Incorrecta hasta un punto imperdonable.
Los jesuitas ceden ante los chinos hasta un punto imperdonable, creando una especie de religión común sino cristiana.
El padre Ripa dice: problemas con los dominicos los ha habido desde siempre.
Hay que verlos como los ven en España.
¿Y cómo los ven en España?, pregunta Castiglione.
Como enemigos, dice el padre Ripa.
No como competidores, sino como enemigos.
Así que los dominicos denunciaron al anciano emperador y a la Misión jesuita ante el papa.
Denunciaron que los jesuitas permitían a los chinos honrar a sus antepasados.
Junto a los ritos católicos.
Visitar tumbas de antepasados…
Celebrar fiestas confucionistas junto a fiestas católicas.
Esos dominicos se inmiscuyen en todas partes con su censura.
Ni siquiera se esfuerzan por mostrar interés por las costumbres chinas.
No entienden que la fe de Cristo solo llegará a los chinos tirando petardos durante la oración, dice el padre Ripa.
***
Un jesuita es como un apóstol, dice el padre Ripa.
Tiene que serlo todo para todos, con el fin de conquistar el corazón de todos, dice el padre Ripa.
¿Ignacio?, pregunta Castiglione.
Primera carta a los corintios, dice el padre Ripa.
¿Primera carta a los corintios?, pregunta Castiglione.
Sus propias palabras, dice el padre Ripa.
***
Y don Pedrini…, dice el padre Ripa.
No todo lo que dice el padre Ripa sobre don Pedrini es cierto.
Al padre Ripa no le gusta demasiado el padre Teodorico Pedrini.
Y no solo a él.
Tampoco a los otros.
Tampoco a los otros jesuitas.
Para empezar, porque el padre Teodorico Pedrini no es jesuita.
Es un padre paúl.
Y aunque los padres paúles siguen a los jesuitas en todo, tal vez por eso precisamente sea que no les gustan a los jesuitas.
La segunda razón es que el padre Teodorico Pedrini hizo amistad desde el principio con el anciano emperador de la dinastía Qing.
Mientras que los otros le sirven sin más o trabajan para él.
Y con la amistad del emperador solo pueden soñar.
El padre Teodorico Pedrini imparte incluso sus enseñanzas al hijo del emperador.
Cierto que solo le enseña a tocar el clavicordio.
Pero eso no es lo peor.
Lo peor es que Teodorico Pedrini escribe personalmente cartas a Roma.
Escribe y recibe respuestas.
Fue el primero en conocer la decisión del papa de prohibir las costumbres chinas en China, el primero en hablar con el anciano emperador y el primero en enviar una carta a Roma.
Informando de que el cuarto emperador de la dinastía Qing mostraba una actitud positiva respecto a esa cuestión.
Y se mostraba casi dispuesto a recibir a los enviados del papa.
El padre Ripa cuenta: el anciano emperador no se enfadó por la carta del papa.
No por su contenido.
El anciano emperador se enfadó por los enviados del papa.
Manifestaron una ignorancia absoluta por la lengua y la cultura chinas.
Una ignorancia ofensiva.
Los jesuitas jamás se habrían permitido algo así.
Pero si todo hubiera acabado bien, dice el padre Ripa.
Si todo hubiera acabado bien.
Don Pedrini habría reclamado todo el mérito para sí.
***
Ahora a todo el mundo le ha dado por denunciar a los jesuitas.
Hasta a los franciscanos españoles.
Después de las quejas de los franciscanos, el papa prohibió a los jesuitas llamar al emperador de China «Su Excelencia».
Ahora están obligados a elegir entre otros muchos nombres para el emperador.
***
Castiglione pide que el padre Ripa escriba una carta.
¿A quién?
A Michelangelo Tamburini. El general de los jesuitas.
Que por favor lo envíen, a él, a Castiglione, a algún otro sitio.
A otra misión. No puede seguir allí sentado pintando porcelana.
