He aquí que todo te ha sido revelado. Levanta tus ojos y contempla la nube y la luz que hay en ella y los astros que la rodean: el astro que hace de este es tu astro’.
Judas miró hacia arriba y vio la nube de luz y entró en ella. Los que se hallaban alrededor en la parte de abajo oyeron una voz que venía de la nube y decía: [...] gran generación [...] imagen [...] [cinco líneas con letras sueltas].
Estos breves ejemplos nos muestran hasta qué punto los apócrifos mezclan datos evangélicos con las especulaciones de las propias escuelas, en este caso, gnósticas. El desprecio de la materia, el carácter elitista de la revelación, la inferioridad del espíritu femenino y la oposición entre lo interior y exterior, son temas propios del pensamiento griego del siglo II, y no provienen del ambiente palestinense en que vivió Jesús. La mayor confiabilidad del Nuevo Testamento está asegurada porque sus escritos son por mucho anteriores a los apócrifos tal como hoy los conocemos. Estos documentos son utilísimos para conocer algunas líneas de la teología cristiana primitiva, pero no son un aporte para acceder históricamente a Jesús de Nazaret.
D. ¿Es legítima cualquier interpretación de Jesús?
Después de examinar estos textos, que ofrecen diversas interpretaciones de la persona de Jesús, nos preguntamos: ¿Se puede decir cualquier cosa sobre Jesús? ¿Es legítima cualquier interpretación de Jesús? ¿Qué criterio nos puede orientar para discernir qué se puede decir acerca de Jesús y qué no?
El criterio que permite discernir qué se puede afirmar legítimamente acerca de Jesús es, naturalmente, la continuidad con la realidad histórica de Jesús de Nazaret. Es decir, una interpretación que verdaderamente hunda sus raíces en la persona misma del Maestro de Galilea, es legítima.
Obviamente, la pregunta que sigue es ¿cómo se puede evaluar la continuidad de una interpretación de Jesús con la realidad histórica de Jesús mismo? Es el propósito de este libro. Por medio de los documentos antiguos, estudiados críticamente, se puede acceder, al menos parcialmente, a las primeras convicciones acerca de Jesús, y a las palabras y acciones del propio Jesús. Una vez delineada la figura histórica de Jesús y las convicciones de sus discípulos directos, podemos examinar los apócrifos y preguntarnos: ¿Hay continuidad entre la presentación de Jesús que ofrece este documento y la realidad histórica de Jesús de Nazaret? La respuesta a esta pregunta nos permite discernir el valor de cada documento.
3. EL NUEVO TESTAMENTO
A. Valor histórico del Nuevo Testamento
¿Se puede confiar en el Nuevo Testamento como fuente histórica? Antes de enfrentar este problema, hay una pregunta anterior: ¿Podemos confiar en los documentos antiguos? o mejor: ¿Podemos estudiar la antigüedad sin confiar en las fuentes antiguas? o más radicalmente: ¿Es posible conocer sin confiar?
Ciertamente, el que desconfía de todo, no podrá conocer siquiera el presente, y mucho menos informarse de la antigüedad. «Tenemos que reconocer que, históricamente hablando, el testimonio es el único medio de acceso a la realidad histórica, y el único con valor» 35. En definitiva, no se puede vivir sin confiar . El slogan «yo confío sólo en lo que puedo verificar personalmente» , no resiste ni el menor análisis crítico. Paradójicamente, los que desconfían de los evangelios terminan por confiar en cualquier reportaje o novela de dudosa procedencia. Naturalmente, no se trata de una confianza ingenua, sino crítica, pues las mismas fuentes antiguas a veces son inconsistentes e incluso contradictorias. De todos modos, la ciencia histórica aporta los métodos para controlar críticamente la confiabilidad de los documentos de la antigüedad.
Hoy en día, en los tribunales de justicia, se absuelve o se condena a una persona no sobre la base del uso de «la máquina del tiempo», que permitiría verificar si tal sospechoso participó o no en un determinado delito, sino a partir de documentos y testimonios críticamente confrontados y analizados. El historiador actúa de una manera semejante: compara y analiza críticamente los documentos y los testimonios, y luego, por medio de un método científico, evalúa la confiabilidad de los documentos y reconstruye los acontecimientos. Es lo que hace también el historiador del cristianismo.
