COSAS QUE NO CREERÍAIS
UNA VINDICACIÓN
DEL CINE CLÁSICO NORTEAMERICANO
Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans
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Directora
Carme Manuel
COSAS QUE NO CREERÍAIS
UNA VINDICACIÓN
DEL CINE CLÁSICO NORTEAMERICANO
José Manuel Benítez Ariza
Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans
Universitat de València
Cosas que no creeríais. Una vindicación del cine clásico norteamericano
© José Manuel Benítez Ariza
1ª edición de 2016
Reservados todos los derechos
Prohibida su reproducción total o parcial
ISBN: 978-84-9134-187-1
Maquetación: JPM Ediciones
Imagen de la portada e ilustraciones interiores: Manuel Martín Morgado
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
Publicacions de la Universitat de València
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Blake, al igual que su maestro Milton (como sugirió Eisenstein) nos quería más como lectores de guiones o incluso directores que como espectadores (…). Cómo vemos, e incluso en ocasiones qué vemos, dependerá de la purga a la que se sometan nuestros propios ojos.
(Harold Bloom, The Ringers in the Tower.Studies in Romantic Tradition , capítulo 3)
(El replicante Roy Batty en Blade Runner )
He visto cosas que no creeríais…
Para Mª Ángeles Robles,con quien tanto he visto
ÍNDICE
PREFACIO. Qué queremos decir cuando decimos “cine clásico norteamericano”
I. LA PALABRA COMO OPCIÓN
Buster Keaton, una vida en la que cabe la historia del cine
En la cumbre del cine mudo: Amanecer
Hacia la comedia adulta: Laurel y Hardy
Entre Europa y América: el caso de Louise Brooks
Las filosofías de Vidor
En el límite: Borderline
II. UN PRIMER CLASICISMO
Talkies : la sorprendente plenitud de un arte nuevo
La comedia como cima: Lubitsch, Cukor, Leisen, Sturges, Wilder
Cuatro notas sobre Casablanca
Frank Capra, un idealista en Pottersville
En torno al cine bélico
Las ambigüedades de Ford
El wéstern en cinco tiempos
Lágrimas fingidas: el esplendor del melodrama
Thriller : el melodrama resuelto por otros medios
“Caza de brujas” en Hollywood: dos casos
La hora española
El incomprendido Welles
III. HACIA EL NUEVO HOLLYWOOD
Visionarios en la transición del viejo al nuevo Hollywood
Un actor entre dos mundos: Gregory Peck
La era de las superproducciones: Doctor Zhivago y el cine internacional de David Lean
Jayne Mansfield o la franqueza
Something’s Got to Give , la película perdida de Marilyn Monroe
El maestro Corman
IV. LA GENERACIÓN DE LOS 70
Scorsese y sus raíces
Interludio: algo más sobre el cine de boxeo en el viejo y el nuevo Hollywood
Coppola o la desmesura
La nostalgia: American Graffiti, Grease
Spielberg o el optimismo de la voluntad
Elaine May y los arquetipos
Milius el postergado
Para adultos: Joe Sarno, Russ Meyer, Ralph Bakshi
Los dilemas morales de Polanski
V. DESPUÉS DEL CINE DE AUTOR
Tiempo de catástrofes
Mad Max : el mundo futuro
Un autor después de la época del cine de autor: Woody Allen
Un musical generacional: All That Jazz
Tres apuntes sobre los hermanos Coen
El mundo al revés de Tim Burton
Fantasmas familiares: el cine de Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu
Basado en hechos reales
Por entregas
Bibliografía
Índice onomástico
Prefacio
Qué queremos decir cuando decimos “Cine clásico norteamericano”
Acotar un lugar común: ¿a qué otra cosa podría aplicarse un libro que quiere ser, ante todo, una discusión en voz alta con un grupo de interlocutores favorablemente predispuestos, no tanto a dar la razón al autor, como a mantener viva la conversación que apasiona a todos? La pregunta inicial es obvia. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de “cine clásico norteamericano? ¿A qué categorías artísticas o de otro tipo se remite quien declara su preferencia por esa demarcación? ¿A qué cabe contraponerla?
