1 ...8 9 10 12 13 14 ...25 S. M.: Estudiábamos los dos abordajes de personalidad con una profesora muy competente, cuyo ejercicio interesante fue que movilizó el análisis para el lado de la epistemología, pero tomábamos como base la personalidad.
J. O.: Profesor, ya que nombra a esa profesora, ¿recuerda en su experiencia de formación a algún profesor en particular que lo haya marcado, formado?
S. M.: Sí, claro, a varios. La profesora María Fernanda, de Historia de la Psicología; Valder Martins, de Introducción a la Filosofía; Neitis Solito, con quien vi la primera asignatura de Teorías de la Personalidad. La segunda la vi con Silvia Lein, que también se encargó de enseñar Psicología Social. Recuerdo mucho que ellos marcaron la diferencia. En el primer año tuve un curso excelente de Psicología General. Una parte del curso la dio el director de la Facultad de Psicología, que se llamaba Enzo Azi, un médico y casi un filósofo. Hoy todavía tengo su curso y los apuntes de su materia. Algunas veces vuelvo a él porque era, sin duda, un erudito. Yo fui alumno de una de las fundadoras de la psicología en Brasil, una profesora polaca –la doctora Aniela Guizberg–, quien se fue a vivir a Brasil en 1933 o 1934 para escapar del nazismo. Ella fue alumna de Kurt Lewin, de Fritz Heider, de varios fundadores de la psicología, y terminó su grado en 1920 o 1921. También fue alumna de Eysenk, de Clotferg, de Rorschach. Ella me impactó mucho, aunque no tanto porque sus asignaturas eran clínicas y yo no tenía mucha tendencia a estudiar clínica. Pero yo me sentaba en el piso a escucharla. Ella hablaba muy bajito, pues tenía setenta años. Al fondo del salón de clase nadie la escuchaba, entonces unos compañeros y yo nos sentábamos al lado de su mesa y la escuchábamos. Ella fue excelente para mí, pues si bien trabajó mucho las cuestiones de la clínica y esto no me interesaba tanto –pues yo ya me había interesado en la psicología social y organizacional– su asignatura fue muy buena para mi formación. Estudié con ella a Rorschach por dos años.
J. O.: Y de todos esos profesores, ¿recuerda uno en especial que haya sido su maestro, uno que lo haya marcado más que otro?
S. M.: Bueno, uno que me marcó fue Enzo Azi. Él era psiquiatra y filósofo. Sus ideas me marcaron mucho porque él era muy organizado para hablar. Por ejemplo, en su materia Psicología General, yo estudié un clásico de la psicología francesa, Daniel Lagache. Leí el texto La unidad de la psicología . 9
J. O.: ¿Por qué lo marcó, que tenía Enzo Azi de particular?
S. M.: Su discurso, él era muy erudito, conocía a todos los autores, articulaba bien sus ideas y era un individuo abierto, no dogmático. En aquel tiempo estaban los skinnerianos y los antiskinnerianos. Él no pertenecía a ninguno de los grupos, entonces esa fue su ventaja, a eso debió su profundidad y esa fue mi inspiración.
J. O.: ¿Su profundidad fue lo que lo atrajo a usted?
S. M.: Sí, sin duda su profundidad y su erudición. Él era casi un filósofo, un hombre con palabra propia; pensaba por sí mismo. Aquí voy a hacer una corta digresión, pues ese contacto con él me hace recordar el primer texto que escribí en mi vida, un pequeño escrito de cuatro páginas que fue publicado en un pequeño periódico de la escuela. Yo tenía nueve años. Eso hace una diferencia, pues usted llega a la escuela con una motivación, para estudiar algo que le genera curiosidad, para leer, y yo ya había leído muchos clásicos de la literatura universal. Estudié cuatro años de latín, desde los once años de edad tenía clases de latín, y leí en latín las fábulas de Esopo y también a Cicerón. ¡Imagínese un individuo de catorce años que lee las Catilinarias , de Cicerón, un texto político! Recuerdo haber discutido en clase de latín sobre autores como Ovidio. Era una locura dar Ovidio, Virgilio, los poetas latinos, Cicerón, a un individuo de trece o catorce años, pero eso era lo que pasaba en la época de mi formación.
