De allí que la promoción de exportaciones es el conjunto de políticas fiscales, financieras, monetarias e industriales que establece un Estado para incentivar el aparato productivo hacia nuevos mercados, aprovechando las ventajas que tiene en mano de obra, disponibilidad de materias primas o habilidad y conocimiento tecnológico en las cuales deben participar las empresas para adquirir nuevas técnicas en comercialización, decisión administrativa y nuevas formas de concentración empresarial, a fin de que encaren el negocio exportador como una actividad principal y no como una función marginal y circunstancial; además, las instituciones sociales intermedias deben coadyuvar a esta política.
Estos instrumentos pueden ser utilizados por un gobierno de acuerdo con sus objetivos nacionales, sea de manera gradualista o de shock y han de motivar ceteris paribus a las empresas y a las universidades para iniciar su proceso de internacionalización.
La empresa es una unidad económica que tiene un papel fundamental en la promoción del desarrollo social y económico, así como en la gestión del comercio exterior. Por ello, las reglas y políticas de impulso a las exportaciones han de tener como centro y motor a las empresas. Las exigencias de eficiencia no solo deben ser un objetivo del Estado sino, también, de las unidades económicas que actúan dentro de él.
Por otro lado, la existencia de cuadros profesionales especializados en comercio internacional también puede influir en la estructura dirigencial, principalmente del sector productivo. Un asesor de negocios internacionales puede ayudar al empresario que busca un mayor crecimiento, rentabilidad, flexibilidad o estabilidad en su organización empresarial, y motivarlo a exportar.
Este último determinante es el que pocas veces se ha considerado en el esbozo de una política nacional de promoción de exportaciones. Sin embargo, el asesor —legal, comercial o financiero— es la persona que ejerce una influencia más cercana y directa sobre el ejecutivo de una empresa. Si su formación contiene una buena dosis de mecanismos comerciales internacionales o de negocios internacionales, tendrá más posibilidad no solamente de propiciar una actitud positiva del empresario, sino que le proveerá de los elementos racionales y técnicos para que tal decisión sea lógica y conveniente.
El asesor legal es incorporado a la estructura de una empresa principalmente para que el gerente de línea se vea libre de algunas de sus obligaciones y, de esta forma, concentre sus esfuerzos en actividades ejecutivas. Las autoridades de línea son ajustadas a sus objetivos y actúan en dicho sentido, pero el asesor puede orientar la acción de dichos gerentes. El uso del asesor, o del staff, condiciona la organización lineal y la convierte en una organización de línea o staff, tipo que predomina en la mayoría de las empresas. Un asesor estudia los problemas, ofrece sugerencias y prepara planes para el uso y ayuda del gerente de línea (Terry, 1980, pp. 355 y 360). De esa manera, se convierte en un elemento de influencia, siempre y cuando en la organización se armonice la relación de las autoridades de línea y de asesoría.
La promoción de exportaciones, como hemos señalado, ha de convertirse en un objetivo nacional, no en una política económica aislada. Para ser eficaz, un programa nacional de exportaciones requiere mucho más que dinero o financiamiento promocional. Todo esfuerzo será desperdiciado, a menos que el empresario y las instituciones sean capaces de usar eficazmente los incentivos y facilidades. No tiene mucha gracia exportar mercancías, a menos que adoptemos para nosotros una política comercial que permita el reembolso de los préstamos otorgados al exportador, forme negociadores y utilice cabalmente al cuerpo asesor que se educa en nuestras universidades.
4.3. El esfuerzo exportador de América Latina
Se ha dicho, en muchos aspectos sin razón, que el decenio del 80 fue una «década perdida». Empero, en lo que se refiere a la exportación de mercaderías por parte de América Latina, la afirmación es perversa. Durante dicho decenio, Latinoamérica aumentó el volumen de sus exportaciones a un promedio anual de 4,4%, por encima del 2,6% de todo el comercio mundial. Y en 1987 alcanzó un monto sin precedentes, llegando a frisar un 35% más alto que en el inicio del decenio.
Lo más trascendente es que ese crecimiento se logró con la participación de un buen número de países —México, Colombia, Brasil, Perú, Uruguay, Chile y Costa Rica—, aun cuando Perú tuvo una contracción de 17% a fines del siglo pasado, siguiendo a otros países —Bolivia, El Salvador, Nicaragua, Guatemala— en igual situación, luego superó este estancamiento. El valor corriente de las exportaciones de América Latina ha crecido de manera constante desde 1980 hasta el 2010, en que alcanzó el 14,5%.
En el transcurso de los últimos veinte años, la evolución de la estructura de las exportaciones latinoamericanas y caribeñas ha experimentado varios cambios y modificaciones, habiéndose caracterizado por una tendencia decreciente de la participación de sus productos primarios.
En el último decenio, los rubros alimenticios aportaron dos terceras partes de las exportaciones de productos básicos; las materias primas agrícolas, 8%; y los minerales y metales, la cuarta parte.
La estructura de la exportación de los productos primarios está cambiando paulatinamente al modificarse las proporciones de sus tres componentes: la de los productos alimenticios tiende a crecer; la de materias primas agrícolas oscila; mientras que la de los minerales y metales se reduce. Esto último ha sido determinado, en gran medida, por el comportamiento de los precios internacionales.
Se pone de manifiesto que las exportaciones de América Latina y el Caribe, principalmente las de manufacturas, crecieron en forma acelerada en el decenio de 1990, debido sobre todo al avance de los procesos de integración. De representar 33,1% en 1990, pasaron a incrementarse a 59,2% en el año 2001 y mantener su crecimiento en los siguientes diez años.
Hay un incremento en el volumen y en la composición de las exportaciones. De un peso importante de productos como la carne, el azúcar y el cacao, en el presente decenio estos cedieron paso a las frutas, las hortalizas, oleaginosas y el pescado, relegando en los últimos lugares a los precitados productos.
Sobresale nítidamente la modificación en la estructura y el desempeño de las exportaciones de países como México y otros de Centroamérica. Estos países, que solían depender de las exportaciones de productos primarios, comenzaron a perder participación en el mercado de dichos productos. En la actualidad, exportan también productos manufacturados y servicios como el caso de Costa Rica.
El avance exportador de estos países se ha producido por su orientación al mercado de Estados Unidos de América, estimulada por exenciones arancelarias y de impuestos locales, entre otros incentivos; asimismo, por el resultado de operaciones de ensamblado de baja remuneración. Este fenómeno es el que se ha dado en denominar «industria maquiladora».
Este esfuerzo indudable se ha venido efectuando en medio del desaliento que genera el deterioro de los términos de intercambio, la ausencia del capital externo que incentive proyectos industriales y el escandaloso aumento de las tasas de interés de la deuda externa, que se mantiene inmoralmente hasta la fecha sin que exista una política subregional al respecto.
Las exportaciones de los países latinoamericanos en su conjunto tienen una parte significativa de productos de tecnología intermedia; la participación en el mercado mundial se ha elevado durante la última década, sobresaliendo el caso de las exportaciones de vehículos automotores.
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