Pues algunos acostumbran a divulgar el Nombre con perverso engaño, pero hacen cosas indignas de Dios. A esos es necesario que los evitéis lo mismo que a las fieras, pues son perros rabiosos que muerden a traición, de los cuales es necesario que os guardéis pues sus [mordeduras] son difíciles de curar. Hay un solo médico, carnal y espiritual, creado e increado, Dios hecho carne, vida verdadera en la muerte, [nacido] de María y de Dios, primero pasible y, luego, impasible, Jesucristo nuestro Señor (Carta a los Efesios, VII,1-2).
De nada me servirán los confines del mundo ni los reinos de este siglo. Para mí es mejor morir para Jesucristo que reinar sobre los confines de la tierra. Busco a Aquél que murió por nosotros. Quiero a Aquél que resucitó por nosotros. Mi parto es inminente. Perdonadme, hermanos. No impidáis que viva; no queráis que muera. No entreguéis al mundo al que quiere ser de Dios, ni lo engañéis con la materia. Dejadme alcanzar la luz pura. Cuando eso suceda, seré un hombre. Permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios (Carta a los Romanos, VI,1-3).
C. Testimonios de la tradición apócrifa
La literatura apócrifa está constituida por textos cristianos que no pertenecen a la Biblia pero que imitan los géneros literarios del Nuevo Testamento (Evangelios, Hechos, Cartas y Apocalipsis), y se presentan como escritos por un personaje de la época apostólica de gran autoridad. El término apócrifo quiere decir escondido, oculto, porque este tipo de textos reclaman su autoridad de una tradición oculta. Los primeros que aplican el término apócrifo a estos textos son sus propios autores (ej. El Apócrifo de Juan ). Esta literatura nace por dos motivos:
1) Un grupo de textos, de carácter más folcklórico, surge del deseo de alimentar la piedad de los fieles y saciar su curiosidad, por medio de la composición de leyendas piadosas sin ningún valor histórico y llenas de datos pintorescos.
2) El otro grupo nace de motivaciones más teológicas que buscan propagar una determinada imagen de Jesús, muchas veces proveniente de algún grupo particular.
No se puede negar como principio que los apócrifos más antiguos, como el Evangelio de Tomás, puedan contener algún dato transmitido oralmente que no quedó registrado en el Nuevo Testamento. Pero, en la práctica, los datos atendibles que contienen los apócrifos acerca de las palabras y los hechos de Jesús son precisamente los que dependen del Nuevo Testamento; el resto es obra del autor o de la escuela a la que perteneció. De este modo, los apócrifos, en líneas generales, están conformados por datos extraídos de los Evangelios canónicos mezclados a las especulaciones o creaciones del autor del texto.
Algunos ejemplos de literatura apócrifa 34
a. Apócrifos de origen popular
El Evangelio Árabe de la Infancia ¿siglo V?
Cuando Jesús tenía tres años de edad, había, en aquel país, una mujer, cuyo hijo, llamado Judas, estaba poseído del demonio. Y cada vez que éste lo asaltaba, Judas mordía a cuantos se acercaban a él, y si no encontraba a nadie a su alcance, se mordía las manos y los demás miembros de su cuerpo. Cuando la madre de este desventurado supo que Jesús había curado muchos enfermos, llevó su hijo a María. Pero, en aquel momento, Jesús no estaba en casa, por haber salido, a jugar. Y, así que estuvieron en la calle, se sentaron todos, y Jesús con ellos. Judas, el poseído, sobrevino, y se sentó a la derecha de Nuestro Señor. Su obsesión lo invadió de nuevo, y quiso morder a Jesús. No pudo, pero lo golpeó en el costado derecho. Jesús se puso a llorar, y, en el mismo instante y ante los ojos de varios testigos, el demonio que obsesionaba a Judas lo abandonó bajo la forma de un perro rabioso. Y aquel muchacho que pegó a Jesús, y de quien salió el demonio, era el discípulo llamado Judas Iscariotes, el que entregó a Nuestro Señor a los tormentos de los judíos. Y el costado en que Judas lo golpeó fue el mismo que los judíos atravesaron con una lanza (XXXV,1-2).
