Por supuesto, se podría decir mucho más sobre lo que hace que la teología analítica sea verdaderamente analítica . Aunque podríamos expandirlos y ampliarlos (especialmente en direcciones que den menos importancia a la precisión), los puntos P1 a P5 de Rea nos dan una idea inicial de lo que significa decir que la teología es teología analítica. En términos generales, la teología analítica es una teología que está en sintonía y comprometida con los “objetivos y aspiraciones” de la filosofía analítica: compromiso con la verdad dondequiera que se encuentre, claridad de expresión y rigor argumental. Con frecuencia, no dudará en hacer un uso adecuado de las herramientas disponibles de la filosofía analítica, especialmente porque estas ayudan a la precisión conceptual y al rigor argumental.
La teología analítica como tal. Pero si, recurriendo a Smith, lo que hace que la teología analítica sea realmente analítica es el interés por la “precisión conceptual” y el “rigor argumental”, entonces, ¿qué es lo que hace la teología analítica sea teología ? Este libro desarrolla una respuesta a esta pregunta, pero un resumen inicial puede sernos de ayuda.
Recordemos que Smith no solo habla de “precisión conceptual” y de “rigor argumental”, sino también de “erudición técnica” y de la “defensa profunda de una cosmovisión original”. Para el filósofo analítico la “erudición técnica” implicará naturalmente el dominio del campo requerido (metafísica, filosofía del pensamiento, epistemología, etc.), pero también puede requerir ser competentes en otros campos relacionados (biología, para la filosofía de la biología; neurología, para la filosofía del pensamiento, etc.). Para el teólogo analítico dicha erudición requerirá ser competentes en las áreas relevantes del estudio filosófico necesarias para la “precisión conceptual” y el “rigor argumental”. Pero para el teólogo analítico, en tanto que teólogo, debe implicar mucho más que esto. Porque, a menos que la teología analítica sea una mera “teología de salón” (aunque tal teología de salón la hagan personas muy inteligentes), se basará en las Escrituras cristianas, sus aportes vendrán de la gran tradición del desarrollo doctrinal, seguirá la “norma cristológica” y estará culturalmente condicionada. Como teología buscará articular lo que podemos saber de Dios según Dios se nos ha revelado. Como Nicholas Wolterstorff expone a los teólogos:
No seáis filósofos de pacotilla ni falsos teóricos culturales, no seáis sucedáneos de nada. Sed teólogos auténticos. Estad bien fundamentados en la filosofía [...] pero sed teólogos [...] Lo que necesitamos oír de vosotros es cómo se ven las cosas cuando se ven a la luz del Dios trino, ¡sea su nombre alabado! Quien nos creó y nos sustenta, quien nos redime y quien traerá esta frágil y caída, aunque gloriosa, humanidad y universo a su consumación. 30
En consecuencia, la teología analítica es una teología hecha por teólogos que están “bien fundamentados” en filosofía (muchos de ellos tendrán una amplia capacitación y experiencia profesional, y de hecho pueden ser eminencias en su propia área), pero con todo, es teología.
Tal idea de la teología no es, desde luego, de ninguna manera, nueva. Eso que de forma práctica llamamos “teología analítica” se parece bastante en muchos aspectos a las formas profundamente tradicionales de hacer teología. El ejemplo lo podemos ver en la teología de los escolásticos (tanto medievales como posteriores a la Reforma e inicios de la Modernidad). Entonces, en cierto sentido, el renacimiento de la teología analítica puede considerarse como un escolasticismo redivivo. Como dice Richard Swinburne, ciertamente un pionero de la teología analítica, “la teología a gran escala necesita un argumento claro y riguroso”, y es “un gran momento para que la teología vuelva” a los niveles establecidos por Tomás de Aquino, Dun Escoto y otros. 31Pero no solo los “grandes escolásticos” trabajaron así, pues también podemos ver muchas de esas virtudes en teólogos que van desde los Padres de la Iglesia a los pietistas. 32A muchos teólogos de la tradición cristiana les preocupaba tanto la “precisión conceptual” como el “rigor argumental”, así como la “erudición técnica” y la “defensa profunda de una cosmovisión original”.
