Otro ejemplo en relación a las fuerzas intrapersonales lo constituyen los niños con problemas de rendimiento escolar. Estos estudiantes, que por su historia de fracaso académico tienen mucha ansiedad en lo que se refiere a temas escolares, generan una actitud de evitación y rechazo frente a cualquier actividad de lápiz y papel u otra que aparezca levemente escolarizada, actitud a la que otros miembros del grupo pueden sumarse. En tanto que un niño en cuya identidad el conocimiento y lo que sabe es muy central, puede generar en el grupo una dinámica competitiva orientada a conocer quién sabe más.
Tener una actitud que visibilice y valore estas características, permite la utilización de estas fuerzas intrapersonales para los objetivos terapéuticos individuales y grupales.
Fuerzas grupales
Cualquier relación con un grupo se asemeja mucho a la relación que se tuvo en la primera experiencia grupal que, en general, es la familia y desde allí se configura la relación que se establece con el grupo. En otras palabras, se refiere a la transferencia que las personas tienden a realizar de sus primeras experiencias en el grupo primario que es la familia y que están registradas a nivel no consciente. Esta definición de las fuerzas grupales aparece dentro de la tradición psicoanalítica y a decir de López-Yarto (1997), en los grupos se re-viven antiguas y profundas experiencias infantiles. Sería como una matriz que fuerza a reproducir los conflictos individuales. Estos conflictos se pueden relacionar con represión de sentimientos, rivalidades no resueltas y conflictos con la dependencia.
Las relaciones con los padres como figuras que son fuente de afecto y de autoridad y la relación con los hermanos, tienen su impacto en cómo los niños se relacionan en el grupo con los terapeutas y con los compañeros. Así, por ejemplo, un niño sobreprotegido y dependiente va a estar constantemente demandando atención y guía de parte de los terapeutas, con lo que será poco autónomo y ocupará mucho del espacio y el tiempo de éstos, si no se realizan intervenciones terapéuticas orientadas a revertir esta situación. Otro ejemplo lo constituyen los hijos únicos, los que presentan habitualmente más dificultad para hacer alianza y asociarse con otros niños para hacer las tareas de grupo, compartir materiales, juguetes y dulces.
A modo de síntesis, a continuación se entrega el siguiente cuadro de la propuesta de Knowles y Knowles (1972) acerca de las fuerzas que mueven los grupos:
PSICOTERAPIA DE GRUPO
Speier (1977) identifica tres procesos en la psicoterapia grupal, que si bien no son separables, son posibles de distinguir:
1. Procesos propios de la psicoterapia en general:
Se refieren fundamentalmente a la disminución de la ansiedad, la catarsis, la solución de problemas de personalidad, fortalecimiento y desarrollo del yo.
2. Procesos propios de la interacción en el grupo:
Es posible observar una desinhibición más rápida, un clima emocional más intenso, una mayor rapidez en la resolución de la culpa, en la disminución de la ansiedad, en el encuentro de soluciones positivas y en el cambio a través de la percepción de un problema desde distintos puntos de vista.
3. Procesos basados específicamente en la vivencia y participación grupal:
Existen tres procesos que surgen particularmente en la interrelación grupal:
• La vivencia común: el sentimiento de compartir problemas aliviándose más rápidamente por la vivencia de generalidad.
• El proceso de socialización y maduración de la personalidad a través de la interacción: se realiza en su medio natural, ampliándose la relación en la interacción con el terapeuta y en la relación con los miembros del grupo. Se produce un desarrollo de los rasgos positivos que llevan al equilibrio, permitiendo una buena convivencia.
• El proceso de diferenciación e individuación a través de la interrelación grupal: los rasgos positivos dentro de la relación social se integran en un desarrollo más completo de la personalidad.
Por su parte, Kaplan y Sadock (1996) plantean que las terapias grupales, según la forma en que enfrentan el proceso terapéutico, podrían clasificarse en tres tipos:
• Terapia grupal centrada en el paciente.
• Terapia grupal centrada en el líder o terapeuta.
• Terapia grupal centrada en el grupo.
En las terapias centradas en el paciente y en el terapeuta, el individuo es la unidad básica del grupo y el cambio terapéutico se relaciona con el insight que la persona va haciendo respecto de su dinámica intra e interpersonal.
En las terapias centradas en el grupo, la unidad básica es el rol que la persona juega consigo misma y con el grupo. El cambio terapéutico se produce una vez que el sujeto comprende que los roles sociales están gobernados por fuerzas inconscientes primitivas, que determinan la conducta individual tanto como la grupal.
El trabajo de grupo permite elaborar los conflictos internos que dificultan funcionar en el nivel de capacidad de cada persona, como plantea Alonso (1995).
Los grupos son como un laboratorio para comprender que las relaciones y confrontaciones nutricias y cuidadosas por parte de otros, alimentan en lugar de obstruir el proceso de individuación y el logro de las propias metas.
El concepto central de una terapia grupal se fundamenta en que en el grupo los integrantes tienen la oportunidad de ver los efectos que su conducta genera en los otros. La tarea del coordinador del grupo es que las personas se enfrenten de manera no defensiva con lo que se les dice, y así puedan tener un conocimiento más profundo de ellos mismos y de cuáles son las reacciones de los otros ante ellos. Otro objetivo de esta modalidad terapéutica es que los participantes logren una comprensión de cómo funcionan los grupos en general.
A través de la terapia de grupo se intenta integrar las emociones y las cogniciones. Los niños viven experiencias emocionales en el grupo a partir de las cuales hacen una reflexión, aprenden a reconocer sus emociones, a tratarlas y orientarlas de un modo adecuado y a hacer un juicio sobre ellas. Como plantea Solomon (2007): “vivimos en y mediante nuestras emociones” (p. 26). Este autor señala que es importante hablar acerca de lo que hacemos con las emociones y no simplemente de lo que las provocan, porque a través de las emociones los niños intentan manejar su realidad. Cuando un niño llora busca comprensión, cuando se enoja busca asustar a los otros. El autor plantea que los seres humanos dotados de lenguaje y reflexivos, no sólo tenemos emociones sino que tenemos juicios sobre ellas. Las aprobamos o las desaprobamos. Estamos orgullosos o avergonzados de ellas.
Esto que sostiene Solomon sucede también en los niños y ellos intentan, a veces con estrategias poco exitosas, mandar sus miedos o controlar sus rabias. En este proceso reflexivo de aprendizaje, el grupo los ayuda a expresar sus emociones en el momento apropiado, con la persona apropiada y en la intensidad apropiada.
En el grupo trabajamos para que el niño no haga lo que no tiene que hacer, no para que no sienta lo que él siente. El niño aprende a regular su capacidad de autoexposición, aprende a leer el contexto en el cual se autoexpone. El ambiente lúdico ayuda a los niños en la autoexposición.
Klykylo, Kay y Rube (1998), plantean que la terapia de grupo partió de un modelo analítico y ha ido evolucionando hacia el desarrollo de actividades terapéuticas focalizadas en las conductas comunicativas de un grupo particular.
Las terapias grupales dan una oportunidad para que los niños exploren, descubran, aprendan y se comuniquen entre sí en un ambiente terapéutico seguro y estimulante; también permiten entregar estrategias para el desarrollo de habilidades interpersonales que le facilitarán la convivencia social. Como sostienen White y Epston (1993): “las personas dan sentido a sus vidas y estos relatos modelan sus propias vidas y relaciones” (p. 30). Para estos autores, un resultado aceptable de un proceso terapéutico sería generar relatos alternativos, que les brinden posibilidades más deseables en su desarrollo.
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