—Mármoles, te explicas como un libro abierto.
—Al igual que tú, he investigado el atropello y el atraco en el que murieron los hijos de Jaime Poncel. Tienes razón, puede tratarse de una casualidad. Unas investigaciones que desgraciadamente no han concluido con la detención de los responsables, pero sin indicios de una terrible y oscura manipulación. ¿Pero qué me dices de su hijo Alberto?
—Se trata de una investigación policial en curso, por lo tanto, bajo secreto de sumario. Eres mi amigo y tengo absoluta confianza en ti. Independientemente de la confidencialidad a la que estoy sometido, me sinceraré contigo. La investigación sobre lo que tenemos contra este es prácticamente lo que ya conoces.
—¿No has profundizado en las vidas de las jóvenes?
—¿Te refieres a las víctimas? —puntualizó Vicente.
—Sí.
—Estoy en ello de forma extraoficial. Cuidado con lo que te estoy diciendo. Tanto mi superior como el fiscal creen que se trata de un chanchullo del padre y no le dan ninguna credibilidad a las sospechas de su versión.
— Sabe más el diablo por viejo, que por diablo. ¿Tú qué crees?
—Estoy empezando y tengo pocos datos. Pero me da en el olfato que hay algo podrido.
—Sabes que conozco el funcionamiento, el entresijo del departamento. —Cuando Antonio conoció a Vicente, era un joven de un metro noventa y delgado. Ahora había engordado y se asemejaba a un gran San Bernardo, pero en sus ojos continuaba ese destello astuto e inteligente. Se encorvó sobre la mesa, acercando la cara a Vicente y habló con un susurro—. La joven que retiró la denuncia volvió a su país. ¿Lo sabías?
—Sí —contestó Vicente.
—La mataron a los tres meses de volver a su casa. —Por la cara que puso Vicente, Antonio dedujo que no lo sabía—. Un robo con violencia, algo común donde la joven vivía. No se detuvo al asesino. Vicente, cuanto más repaso los datos de las dos jóvenes desde que entraron a España, más me reafirmo en la idea de que no está claro.
—Si no dispones de más información que yo, querrás decir los escasos datos de las jóvenes —aseguró Vicente.
—Y eso justamente es lo que dispara todas las alarmas. Esa escasez de datos nos lleva en una determinada dirección, lo hemos visto en repetidas ocasiones. Es el clásico guión de cómo funcionan las redes de prostitución.
—Esas eran mis sospechas.
—Y curiosamente las dos aparecen de pronto en Valencia, con trabajo y una vida nueva.
—A lo mejor, las dos tuvieron suerte y consiguieron salir de las garras de la prostitución.
—Claro. Podría ser.
—Y también podría ser casualidad que las dos hubieran conocido a Alberto Poncel.
—Repites demasiado la palabra casualidad —indicó Mármoles con una sonrisa—. Tú dispones de grandes recursos. En ocasiones cuesta que los engranajes de esa máquina funcionen al cien por cien. Demasiada burocracia. Pero tú eres listo y sabes tocar las teclas adecuadas. Además, eres un tipo con iniciativa y cuando se trata de tu olfato, te conviertes en un perro de rastreo, constante y tenaz. Yo por mi parte dispongo de múltiples contactos, lo sabes, es imprescindible dentro de mi trabajo. Y para esta investigación en concreto cuento con una generosa cuenta para gastos.
—¿No pretenderás comprarme?
—Necesito que trabajemos de forma coordinada, en secreto y con la más absoluta discreción. Por supuesto, tú eres el responsable de esta investigación. Yo seré para ti un instrumento más. Tú dispones de los recursos policiales, accederás a información que a mí me sería denegada y yo llego a sitios y puedo utilizar métodos poco ortodoxos para un policía. Puedo acercarme a «chentola» que no quiere tratos con los maderos. Pero a mí, por dinero, me venden a su madre. El padre me ha proporcionado una lista con nombres de personas a las que perjudicó gravemente en el pasado. Teme que sea una de estas personas la que manipuló a las jóvenes para vengarse.