Tengamos en cuenta lo que John Wesley, evangelista no clasificado como “escolástico” o como “teólogo analítico”, tiene que decir acerca de lo importante que es adquirir las herramientas para obtener la “precisión conceptual” y el “rigor argumental”. “Para conocer las Escrituras (dice) es necesario servirse de la lógica”. 33A pesar del hecho de que esté “ya bastante pasada de moda”, la lógica, sin embargo, no tiene precio, porque nos permite “comprender las cosas con claridad, juzgar con verdad y razonar de manera concluyente”. 34Y como con la lógica igual ocurre con la metafísica. Por eso Wesley le pregunta al clero:
¿Soy un maestro aceptable de las ciencias? ¿He pasado por su puerta, que es la lógica? Si no, lo más seguro es que no vaya mucho más lejos, y tropiece en el umbral. ¿La entiendo para hacer siempre el mejor uso de ella? ¿Para poder utilizarla siempre? ¿Para aplicar cada una de sus reglas, en el momento oportuno, de forma casi tan natural como cuando muevo la mano? ¿La entiendo del todo? [...] ¿Puedo pasar de un modo indirecto a uno directo, de un silogismo hipotético a uno categórico? Bien al contrario, ¿no han sido mi estúpida indolencia y mi pereza quienes me han hecho rápidamente creer lo que los listillos y bonitos señoritos dicen, “que la lógica no sirve para nada”? Al menos sirve para esto (entiéndase como se entienda), para que la gente hable menos; enseñándoles lo que es y lo que no es al respecto, y lo extremadamente difícil que es demostrar algo. ¿Entiendo la metafísica? ¿Si no las profundidades de los eruditos, las sutilezas de Escoto o de Aquino, al menos los primeros rudimentos, los principios generales de esa útil ciencia? 35
Mira además lo que dice Wesley sobre la importancia de la “erudición técnica” en la teología. Insistiendo en la importancia de un conocimiento amplio de las Escrituras cristianas, así como del manejo de los idiomas antiguos importantes, pregunta:
¿Tengo yo, (1) el conocimiento de las Escrituras que debe tener quien se compromete a explicarlas a los demás? [...] ¿Tengo una visión clara y completa de la analogía de la fe que es el rastro que me guía a lo largo de toda ella? ¿Conozco bien las varias partes de las Escrituras, todas las del Antiguo Testamento y las del Nuevo? Al citar algún texto, ¿conozco su contexto y sus paralelos? [...] ¿Conozco globalmente cada libro y el lugar que corresponde a cada una de sus secciones? ¿Tengo la capacidad de captar lo que de manera natural se infiere de cada texto? (2) ¿Entiendo griego y hebreo? Si no es así… ¿acaso no estoy a merced de todos los que entienden o pretenden entender el original? ¿De qué manera puedo refutar sus pretensiones? ¿Entiendo el lenguaje del Antiguo Testamento? ¿En forma crítica? ¿Del todo? ¿Puedo pasar al inglés alguno de los Salmos de David? ¿O incluso el primer capítulo de Génesis? ¿Entiendo el lenguaje del Nuevo Testamento? ¿Lo domino de manera crítica? ¿Lo conozco bastante como para pasar al inglés el primer capítulo de San Lucas? Si no soy capaz, ¿cuántos años pasé en la escuela? ¿Cuántos en la universidad? ¿Qué estuve haciendo todos esos años? 36
Wesley dice cosas semejantes sobre lo indispensable que es conocer la tradición cristiana. Pero el asunto fundamental tiene que quedar claro: hay elementos importantes de lo que ahora llamamos “teología analítica” que están bien enraizados en la amplia tradición teológica cristiana. De hecho, para un evangelista como John Wesley, es simplemente el tipo de teología que debería hacer cualquier ministro cristiano.
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