Aquello no hizo más que reforzar la teoría de Abuela Amigorena de que sobreviven todas en un agujero.
Mamá Nora expresa otra opinión: según ella, los murciélagos solo pueden vivir, y viven, en casas antiguas. Casas que conservan su verdad. (Tras lo que añade que son esas precisamente las casas que hay que incluir en las listas del patrimonio cultural). Si resulta que, después de las pertinentes obras en la casa, los murciélagos no han perecido, sino que regresan de pasar su invierno en el sur de Francia, eso solo puede significar que la suya es una casa ecológica.
Abuela Amigorena quiere saber entonces qué significa eso de «casa ecológica».
Y Shasha concluye que la abuela pertenece a ese grupo de la sociedad para quienes la ecología ya no es un tema relevante.
***
—Creo que los viernes tienen lugar encuentros de mafiosos debajo de mi cama —dice un día Miki.
—¿Estás segura de que los encuentros tienen lugar debajo de tu cama y no en tu cabecita? —pregunta Shasha.
—Absolutamente. Ya es el tercer viernes que oigo conversaciones bajo mi cama a partir de las once de la noche. Son cinco o seis hombres. Empiezan sobre las once y se tiran ahí de palique tres o cuatro horas, lo menos.
—¿Por qué debajo de la cama? —pregunta Abuela Amigorena.
—¿Prefieres que se le metan en la cama? —pregunta Shasha.
—¿Y de qué hablan? —pregunta Abuela Amigorena.
—No alcanzo a oírlos bien —dice Miki.
—¿Nunca intentaste sacarlos de ahí? —pregunta Abuela Amigorena.
—Si no puedes dormir, podemos ir a hablar con ellos del asunto —dice Shasha. Y añade—: Las personas que no duermen lo suficiente tienen mucha más tendencia que las demás a las alucinaciones y a la violencia.
—¿Hablar con quién? ¡¿Con la Mafia?! —pregunta Miki.
—Yo puedo hacerlo —dice Abuela Amigorena. Y da muestras de su decisión golpeando el suelo con ambos pies y poniéndose en pie.
—No necesitamos para nada su heroicidad —dice Miki.
—¿Y qué necesitáis? —pregunta Abuela Amigorena.
Ni Miki ni Shasha encuentran respuesta a la pregunta de qué necesitan de ella. Abuela Amigorena se ha ofendido.
***
—¿Qué opinas? ¿Un curso de inglés con contenidos eróticos podría llamarse… Lifelong Learning Business? —pregunta Miki. Súbitamente, otro asunto ha eclipsado a la Mafia en su lista de prioridades.
—Tal vez… —responde Mamá Nora.
Un aforismo repetido hasta la saciedad en la editorial dice que la televisión arruina el cerebro de los jóvenes. Miki podría ser un ejemplo vivo de eso. Hace escasos días vio un programa sobre dos veinteañeros que habían fundado un negocio de comida para niños, y claramente se ha vuelto loca. Ahora le aflige pensar que cada segundo de su vida es tiempo perdido. Nunca se ha realizado como persona, ni se realizará.
—Podríamos encargar la página web French Chic Porno, con fotografías a lo Helmut Newton… O sacar la serie en un cedé. Yo saldría en la portada.
—Eres demasiado joven para salir fotografiada en la portada de una publicación erótica —dice Mamá Nora.
—Entonces, ¿qué? ¿Quieres salir tú en mi lugar? ¿Es eso?
—Oye… —Miki se gira hacia Shasha cuando la conversación hace que esta última se levante para abandonar el salón—. ¿Tú no podrías grabarme diez lecciones de inglés? Así, en plan erótico… —pregunta.
Tras la expulsión de Shasha de su doctorado, Miki ha decidido que las dos están al mismo nivel.
—… ¿Sobre qué asunto? —pregunta Shasha.
—Sobre transportes, por ejemplo: trenes, aviones, excursiones…
—Excursiones…
—Al campo. También pueden ser sobre masajes y centros de spa. Terapias… Ya tú sabes.
—¿Y quién necesita eso?
—Yo.
—¿Tú necesitas clases eróticas de inglés? —dice Shasha—. Muy bien. Podemos conseguir que te metan en un correcional en Gran Bretaña.