Vicente permaneció unos segundos pensativo, sopesando pros y contras. Cogió la lista y se la guardó.
—Debió ser un gran hijo de puta este Poncel. ¿Y si al final resulta que el hijo es un asesino y punto?
—Vicente, si al final de nuestra investigación no descubrimos nada, si al final es un asesino, que se pudra en la cárcel. Pero nosotros habremos hecho nuestro trabajo, aquello para lo que estamos preparados. Investigar, despejar el máximo de incógnitas. Intentar descubrir la verdad.
Se dieron la mano y se marcharon.
Reunido el equipo de investigación, se analizaron todas las pruebas encontradas en los diferentes escenarios. Todos los resultados obtenidos apuntaban y consolidaban la relación entre el detenido y Mónica Ortega, a pesar de las reiteradas negativas de esa relación por parte de él.
Los diferentes análisis sobre la barra de metal encontrada en el garaje confirmaban sin ninguna duda que se trataba del arma utilizada para asesinar a Mónica Ortega.
Las cerraduras de su vivienda, garaje y coche no presentaban ninguna alteración por manipulación y el móvil de prepago desde el que se realizaron llamadas al móvil de Mónica encontrado en el registro del garaje, presentaba huellas dactilares de Alberto. Cuando le enseñaron el móvil al detenido, este negó que le perteneciera, a pesar de la evidencia de las huellas.
El informe del equipo de investigación y los resultados de todas las pruebas encontradas preparado para la fiscalía era demoledor.
Solo faltaba dilucidar el móvil por el que fue asesinada la joven. Para rellenar esa laguna, se presentó la denuncia interpuesta por María del Carmen Aranda en 2006 por intento de violación y agresión.
Al finalizar la reunión, el Comisario les felicitó por su trabajo. Cuando todos los inspectores recogían sus pertenencias para marcharse, Vicente se acercó a su superior.
—¿Puedo hablar un momento con usted? —Cuando había otros inspectores delante, Vicente siempre le hablaba de usted.
—Claro. Vamos a mi despacho.
Vicente y Arturo le siguieron. Una vez dentro del despacho los tres, cerraron la puerta.
—Nos gustaría profundizar en la investigación sobre las jóvenes relacionadas con el detenido.
—He observado la reseña que pusisteis sobre la ausencia de datos sobre la joven desde que entró en España hasta su llegada a Valencia. Pero considero que es irrelevante si estaba en casa de unos primos o ejerciendo la prostitución. Esos datos no afectan directamente a esta investigación. Nos tenemos que ceñir a los hechos del crimen y a las pruebas encontradas.
—Le comprendo. Pero la joven que presentó la anterior denuncia contra él coincide con ese vacío de datos desde que entró a España, también por el aeropuerto de Barcelona hasta que llegó a Valencia. No podrá negar que al menos es curiosa esa concordancia de hechos.
—Mira Vicente, te voy a ser sincero. A mí también me ha llegado la hipótesis sobre una conspiración sobre el detenido. Su padre está moviendo hilos. Hilos importantes. Creo que intenta crear otros móviles y desviar las sospechas a otras personas de forma premeditada. Es un buen manipulador. Pero esta vez no se trata de una simple denuncia por intento de violación y agresión. Esta vez tenemos a una joven en la sala de autopsias. A esta no puede sobornarla ni asustarla.
—La joven que retiró la anterior denuncia volvió a su país —le dijo Vicente.
—Lo sé.
—La asesinaron. He solicitado información al departamento de policía de su demarcación —le informó Vicente.
—El índice de criminalidad en su país es muy alto —contestó el Comisario, más no conocía ese dato y se reflejó en su mirada—. ¿No estarás dando pie a la versión de su padre?
—Otra similitud entre las dos jóvenes. A esta también la han asesinado. No estaría de más que escarbe un poco. ¿No crees?
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