Gráfico 1: Estabilidad de la suficiencia del consumo relativo entre 1997 y 2007
Fuente: elaboración propia a partir de datos provistos por Ronald Lee y Mauricio Holz, ambos medidos en unidades del mismo poder de compra, por medio del Índice de Precios al Consumidor (IPC).
El Gráfico 1 presenta datos para los años 1997 y 2007, ambos medidos en pesos de 2007 por medio de la inflación del IPC. Estos datos permiten adicionar la perspectiva de suficiencia personal de las pensiones, aportando datos longitudinales, que permiten recoger el impacto sobre los salarios y empleo del crecimiento de la producción de esos 10 años.
El Gráfico 1 revela que la tercera edad no estaba empobrecida en 1997, respecto a los trabajadores activos y jóvenes. Más importante, revela que la tercera edad lideró el fuerte aumento real en el consumo de todos los grupos de edad, ocurrido entre 1997 y 2007. Este aumento fue inducido, en parte, por el inicio de un nuevo “superciclo” en el precio internacional del cobre, a partir de 2004. En efecto, en 2007 el consumo de la tercera edad se había despegado aún más del consumo de los trabajadores activos y jóvenes. El dato concreto es que entre 1997 y 2007 el consumo real promedio del grupo de edad 26 a 54 subió en 37%, mientras que el consumo real promedio de las personas de 65 y más años subió en 55%.
Ronald Lee (2014) informa que las horas de trabajo del grupo de edad de 53 a 67 años aumentaron entre 1997 y 2007. Considerando los datos del Gráfico 1, no es plausible explicar este comportamiento por algún “empobrecimiento” de este grupo de edad. En efecto, el consumo real del grupo de 55 a 64 años aumentó en 62% según los mismos datos. Una explicación alternativa es que el salario real promedio subió casi 20% entre 1997 y 2007 (subió 19,8%: ver www.ine.cl). Este fuerte incremento puede haber atraído a una parte de los trabajadores entre 55 y 65 a trabajar más horas, por el efecto sustitución. A ese resultado también puede haber contribuido una mejor situación de salud, y que la parte femenina de ese grupo de edad registrara un fuerte aumento en los años de escolaridad entre 1997 y 2007.
Datos de la encuesta CASEN: la tercera edad ha tenido y tiene menor tasa de pobreza que los jóvenes
Hasta aquí, hemos visto resultados que se refieren a promedios de consumo. Se podría imaginar que si la desigualdad es mayor al interior de la tercera edad que al interior de los trabajadores activos y jóvenes, aquellos subgrupos de la tercera edad que están en la parte inferior de la distribución del ingreso podrían ser más numerosos, relativamente, que los subgrupos más pobres de entre los trabajadores activos y jóvenes.
Con el fin de verificar esta posibilidad, se recurre a una encuesta completamente independiente: la de Caracterización Socioeconómica (CASEN). Las encuestas CASEN se realizan cada dos o tres años desde 1987 con el fin de caracterizar a la población de la mitad inferior de la distribución del ingreso. También permite determinar cuál es la fracción de la población cuyo ingreso resulta inferior a cierto estándar llamado “línea de la pobreza”. También mide el número de miembros de la tercera edad en situación de pobreza, permitiendo una mirada diferente de los consumos promedio.
La Tabla 4 revela que la tasa de pobreza de los trabajadores activos ha sido y es al menos 60% superior a la tasa de pobreza para la tercera edad desde hace varias décadas. La tabla es lapidaria: desde el año 1990, la tercera edad chilena ha sido el grupo de menor pobreza. Esta realidad continúa su vigencia hasta el presente. Y en el periodo de rápido crecimiento económico 2010-13, la tercera edad chilena se alejó más de la pobreza que los trabajadores activos.
Tabla 3: Proporción bajo la línea de pobreza, por edad, según encuestas CASEN
(con el fin de homologar, el resultado de 2013 es el de la metodología tradicional)
Fuente: http://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen/casen-documentos.php?c=84y Base de Datos de CASEN 2013. Las cifras para los grupos 0-29 y 30 -59 años de edad se obtienen sumando el número de “no pobres” en el grupo de edad y dividiendo por la suma de la población respectiva.
La menor pobreza en la tercera edad es compatible con pensiones bajas respecto a lo planeado, porque la tercera edad tiene otras fuentes de ingreso, entre las que destacan las siguientes:
• El 82% de los miembros de la tercera edad es dueño de la vivienda que habita, es decir, tiene un ingreso de arriendo implícito que eleva su nivel material de vida.
• Los miembros de la tercera edad reciben las pensiones no contributivas, creadas en 1952 y 1975, cuyo tamaño ha aumentado en el tiempo. En 2008 y 2009, además de perfeccionarse la fórmula de estas pensiones, hubo un generoso incremento en su magnitud legislado en esos años electorales.
• Las pensiones contributivas en el antiguo sistema de reparto eran cero para todos los afiliados hombres del Seguro Social que no completaran 15,4 años de cotización (800 semanas), y eran cero para todas las mujeres que no completaran 10 años de cotización. Cerca de la mitad de los afiliados del Seguro Social no cumplía estos requisitos, por lo cual perdía todos sus aportes, y tampoco accedía al subsidio de pensión mínima porque este requería haber cotizado al menos 10 años. De este modo, al tomar el promedio correcto, que incluye a estas pensiones cero, las pensiones contributivas en el antiguo sistema de reparto eran muy bajas. En cambio, en las pensiones contributivas de capitalización, cada peso cotizado es devuelto al trabajador con intereses (en algunos casos es devuelto en la forma de mayor cobertura del seguro de invalidez y sobrevivencia) cualquiera sea su densidad de cotización, lo que ha elevado las pensiones promedio medidas de modo correcto. Este aumento de pensiones contributivas que ha ocurrido gradualmente, sin perjuicio de ser insuficiente, ayuda a explicar que la tasa de pobreza sea 60% mayor entre los trabajadores activos que en la tercera edad.
Al mismo tiempo, las pensiones contributivas son modestas, porque la frecuencia de cotización ha sido baja y los salarios sobre los cuales se cotiza también son bajos. Algunas causas de la baja frecuencia de cotización son las siguientes fallas del sistema político:
a. ha preservado numerosas exenciones a la obligación de cotizar (boletas de honorarios, ingresos de trabajadores por cuenta propia, ítems “no imponibles” de los ingresos laborales en el sector público y privado),
b. ha evitado fiscalizar la obligación de cotizar por medio de la Dirección del Trabajo,
c. ha evitado apoyar desde la Tesorería General de la República la cobranza de cotizaciones impagas (como hacen otros países),
d. el retraso de 15 años en ajustar las tablas de mortalidad.
También existen otras razones para que las mujeres tengan pensiones contributivas bajas: un retraso de 25 años en ajustar la edad de pensión normal a pesar del aumento en la esperanza de vida, y el menor salario promedio que obtienen, gran parte de lo cual se debe a que priorizan la tarea de formaciónd e los hijos por sobre ofrecer trabajo con disponibilidad total a los empleadores (ese es el tipo de trabajo mejor remunerado).
Conclusiones
Este artículo desmenuza el concepto de solidaridad intergeneracional y muestra en qué casos el Estado puede contribuir a fortalecerla. También identifica las condiciones bajo las cuales la creación o ampliación de un plan de pensiones de reparto contribuye a materializar la solidaridad intergeneracional. Una condición clave es que la actual generación en tercera edad esté empobrecida en relación a los trabajadores activos, y la otra es que el plan de reparto sea no contributivo.
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