Otra de las formas de apreciar la importancia del comercio exterior es responder a la pregunta: ¿qué problemas resuelve la actividad comercial internacional y cuáles son sus obstáculos? Veamos, en primer lugar, las dificultades que afectan las economías de América Latina:
La disminución de la inversión extranjera directa. Aunque esta ha empezado a crecer merced a los mecanismos de protección y solución de controversias y la estabilidad política de muchos países.
El incremento de las tasas de interés y en consecuencia de los pagos que debe efectuar América Latina por concepto de la deuda externa.
El deterioro de los términos de intercambio, es decir, la caída de los precios de las materias primas —cobre, azúcar, café, algodón, cacao, zinc, plomo, estaño— y el alza de los bienes y equipos que deben adquirir, a los cuales hay que añadir las nuevas tecnologías y los servicios —telefonía, cable, servicios financieros—. Sin embargo, desde el inicio del actual siglo XXI, esta no ha sido una dificultad; ya que el precio de las materias primas ha crecido significativamente —aunque no por acción de los países latinoamericanos—, lo que ha sostenido sus economías internas.
Los altos niveles de pobreza de muchos países latinoamericanos que reducen la capacidad de compra en su mercado interno; lo cual afecta a las empresas locales que no tienen un primer escalón de venta de sus mercaderías.
Respecto a la inversión extranjera directa, es evidente la ampliación de la cartera de inversión latinoamericana debido a la presión de los organismos financieros internacionales y la permisibilidad de muchos países latinoamericanos mediante el incentivo de la inversión extranjera directa por medio de un rápido proceso de privatización, contratos de estabilidad tributaria, libre repatriación de dividendos y de reglas de protección en los países anfitriones a través de acuerdos internacionales como el Convenio MIGA (por sus siglas en inglés: Multilateral Investment Guarantee Agency) o el Convenio CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a las Inversiones).
De esta manera, el esfuerzo y el sacrificio que hacía anteriormente el Estado a favor de sus empresas nacionales, durante el período naciente de su industrialización en el lapso del cincuenta al setenta, han sido volcados a favor de la inversión extranjera directa (IED).
Sin embargo, las dificultades de América Latina pueden también ser aliviadas con una real y eficiente política de promoción de exportaciones no tradicionales que posibilite, a través del crecimiento del sector exportador, el ingreso de divisas para suplir la falta de inversión y para satisfacer, en parte, las obligaciones de la deuda externa; asimismo, que permita, a través de la búsqueda y el desarrollo de nuevos mercados, disminuir la dependencia de un solo bloque comprador.
Un adecuado esquema de exportaciones, como algunos países de América Latina ya han adoptado, permite incrementar divisas para el desarrollo y para las cargas financieras de la deuda externa; ofertar una canasta de productos manufacturados cuyos precios no dependan de los grandes centros de poder, sino que estén determinados por el mercado, disminuyendo así las oscilaciones de los precios de las materias primas; y contar con un buen esquema de promoción comercial y de marketing internacional que reoriente las exportaciones hacia nuevos mercados y consolide la presencia de productos latinoamericanos.
El manejo de una política exportadora involucra una reglamentación eficiente de las importaciones de insumos para la industria exportadora, así como de otras políticas macroeconómicas; pero es indudable que, siendo la actividad comercial la más dinámica, es posible que los resultados se aprecien inmediatamente.
Los países de América Latina —excepto Argentina, Brasil y México— tienen, generalmente, un mercado interno pequeño para productos manufacturados; eso significa que el progreso depende de la capacidad de hacer llegar a otros mercados sus productos no tradicionales. La competencia internacional exige a las empresas reducir costos, mejorar su calidad y cumplir los términos de sus contratos en lo que se refiere a plazos y condiciones técnicas. A su vez, esa relación facilita el flujo de capitales y la adquisición de nuevas tecnologías para satisfacer al consumidor internacional.
Ese esfuerzo y esa actitud tendentes a obtener los beneficios que faciliten el comercio exterior se enfrentan no solo a la realidad de escasos recursos, altos costos por economía de escala, falta de educación y técnica adecuadas, que son limitantes endógenos; sino, además, al proteccionismo, que reduce las ganancias de los países de América Latina. Sin embargo, la mejor opción, como en el ajedrez, es el ataque, la penetración hacia nuevos mercados.
Determinada la importancia del comercio exterior, su realización se puede ver dificultada, aun después de admitida por el Estado, los empresarios y las instituciones sociales intermedias, debido a dos grandes factores: uno exógeno, que es el creciente proteccionismo; y otro endógeno, que es la falta de correlato entre las políticas de comercio exterior y las decisiones macroeconómicas que adopta el gobierno.
Existe el gran peligro de que los países industrializados eleven sus barreras comerciales de manera más discriminatoria, es decir, las de tipo legal o técnico. Este hecho perjudicaría la integridad de la OMC y restringiría las exportaciones latinoamericanas. Si ello ocurriera, puede producirse una explicable frustración, principalmente de aquellos países que ya recorrieron un buen trecho en el desarrollo de sus exportaciones no tradicionales y que pueden incluso reaccionar de la misma forma: con más proteccionismo. Su única salida viable, entonces, será diversificar mercados; pero esta solución no se puede hacer efectiva tan fácilmente si el 80% de las exportaciones de la región va a Estados Unidos de América y la Unión Europea, lo que hace depender las economías latinoamericanas de la expansión de dichos mercados. Asimismo, es preciso seguir participando de manera activa en las rondas de negociaciones multilaterales, con el fin de sensibilizar a los mayores compradores de las mercancías latinoamericanas y permitir un acceso mayor y más seguro, reduciendo la escalada de las tarifas aduaneras.
El factor endógeno evidencia que las políticas comerciales de acción externa no siempre son coincidentes con las políticas macroeconómicas. Así, muchos intentos de incentivar el comercio externo no dieron resultados porque el marco macroeconómico, más que las políticas comerciales, no era bueno.
Las acciones comerciales dependen principalmente de la balanza de pagos, que resulta de la política macroeconómica, así como del nivel o estabilidad de la tasa cambiaria.
Por otro lado, usar la tasa cambiaria para estabilizar los precios internos es incoherente con una política comercial externa. En los países del cono sur, los flujos de capital valorizaron la tasa de cambio, lo que compensó los incentivos para el aumento de la producción de exportaciones. En ciertos casos, grandes acciones de capital son el resultado de la liberalización de los mercados financieros en los cuales la tasa de interés interno sube aceleradamente, lo que provoca una adopción maciza de préstamos del exterior (Banco Mundial, 1987, p. 9).
La participación activa en el comercio exterior ha de exigir cuatro condiciones básicas: en primer lugar, la participación inteligente en las rondas de negociaciones comerciales multilaterales, con el fin de conseguir acuerdos más liberales; en segundo lugar, diseñar una política de promoción directa de las exportaciones no tradicionales para compensar la tendencia que adviene de las tarifas de importación con un manejo racional de la tasa de cambio y de los incentivos, contrariando, en ese último aspecto, las reglas de la OMC y pudiendo ser pasible de medidas compensatorias por parte de los países importadores; en tercer lugar, la educación y la capacitación técnica para la selección inteligente de tecnologías, el mejoramiento de la producción y la formación de operadores que puedan negociar con éxito un contrato de compraventa internacional, como la adquisición de nuevas tecnologías; y, finalmente, la diversificación de los mercados, pues la expansión de los principales compradores está disminuyendo, frustrando las tentativas de dinamizar las exportaciones hacia los mercados tradicionales.
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