Un día, cuando Jesús había cumplido los siete años, jugaba con sus pequeños amigos, es decir, con niños de su edad. Y se entretenían todos en el barro, haciendo con él figurillas, que representaban pájaros, asnos, caballos, bueyes, y otros animales. Y cada uno de ellos se mostraba orgulloso de su habilidad, y elogiaba su obra, diciendo: Mi figurilla es mejor que la vuestra. Mas Jesús les dijo: Mis figurillas marcharán, si yo se lo ordeno. Y sus pequeños camaradas le dijeron: ¿Eres quizá el hijo del Creador? 2. Y Jesús mandó a sus figurillas marchar, y en seguida se pusieron a dar saltos. Después, las llamó, y volvieron. Y había hecho figurillas que representaban gorriones. Y les ordenó volar, y volaron, y posarse, y se posaron en sus manos. Y les dio de comer, y comieron, y de beber, y bebieron. Y, ante unos jumentos que hiciera, puso paja, cebada y agua. Y ellos comieron y bebieron. Los niños fueron a contar a sus padres todo lo que había hecho Jesús. Y sus padres les prohibieron para en adelante jugar con el hijo de María, diciéndoles que era un mago, y que convenía guardarse de él (XXXVI,1).
Naturalmente, un texto como el Evangelio Árabe de la Infancia nos presta el servicio de darnos a conocer la piedad popular de un particular grupo de cristianos del siglo V, pero en nada contribuye para el conocimiento histórico de Jesús de Nazaret.
b. Apócrifos de origen gnóstico
Evangelio de Felipe, probablemente, del siglo II
Jesús los llevó a todos a escondidas, pues no se manifestó como era (de verdad), sino de manera que pudiera ser visto. Así se apareció [...] a los grandes como grande, a los pequeños como pequeño, a los ángeles como ángel y a los hombres como hombre. Por ello su Logos se mantuvo oculto a todos. Algunos le vieron y creyeron que se veían a sí mismos; mas cuando se manifestó gloriosamente a sus discípulos sobre la montaña, no era pequeño: se había hecho grande, e hizo grandes a sus discípulos para que estuvieran en condiciones de verle grande (a Él mismo). Y dijo aquel día en la acción de gracias: ‘Tú que has unido al perfecto a la luz con el Espíritu Santo, une también a los ángeles con nosotros, con las imágenes’ (pp. 57-58).
Evangelio de Tomás, texto del siglo II con fuentes del siglo I
112. Dijo Jesús: ‘¡Ay de la carne que depende del alma! ¡Ay del alma que depende de la carne!’.
113. Le dijeron sus discípulos: ‘¿Cuándo va a llegar el Reino?’ (Dijo Jesús): ‘No vendrá con expectación. No dirán: ¡Helo aquí! o ¡Helo allá!, sino que el reino del Padre está extendido sobre la tierra y los hombres no lo ven’.
114. Simón Pedro les dijo: ‘¡Que se aleje María [Magdalena] de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida’. Dijo Jesús: ‘Mira, yo me encargaré de hacerla varón, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los varones: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo’.
El Evangelio de Judas, posiblemente del siglo II
‘En verdad te digo, Judas, que [los que] ofrecen sacrificios a Sacias [...] dios [...] toda obra mala. Pero tú los sobrepasarás a todos, pues sacrificarás al hombre que me reviste’. Ya se levanta tu cuerno / y se enciende tu ira, / tu astro transita / y tu corazón [...]. ‘En verdad [te digo]: Tus últimos [... seis líneas con palabras sueltas].
El arconte que será destruido. Y entonces enaltecida la figura de la gran generación de Adán, porque aquella generación existe previamente al cielo, a la tierra y a los ángeles, procedente del eón.
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