1 ...6 7 8 10 11 12 ...16 La concepción correcta de todos los aspectos que hacen a la violencia familiar se irá desarrollando con más amplitud a lo largo de los capítulos siguientes.
Causas de la violencia familiar
Dado que es un fenómeno complejo, la violencia familiar no es algo que se explique fácilmente. Desde distintas líneas teóricas se pueden alegar diferentes causas o dar más peso a unas que a otras (biológicas, psiquiátricas, sociales, familiares, etc.). Cada vez existe mayor consenso en utilizar un «modelo ecológico», que nos ayuda a comprender un poco mejor las múltiples variables que intervienen en este fenómeno y también a integrarlas.
El modelo ecológico fue propuesto por un psicólogo estadounidense, Urie Bronfenbrenner.20 Se utilizó originalmente para explicar las diversas causas que confluyen en el maltrato infantil, luego se aplicó a la comprensión de la violencia juvenil, y más recientemente a la violencia en la pareja y otras formas de maltrato.
Aunque en capítulos más adelante se retomará el modelo ecológico, especialmente en relación con el maltrato en la pareja, adelantamos ahora sintéticamente que se trata de una mirada integradora a los distintos contextos de los que participa un ser humano en su desarrollo. Comprende, entonces, una dimensión individual, donde se examinan los factores biológicos y la historia personal, una dimensión relacional, que incluye las relaciones cercanas de un individuo (familia, amigos), una dimensión comunitaria (la escuela, el lugar de trabajo, el barrio, la iglesia) y una dimensión social, que toma en cuenta factores sociales más generales (normas, actitudes, legislación, políticas, etc.). Cada uno de estos ámbitos puede propiciar o desalentar, potenciar o neutralizar, según el caso, la aparición y perpetuación de las conductas violentas en general y en la familia en particular.
Al pensar en la violencia, tenemos que ponderar el «efecto cascada» de la misma. Esto significa que nunca la violencia se detiene en quien la recibe. De alguna forma, se descarga o se reproduce sobre otros. Se va armando así una larga cadena que empieza en los más fuertes y se perpetúa en los más débiles. Esto se puede verificar en cada uno de los niveles si los tomamos por separado, como también «bajando» de un nivel a otro en la cascada. Así, por ejemplo, si tomamos las relaciones en la familia, veremos que la violencia baja desde un adulto hacia un menor, y éste puede descargar la agresión recibida maltratando a las mascotas o a hermanos o compañeros más débiles. Si tomamos las relaciones laborales en su dimensión comunitaria, también es claro quiénes detentan mayor poder y cómo pueden abusar de él. A su vez, los que sufren algún tipo de abuso pueden reproducirlo, en algún momento, sobre otros. Incluso desde el nivel macrosocial se violenta a los individuos y a las familias a través de políticas socioeconómicas injustas y abusivas, que obviamente producen su mayor impacto nocivo sobre los más vulnerables de una sociedad.
En este sentido, también hay que tomar en cuenta el fenómeno de la «naturalización de la violencia», es decir, la aceptación, como natural o normal, de algo que no lo es. Desde el nivel individual y relacional, la persona que ha vivido desde su familia de origen hasta su familia actual dentro de interacciones violentas puede llegar a no registrar las conductas abusivas como algo disfuncional o éticamente incorrecto. La persona incorpora el maltrato a su repertorio de respuestas habituales, tanto en el caso de quien lo ejerce (victimario) como de quien lo de recibe (víctima).
El nivel comunitario también aporta a la naturalización de la violencia al tolerar pautas abusivas en sus múltiples expresiones (violencia en el colegio, violencia en los medios masivos de comunicación, violencia en la iglesia, violencia en el deporte y en el arte, etc.).
