Estas formas de presentación son hoy día más frecuentes que antaño y es necesario estar al corriente. Paul Federn informó de un caso que comenzó con neurastenia, fobias y obsesiones, y prosiguió con toxicomanía y estados maniacos-depresivos. A lo largo del tratamiento psicoanalítico de este hombre, llevado a cabo hace casi un siglo, Federn observó que las fobias no desaparecían, así que decidió enviarlo a Freud.
Después de dos años de tratamiento —señala Federn—, no se obtuvo éxito terapéutico. Freud me confesó que sospechaba que la causa de la resistencia era una paranoia y que por más que no se lograra éxito con la neurosis, tal vez debíamos proteger al paciente del estallido de la paranoia. Este punto de vista me resultó muy sugestivo»28.
Y lo es, puesto que llama la atención sobre dos aspectos esenciales. En primer lugar, enfatiza que las manifestaciones de la psicosis pueden incluir síntomas de apariencia neurótica (predominantes y casi exclusivos en el periodo inicial) y el uso de sustancias tóxicas. En segundo lugar, estos síntomas y la neurosis en general son probablemente las mejores defensas frente a la locura29.
Además de todas estas presentaciones, la locura está sujeta a momentos personales diversos que deben observarse en el tratamiento: estabilizaciones por distintos procedimientos, compensaciones farmacológicas, crisis, reagudizaciones por consumo de drogas, malos encuentros, pérdidas, psicotización de la transferencia, etc.
Si se quiere llevar a cabo un tratamiento, el terapeuta debe estar atento a toda esta amplitud de experiencias y manifestaciones clínicas. Además, comoquiera que la psicoterapia de la que aquí se habla es una clínica bajo transferencia, la expresión de la locura estará mediatizada por la relación del paciente con el clínico. Esta relación da pie a un muestrario amplísimo de experiencias en las que el terapeuta forma parte del cuadro clínico del paciente y desempeña los más variados papeles, desde la persecución hasta la contención. Como se sabe, el loco es alguien en potencia muy frágil, uno de esos seres a medio hacer que en un instante pueden perder pie y despeñarse. Para contrarrestar esa posibilidad, el clínico tiene que estar advertido de esa flaqueza y permanecer al quite para echarle una mano en el momento oportuno.
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