El Nuevo Testamento no es un libro de historia, en el sentido moderno de la palabra, ni es un escrito neutro , puesto que está totalmente comprometido con la difusión del cristianismo (en realidad, ningún escrito es neutro ). Pero decir que los textos del Nuevo Testamento no son textos de historia en el sentido moderno es algo tan obvio como decir que los documentos antiguos no son modernos . Afirmar que los evangelios no son biografías en el sentido moderno de la palabra, es tan obvio como decir que las biografías antiguas no son biografías modernas. ¡Ninguna biografía escrita en la antigüedad es una biografía en el sentido moderno! Pues, ningún escrito antiguo es un texto de historia en el sentido moderno de la palabra. Más aún, hoy seguimos reconstruyendo la historia, incluso la más reciente, sobre la base de escritos que no pretenden ser textos de historia.
Durante siglos, la convicción de que la Biblia es un libro inspirado fue un motivo para confiar en los Evangelios. Por el contrario, la crítica histórica moderna postulará injustamente que los textos evangélicos, por su carácter propagandístico, no son dignos de confianza. Son presentados, en términos negativos, como textos tendenciosos , es decir, como documentos que están al servicio de la propagación del mensaje de la Iglesia y, por ello, se debe desconfiar de su veracidad histórica. Veracidad que se le otorga a cualquier otra fuente antigua: Cuando Plinio el Joven, Flavio Josefo u otro escritor antiguo afirma algo, no se le somete a una crítica tan severa. Así, de modo paradójico e injusto, se tiende a aceptar pacíficamente lo que afirma un autor pagano y se desconfía sistemáticamente de lo que transmite un autor inspirado.
Como sucede con todos los textos, y de modo particular con los de la antigüedad, para comprender su valor histórico, es necesario tener en cuenta su formación, su interpretación, sus fuentes y la confiabilidad de su texto.
B. El texto del Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento es el conjunto de textos mejor estudiado de la humanidad. Ningún texto ha sido tan investigado, comentado, analizado, atacado, refutado y defendido por tantos y tan agudos especialistas, partidarios o adversarios, a lo largo de sus casi dos mil años de historia.
Como cualquier documento antiguo, el Nuevo Testamento llega a nosotros por medio de manuscritos. De ninguna obra literaria de la antigüedad se conserva el manuscrito original de su autor (lo que se llama el autógrafo ); toda la literatura antigua, clásica y cristiana, nos es accesible por medio de copias de copias de copias del original. El autógrafo más antiguo que se conserva de una obra literaria es de Francisco Petrarca, poeta italiano del siglo XIV. Todas las obras anteriores nos llegan por medio de copias.
Para tener una idea de la cantidad y la antigüedad de los manuscritos, es útil observar la siguiente tabla:
AUTOR |
FECHA DEL ORIGINAL |
COPIA MÁS ANTIGUA |
DISTANCIA |
CANTIDAD DE MANUSCRITOS |
Plinio el Joven |
110 d.C. |
850 d.C. |
740 años |
7 |
Platón |
375 a.C. |
900 d.C. |
1.275 años |
7 |
Suetonio |
150 d.C. |
950 d.C. |
800 años |
8 |
Sófocles |
410 a.C. |
1.000 d.C. |
1.410 años |
49 |
Homero |
900 a.C. |
400 d.C. |
1.300 años |
193 |
Nuevo Testamento |
50-100 d.C. |
siglo II d.C. |
80 años |
634 |
Tal como se aprecia en la tabla anterior, el Nuevo Testamento es el conjunto documental mejor transmitido de la antigüedad. En la tabla aparece la cantidad de 634 manuscritos griegos, que son los utilizados para la edición crítica del Nuevo Testamento realizada por el Institut für neutestamentliche Textforschung de Münster 36, pero en realidad, se conservan muchísimos más.
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