En el nivel más amplio —el social—, la tolerancia a la violencia se expresa en asuntos tales como las concepciones distorsionadas sobre qué es un hombre y qué es una mujer, que terminan avalando la violencia masculina, la impunidad de los agresores, la precaria legislación para proteger a las víctimas, las profundas desigualdades sociales debido a políticas perversas, que son una violencia en sí mismas, etc. Todo esto da por resultado que todos, aun los cristianos, seamos cada vez más tolerantes y más pasivos frente al maltrato, en nuestros hogares, en nuestras iglesias, en nuestra sociedad en general.
¿Cómo despertar de este letargo de conciencia y hacer algo al respecto, no admitiendo ninguna forma de violencia, sutil o abierta, en nuestras interrelaciones? Al respecto, en esta obra quisiéramos proponer pautas de prevención aplicables en los distintos ámbitos, en particular en el nivel relacional, tanto individual como comunitario. Al hacerlo, en especial quisiéramos referirnos a la iglesia de Jesucristo, no sólo porque consideramos que Dios tiene mucho que decir sobre este ser humano —creado a su imagen y semejanza, hombre y mujer—, acerca de su interrelación en la pareja y su vida en familia, sea la familia humana o la familia de la fe; sino también porque la familia de la fe tiene mucho para aportar a una familia que experimenta violencia entre sus miembros, sobre todo porque es mucho lo que se puede hacer desde un enfoque preventivo dirigido a los niños, adolescentes, jóvenes y matrimonios.
1Graciela Ferreira, La mujer maltratada, Sudamericana, Buenos Aires, 1989, p. 25.
2Por ejemplo, en la Argentina se han dictado buenas leyes sobre violencia de género y se han logrado avances significativos en este terreno durante los últimos años. Sin embargo, no siempre esto se traduce en correcta implementación en vastos sectores del país o en la asignación de fondos para cubrir la protección que las víctimas de maltrato deben recibir.
3Consulta Regional sobre relaciones de género, violencia hacia la mujer y Misión Integral, Red Miqueas, Agosto 2011, p. 74.
4 Dentro de las cuatro paredes. Infografías. Paz y Esperanza, Comunidad y Cambio. Con el apoyo de Restored. Ending violence against women. ( www.restoredrelationships.org)
5 Organización Panamericana de la Salud, Oficina Regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud, Informe mundial sobre la violencia y la salud, Washington, D.C., 2003, pp. 98-99.
6Jorge E. Maldonado, Crisis, pérdidas y consolación en la familia, Libros Desafío, Michigan, Grand Rapids, Estados Unidos, 2002, p. 17.
7Informe mundial sobre la violencia y la salud, op. cit., p. 5.
8«Víctimas de delitos», Documento de Trabajo preparado por la Secretaría de las Naciones Unidas para el Séptimo Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, Milán, 26 de agosto a 6 de septiembre de 1985 (A/CONF.121/6), traducción española del original en inglés, parágrafo 18, p. 10.
9Mujeres maltratadas. Los mecanismos de la violencia en la pareja. Hirigoyen, Marie-France. Paidos, 2006. Pág. 53
10Unicef Argentina. Comunicación. Ante el abuso sexual infantil, la indiferencia es aceptación. https://www.unicef.org/argentina/spanish/media_13782.htm
11Informe mundial sobre la violencia y la salud, op. cit., p. 5.
12Autores varios, Paidós, Buenos Aires, 1994, pp. 36-39.
13 Emilio Viano, Violencia, victimización y cambio social, Editora Córdoba, Córdoba, 1987, p. 18.
14 Ibid., pp. 34-35.
15 ONU. MUJERES. Hechos y cifras. Acabar con la violencia contra mujeres y niñas. http://www.unwomen.org/es/what-we-do/ending-violence-against-women/facts-and-figures#sthash.yp1bSSVm.dpuf
16 OMS, OPS. Comprender y abordar la violencia contra las mujeres. Hoja informativa, 2013, p. 3. Versión electrónica: http://www.paho.org/hq/index.php?option=com_docman&task=doc_view&Itemid=270&gid=23944&lang=es
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