacen y buscar otras alternativas.
D. G.: ¿Y usted tuvo contacto con estos autores durante su formación en psicología?
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