En esas discusiones, hay quien saca a colación la presunta situación de desventaja de la que parten, ante la dura competencia por abrirse un hueco en el mercado audiovisual mundial, las cinematografías que no poseen el potencial comercial y las poderosas redes de distribución del coloso norteamericano. Y es frecuente también que este argumento derive a un cierto menosprecio de los rasgos más convencionales de esa cinematografía dominante, en comparación con la mayor ambición estética y pertinencia sociocultural que se les atribuye a esas otras. ¿Quién no ha utilizado el denuesto del cine americano para ensalzar la excelencia de, pongamos, una desconocida joya de la cinematografía húngara? Es el argumento que justifica las medidas proteccionistas con las que las administraciones europeas tratan de blindar el espacio audiovisual encomendado a su custodia, en lo que es una curiosa reformulación mercantilista del argumentario que solía airearse en los muy contestatarios cineclubes de hace unas décadas: el cine norteamericano representaría un modelo plano de relato audiovisual, apoyado por un potente mecanismo de propaganda que lo lleva a la larga a prevalecer sobre los heroicas tentativas de resistencia artística que efectúan las cinematografías nacionales del resto del mundo.
No negamos que ese diagnóstico pueda ser pertinente en según qué foros; y que de su defensa acérrima se deriven ventajas para quienes, desde posiciones relativamente marginales del mercado audiovisual mundial, reivindican su derecho a crear y a difundir sus propias obras. Pero incluso el más ferviente defensor de esa moral de resistencia habrá de admitir, si ama el cine y conoce su historia, el papel que la cinematografía americana ha jugado en la creación y consolidación de esta forma de arte todavía percibida como relativamente “nueva” y “moderna”; y habrá de preservar, a despecho de otras justísimas contiendas, un espacio en el que la apreciación del núcleo de excelencia del cine norteamericano permanezca a salvo de fáciles simplificaciones, a veces disfrazadas de juicios estéticos. Tal es el sentido en el que se utiliza la palabra “vindicación” en el subtítulo de este libro: lo que se pretende vindicar no es, por supuesto, la posición de ventaja que años y logros —y también no pocos abusos— han otorgado al gigante comercial, sino el evidente sustrato artístico que quizá nos ha dejado inermes frente a esa capacidad expansiva: lo que amamos, en definitiva, del monstruo que nos devora, y que no podremos dejar de amar si no queremos renunciar a nuestra propia capacidad culturalmente adquirida de disfrutar la narrativa audiovisual y apreciar lo que nos aporta en tanto que instrumento de transmisión de ideas, valores y sentimientos. Y esto ocurre, en fin, a despecho de la indefinición misma del concepto que pretendemos vindicar. ¿Qué se entiende por cine norteamericano? Y, en caso de que logremos vallar ese campo, ¿a qué predio reservado nos referimos cuando añadimos el calificativo “clásico”?
El concepto de “cine clásico norteamericano” que se maneja en este ensayo pretende ser tan funcional como lo son, en otros contextos, las etiquetas “poesía romántica inglesa” o “Modernismo hispánico” cuando hablamos de literatura, o como lo son “pintores del Cinquecento” o “escuela flamenca” cuando lo hacemos de pintura: términos descriptivos que permiten situar una determinada obra particular en un ámbito histórico y geográfico determinado, facilitan que los rasgos generales asociados a ese etiquetado sean de alguna utilidad para describir la obra particular a la que queremos aplicarlo e invitan a establecer comparaciones fructíferas con otras obras de ese mismo tiempo y lugar, creando así una tupida red referencial por el que unas obras remiten a otras y la apreciación de cada una de ellas se enriquece con esa gama de referencias cruzadas; de modo, por ejemplo, que nuestro disfrute de una obra maestra del cine como
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