J. O.: ¿Qué efecto tuvo eso sobre usted?
S. M.: Me abrió la mente para la filosofía, para la reflexión más profunda, para la estética, pues la poesía era estética y yo leía poesía y autores en portugués, como Vieira, un autor que me impactó mucho. Vieira fue un portugués que vivió en Brasil como misionero y escribió sermones. Leer a Vieira era como leer a San Agustín, a Santo Tomás. Entonces es una historia singular, Johnny, porque viene de esa raíz. En ese entonces no existían cursos de posgrado, era una cosa muy difícil. Yo empecé a trabajar en una empresa de aluminio cuando estaba en el tercer año de Facultad. Mi jefe era uno de los psicólogos del trabajo famosos en Brasil y él me pidió que hiciera una investigación para él. Yo la hice. Fue así, poco a poco, como me fui interesando en la escuela y después, gracias a ese jefe, en la vida académica –de reflexión profunda– y en la investigación. Eso me llevó luego a considerar la docencia. Yo hice la validación de tres test para él, test que él creó, y ahí emprendí un buceo en la estadística. Tenía que ir a la biblioteca de la universidad. En aquel tiempo no había nada de redes, nada, poco a poco yo fui articulando la investigación. Otro empleo que tuve inmediatamente después de que concluí la Facultad, el curso de grado, fue en un grupo que era todo de Brasil, pero cuyo origen era una consultora española, Installation Engineering Efficiency. El grupo estaba constituido por gente muy bien formada que pensaba muy alto. Ahí me fui estimulando. En 1972 empezó el curso de posgrado en la PUC en Psicología Social y yo cursé un año de posgrado, de maestría en la Universidad de São Paulo (USP) y en la Pontificia Universidad Católica (PUC), porque no sabía a dónde ir. Para mí fue insoportable una asignatura en la USP que estudiaba el comportamiento verbal a partir del análisis conductual, bajo el modelo estímulo-respuesta. Después de eso abandoné todo en la USP y me quedé en la PUC, donde finalmente hice la maestría.
J. O.: Su maestría fue en Psicología Social, específicamente.
S. M: Sí, en Psicología Social, porque no existía una maestría en Psicología del Trabajo. Pero mi directora de tesis, Sylvia Lane –que había sido mi maestra en Psicología Social y en Psicología de la Personalidad– me ayudó mucho. Y ahí fue. Yo tuve profesores en la maestría muy buenos, Karl Cheib, que estuvo en Brasil en el año 73. Yo estudié con él Psicología Social Avanzada, fue un curso profundo; después lo reemplazó un norteamericano, Eduard Connaly, que había trabajado con Bandura. También fue excelente. De ahí en adelante la cosa fue como una bola de nieve…
J. O.: ¿Cómo llegó usted a la Universidad de São Pablo? ¿Cómo terminó finalmente allí? ¿O usted empezó en la docencia como profesor de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo?
S. M.: Yo empecé como profesor. Recibí el grado de psicólogo en 1969. En 1967 fue mi primer grado de bachillerato en Psicología, pero en Brasil era obligatorio hacer otro curso para ser psicólogo. Yo lo hice y terminé en 1969. En esa época yo trabajaba en la Olivetti, luego llegué a la empresa de consultoría española, Installation Engineering Efficiency. Yo estaba trabajando allí cuando, en 1973, cuatro años después de ser psicólogo, empecé a dictar clase en la PUC. Al año siguiente hubo una selección oficial para la Getulio Vargas y yo fui admitido, entonces me quedé trabajando en la PUC y en la Getulio Vargas desde 1973.
J. O.: ¿Hasta hoy?
S. M.: No hasta hoy, me jubilé hace más de diez años. Trabajé en las dos universidades y me postulé a una beca del British Council para ir a Inglaterra. De 1980 a 1985 estuve haciendo el doctorado en la Universidad de Lancaster. Luego, cuando volví de Inglaterra, un profesor de Psicología del Trabajo de la USP se jubiló y se necesitaba otro. La demanda era grande y me llamaron para reemplazarlo por un periodo de un semestre. Pero allá me quedé.
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