Esa misma Italia que no los pudo contener en sus propias entrañas supo más tarde tender lazos de cariño e intentó generar espacios de encuentro para dar continuidad a una identidad muy particular, tejida en las relaciones –no siempre fáciles- entre la patria herida y las múltiples naciones que acogían a sus hijos. Así lo testifica la iniciativa de crear centros para preservar el cariño y la cultura de una tierra empobrecida pero amante de sus hijos20.
Entre los documentos consultados en el “Museo Nazionale dell’Inmigazione Italiana”, he encontrado un texto muy significativo escrito por Giovanni Pascoli, en la ocasión de inaugurar el Comité Mantovano perteneciente a la Società Dante Alighieri.
Se trata de una emotiva llamada al amor por la madre patria a quienes ya habían partido y a quienes se disponían a hacerlo.
“No dejéis vuestra patria sin bendecirla. Si bien ella es muy pobre y por esta razón debéis buscar el pan y el trabajo en el extranjero y en ciudades remotas, lejos de vuestros pueblos y de vuestros seres queridos, no dejéis de amarla igualmente, con toda vuestra fuerza.
¿Quién reniega de su Madre solamente porque es pobre y no tiene pan para darle?
Amad a la patria que custodia las cenizas de vuestros padres, con sus glorias y con sus miserias, por su futuro que aún será grande y luminoso” .21
Una vez restablecido el círculo virtuoso del progreso, la madre patria supo valorar las innegables aportaciones del fenómeno inmigratorio y consideró oportuno retomar el desafío de continuar construyendo el sentido de la “italianidad”, dentro y fuera de las propias fronteras.
Partiendo como vénetos, lombardos, napolitanos o sicilianos... fuera de la propia tierra, los casi treinta millones de emigrados se han descubierto como “italianos”, capaces de rehacer sus lazos con la tierra que les vio nacer.
Hoy el país reconoce el enorme influjo que tuvieron los emigrados en su propia configuración. La historia de la Italia contemporánea es incompleta e incomprensible si no se considera el profundo impacto del fenómeno migratorio.
Para entender el desarrollo del país, de su economía y de su tejido social, así como su identidad cultural, es indispensable recordar que millones de conciudadanos fueron expulsados de su propia tierra provocando que todo el constructo socio-cultural adquiriera un perfil particular.
Los emigrados combinaron la memoria dolorosa de una tierra empobrecida con el compromiso sin fisuras en la construcción de los países de acogida. Supieron afrontar y superar el doloroso proceso de integración al tiempo que, pasada la primera etapa que les llevó a resolver los problemas vitales fundamentales, lograron también recuperar el amor a sus orígenes.
Prueba de ello, ha sido no sólo el valor añadido de enriquecimiento personal y profesional de quienes regresaron a la patria, sino también, y de manera muy significativa, la riqueza económica y cultural de retorno. Estos elementos fueron dando a Italia el perfil de progreso y el espíritu de internacionalidad que hoy la caracteriza.
La magnitud de las cifras
Los estudios estadísticos relativos a la inmigración italiana se multiplican por doquier y el acceso a los mismos se ha facilitado enormemente por los medios digitales presentes en la red de Internet22.
Fue a partir de 1875 que el estado italiano comenzó a registrar estadísticamente el fenómeno inmigratorio y a buscar medios para tutelar, de alguna manera, los derechos de millones de connacionales, al tiempo que buscaba poner en marcha políticas disuasorias para contener el flujo de los que emigraban.
Propongo una mirada que nos permita tomar conciencia de la dimensión que tuvo el fenómeno, centrándome en la región véneta y en la provincia de Vicenza.
Es necesario consignar que, comparativamente, el Véneto ha sido la región italiana con mayor número de inmigrantes23.
Entre los años 1875 y 1925 el fenómeno inmigratorio marcó cifras de record involucrando a dieciséis millones de personas, de los cuales más de la mitad se dirigieron hacia América24.
Como ya he señalado, dos fueron las corrientes inmigratorias fundamentales. La primera de ella se orientó hacia países europeos en mejores condiciones socio-económicas como Alemania, Francia o Suiza, dando lugar a la inmigración temporal o golondrina25.
La segunda fue hacia América, ocupando el primer lugar, y con gran diferencia, Brasil; seguido por Argentina y Estados Unidos26.
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El siguiente gráfico nos señala la incidencia porcentual de la inmigración véneta en Europa, África y América.
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En 1869, Argentina tenía 1.763.490 habitantes (primer censo) y alcanzó la cifra de 7.885.237 en el censo de 1914. Este enorme crecimiento, que cuadruplicó la población del país en poco más de cuarenta años, se debió al fenómeno de la inmigración europea que estamos analizando, fundamentalmente la italiana y española.27
Respecto al conjunto de inmigrantes en Argentina en el período 1850-1925, los italianos representan el 61,3%, duplicando a los españoles.
En cuanto al perfil profesional, la gran mayoría de los inmigrantes de la primera hora fueron campesinos. Se radicaron principalmente en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, donde fundaron colonias agrícolas. Entre ellas las que dieron lugar a las actuales poblaciones de Chajarí, de la que se desprendería Villa del Rosario, en la provincia de Entre Ríos, Argentina, lugar de asentamiento de mis bisabuelos Calgaro y Farneda.
Quienes prefirieron quedarse en las ciudades se dedicaron en un primer momento a actividades de servicios terciarios. Esta preferencia por las ciudades tuvo una causa directa en la ya mencionada crisis productiva italiana de fines del siglo XVIII, la que originó una corriente importante de inmigrantes capacitados como obreros industriales.
Es el caso ya mencionado de la decadencia de la industria textil liderada por la familia Rossi. Entre los años 1884 y 1893, 3.564 obreros provenientes de Schio, emigraron hacia Argentina.
El país ofrecía oportunidades al mundo obrero y al mismo tiempo continuaba siendo la meta de grandes masas de campesinos. En 1885, y en la ciudad de Buenos Aires, noventa albañiles sobre cien eran inmigrantes. Otro tanto ocurría con los sastres, panaderos, maquinistas o vendedores ambulantes.
Volviendo nuestra mirada a la inmigración véneta, los primeros grupos prefirieron quedarse en Brasil, formando numerosas colonias, especialmente en Rio Grande do Sul.
Las favorables condiciones creadas desde la política de inmigración Argentina hicieron que la tendencia a radicarse en Brasil comenzara poco a poco a cambiar. Los vénetos emigrados a la Argentina conformaron el 7,2% del total de italianos que llegaron al país, estando en primer lugar sus vecinos piamonteses con un 16,5%28.
Si consideramos las diversas provincias vénetas, la más comprometida en el fenómeno inmigratoria fue Belluno, seguida por Treviso y Vicenza con cifras muy similares. En el caso vicentino, de donde provienen las familias Calgaro y Farneda, la cifra total de inmigrantes entre los años 1870 y 1925 sumó 460.991 personas.
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Los estudios estadísticos desde comienzos del siglo XIX hasta nuestros días nos indican que el proceso inmigratorio no ha cesado y en poco más de dos siglos hasta seis millones de italianos han emigrado a nuestro país.
A partir de la información consultada y según estimaciones sociológicas proyectivas, en el año 1950, en torno al 60% de la población argentina tenía algún ascendiente italiano.
Esta referencia está sometida a los cambios de la dinámica en las últimas décadas. La inmigración proveniente de países limítrofes como Paraguay, Chile, Bolivia, Perú, Uruguay, etc. están cambiando el perfil socio-cultural y étnico de la población argentina.
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