—Pues la metemos —intercede Abuela Amigorena con ojos llenos de esperanza.
—¿A quién y adónde? —pregunta Mamá Nora.
—A Miki —dice Abuela Amigorena.
—¿Dónde? —pregunta Mamá Nora.
—¡Dónde va a ser! —dice Abuena Amigorena.
—¿Dónde va a ser? —pregunta Mamá Nora.
—¡En el correccional, leñe! ¿O es que no escuchas?
Que los adultos no saben escucharse unos a otros es obvio. Lo es desde hace algún tiempo y desde el primer instante resultó lamentable. Es imperativo cambiar el sistema educativo desde ya, para que al menos dentro de veinte años se produzca alguna mejoría.
(Otro aspecto muy triste de las relaciones humanas: la gente no sabe ya cómo disfrutar y celebrar la comida que han preparado los demás).
Después del «la metemos» de Abuela Amigorena, Miki toma aire, hace una larga pausa, y retoma el tema con fuerzas renovadas.
Hace mucho que está claro para todas: el error se cometió hace cinco años, cuando Miki eligió entre un instituto jesuita y la escuela de negocios. Entonces eligió la segunda.
—Será como un lifelong learning business familiar —Miki hace caso omiso de Abuela Amigorena—. Venderemos una parte del material de enseñanza a colegiales y estudiantes, y otra parte, a empresarios. Yo me reservaría el sesenta por ciento para mí.
—¡¿El sesenta por ciento?! —se asombra Abuela Amigorena.
—A usted aquí no le roba nadie —dice Miki.
—Entonces, bueno… —dice Abuela Amigorena después de reflexionar unos segundos. Y vuelve—: ¿Qué es un laiflong larning biznex?
—Cuando estudias durante toda la vida —responde Shasha.
—¿Toda la vida?
—Toda. Hasta que te mueres.
Mamá Nora desearía que algún día… un día de un futuro lejano… cuando el mundo cambie y sea otro… Mamá Nora desearía que Shasha volviera a su doctorado. Que acabara sus estudios. Y que las cosas volvieran a su orden natural.
—¿Qué hace? —pregunta Miki después de observar largo rato a Abuela Amigorena encorvada sobre la mesita de juego, bajo la lámpara de pie con estampados en relieve.
—Escribo una carta —responde Abuela Amigorena pasados unos instantes. Es evidente que las últimas palabras de Shasha le han molestado mucho.
—¿A quién?
—A la policía.
—¿Por qué motivo?
—Les voy a contar lo del laiflong biznex.
—¿Lo del lifelong learning business?
—Esas… clases de inglés tuyas… —dice Abuela Amigorena—. Eróticas…
—Bueno, ¿y qué tiene usted en contra de mis clases?
—Que no quiero estudiar.
—Ah, ¿y se puede saber qué quiere?
—Pues mira, lo que quiero es ver la tele.
***
—Últimamente son muy populares los voluntariados. Los voluntariados entre la juventud —dice Miki.
—¿Estás perdiendo la cabeza, Miki? —pregunta Shasha.
—Los voluntarios son el futuro. El futuro de todos. Solo ellos pueden salvar el país de la paralización y de la pereza.
La ansiedad de Miki por haber superado la barrera de los veinte años y no haberse realizado en la vida es contagiosa.
Deberían quizá aislar a esta clase de personas hasta que se tranquilizaran.
—¿Qué propones? —pregunta Mamá Nora.
—Creo que habla de donar sangre —dice Shasha.
—En mis tiempos, los voluntarios no donaban sangre; la derramaban —murmura Abuela Amigorena dándoles la espalda.
—Estos ya no son sus tiempos y los voluntarios ahorran sangre, no la derraman —dice Miki—. ¡Yo propongo una idea totalmente nueva, jamás explotada!
—¿Cuál? —pregunta Shasha.
—Fundar una asociación erótica de voluntarios… Un banco… Un banco-asociación erótico de voluntarios…
—¿¿??
—Podríamos pedir financiación al ayuntamiento. Pero yo tendría que recibir el sesenta por ciento de todo este asunto.
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