Ni los ejercicios espirituales de Ignacio ayudan.
No ayudan.
Que lo envíen, a él, a Castiglione, a cualquier sitio donde el general de la Compañía o el papa lo necesiten.
Tal vez a la India.
El padre Ripa tranquiliza a Castiglione.
Tomándolo de la mano, le dice:
Castiglione podrá regresar cuando quiera.
Pero ahora es mejor esperar.
Mejor no aumentar aún más las dudas del emperador.
Cuando se espera todo cambia.
Hasta los chinos piensan así.
***
Mira tú por dónde: una cosa buena.
El emperador ha ordenado expulsar de China a todos los agustinos y franciscanos.
Porque no tienen suficiente instrucción.
Y qué quieres: es la pura verdad.
Eso jamás se podrá decir de los jesuitas.
El padre Ripa dice: era la única manera de librarnos de esos herejes.
La comisión de expertos en arte se lleva los bocetos de los caballos para el quinto emperador de la dinastía Qing.
Castiglione no teme.
Que los destrocen sin querer por el camino.
Ha pintado los bocetos sobre papel coreano.
El papel es tan resistente que no le puede pasar nada si no existe voluntad de que pase.
La comisión acaba de partir, y Castiglione se ha quedado esperando la respuesta del emperador.
¿Se puede ya desenrollar la seda y extenderla sobre el soporte de madera?
¿Se puede ya comenzar a pintar sobre ella el cuadro titulado Cien caballos?
La espera puede ser larga.
Una hora china dura dos horas europeas.
No siempre dos exactamente.
A veces más, a veces menos.
Depende de la estación del año.
Los chinos no suelen ir con prisa a ningún sitio.
En China llegar tarde es algo habitual.
Solo la medicina la toman a las horas establecidas.
Castiglione jamás pensó que en China pudiera hacer tanto frío.
Que en invierno tuviera que caminar a través de la nieve por las mañanas y calentarse las manos en el gorro de colas de zorro.
Los emperadores de la dinastía Qing no son chinos auténticos.
Son manchúes.
Más cerca de los mongoles que de los chinos.
Y no confían en los eunucos tanto como los chinos que gobernaron antes que ellos.
Los emperadores manchúes valoran sobre todo a las gentes de ciencias.
Mandarines confucionistas.
Y jesuitas.
Los confucionistas gozan de más respeto que nadie en la Ciudad Prohibida y entorpecen como nadie en la Ciudad Prohibida el acceso de los jesuitas al emperador.
El acceso a él y su consiguiente conversión a la fe.
El padre Ripa dice: a los jesuitas los entorpecen sobre todo los propios jesuitas.
El padre Ripa dice: verás, los jesuitas que llegaron a China antes que tú daban la impresión de ser muy arrogantes y se comportaban con excesiva gravedad.
¿Qué significa ese «muy»? ¿Qué significa «excesiva»?, pregunta Castiglione.
Digamos que hablaban con un exceso de pompa, continúa el padre Ripa.
Y se comportaban con más aún, dice el padre Ripa.
Y toda la culpa de eso la tenía la educación jesuita.
En los colegios jesuitas el brillo exterior es tan necesario como la formación del intelecto.
Especialmente importante es que todos dispongan de un pañuelo para limpiarse la nariz.
Castiglione nunca ha conocido a nadie tan espiritual como el padre Ripa.
Ni tan sabio.
Los primeros jesuitas llegados a China parecían elevarse por encima del suelo gracias a una mano invisible, dice el padre Ripa.
En realidad, dice el padre Ripa.
Siempre estuvieron por encima.
Y no gracias a una mano invisible.
Los llevaban dos sirvientes en andas, dice el padre Ripa.
Si no había andas, iban en burro, dice el padre Ripa.
A pie no iban a ningún sitio.
Y cuando decidían viajar a algún lugar, se acurrucaban en un palanquín transportado por criados, dice el padre Ripa.
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