PASTORES
SEGÚN
el corazón
DE
DIOS
La intimidad con Dios que debe desarrollar para el buen ejercicio de su ministerio
Jose Mª Baena Acebal
Editorial CLIEC/ Ferrocarril, 8 08232 VILADECAVALLS (Barcelona) ESPAÑA E-mail: clie@clie.es http://www.clie.es |
© 2021 por José Mª Baena Acebal «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)». © 2022 por Editorial CLIE La versión de la Biblia generalmente utilizada es la RVR1995, de las Sociedades Bíblicas Unidas. Cualquier otra versión será debidamente referenciada. Las cursivas empleadas en algunos textos son del autor, con el fin de resaltar algún aspecto particular. |
Pastores según el corazón de Dios
ISBN: 978-84-18204-97-5
eISBN: 978-84-19055-15-6
Ministerios cristianos
Recursos pastorales
José Mª Baena Acebalgraduado en Teología por la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios; Diplomado en Enseñanza Religiosa Evangélica por el CSEE (España) y Pastor del Centro Cristiano Internacional Asambleas de Dios, de Sevilla (España). Profesor de Enseñanza Religiosa Evangélica (ESO) y de la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios en La Carlota (Córdoba). Ha sido Presidente de las Asambleas de Dios en España y de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas (FEREDE).
Dedicado a la pequeña pero potente iglesia Assemblée de Dieu du Bassin Minier (Montceau/Creusot, Francia) que me vio nacer en el evangelio, a la familia Berthonier que lo hizo posible con su acogida y testimonio (Gérard, Raymond, Yvonne, Alfred, Jeanne, Alain, Nicolle), A Roger Benzaken, que me obsequió con mi primera Biblia, y a Jean Joly, quien me dirigió al Señor (1969). Mi más sincero y sentido agradecimiento.
ÍNDICE
Introducción
1.El corazón de Dios
2.Oficio o sacrificio
3.La misericordia como norma
4.El amor como motor
5.Campo abierto
6.La Palabra como única fuente de inspiración
7.Cristo como único fundamento
8.El Espíritu como única fuerza
9.El ejemplo como única herramienta
10.Generadores de futuro
11.Mayordomía pastoral
12.Intimidad con Dios
13.La recompensa final
Epílogo
Bibliografía consultada
Os dar é pastores según mi coraz ó n, que os apacienten con conocimiento y con inteligencia.
Jeremías 3:15
Me saliste al paso, en mi camino
errante, sin rumbo claro.
Me hallaste cuando yo perdido
me alejaba, desterrado.
No fue brusco nuestro encuentro;
pareciome fortuito.
No le di mayor sentido
ni calibré el resultado.
Caminé contigo,
y poco a poco descubrí Quién eras.
Este libro sigue a los dos anteriormente publicados, Pastores para el siglo XXI (2018) y Persona, pastor y mártir (2020), con el objetivo de profundizar aún más en el amplio y hermoso tema pastoral. Los tres son el resultado de mis vivencias durante más de cuatro décadas de ministerio pastoral y de un amplio ejercicio de reflexión y estudio de la palabra de Dios, con el concurso de la aportación que otros compañeros de ministerio han añadido y la perspectiva que da el conocer cómo se desarrolla la obra de Dios más allá de mi iglesia local, no solo en España sino también en algunos otros lugares del planeta.
Si en el primero trataba de definir un perfil pastoral para el nuevo siglo y en el segundo me centraba en una visión más íntima y personal del ministerio pastoral, en este tercer volumen intento aproximarme al profundo carácter espiritual de tan privilegiada misión como es la de pastorear la iglesia de Dios.
Soy consciente de la responsabilidad que implica, no solo escribir acerca de este tema, sino esa que los pastores tenemos delante de Dios ante la sublime tarea que se nos encomienda y de la que, en su día, habremos de dar cuentas al Señor. Con “temor y temblor”, como decía el apóstol Pablo, me enfrento a textos como los de Jeremías o Ezequiel, que muestran el desagrado de Dios por el comportamiento y la trayectoria de los “pastores de Israel” o incluso de sus “profetas”, aquellos dirigentes del pueblo desaprensivos y ciegos a los que Dios tenía que amonestar con rigor, acusándolos de “apacentarse a sí mismos” y de andar “de monte en collado” olvidándose de sus propios rediles con el resultado de que las ovejas están confusas y amedrentadas, esparcidas por los montes, sin dirección, guía o alimento. Los llama “necios”, sin paliativos.
También Jesús arremete contra los supuestos dirigentes espirituales del pueblo de su propio tiempo, la casta de los fariseos, escribas y sacerdotes, a quienes directamente llama “hipócritas”, “insensatos” y “guías ciegos”.
No pretendo ser negativo ni crítico con nadie en particular al referirme a estos textos, solo que me sobrecoge pensar que yo mismo pudiera estar incurriendo en los pecados de aquellos líderes indignos. Y al reflexionar sobre mí mismo, animo también al lector, si es pastor o pastora, o ejerce cualquier otro ministerio, a hacerlo con humildad y sinceridad, pues a veces flaqueamos en alguna medida o nos dejamos influenciar o llevar por la corriente de ahí fuera, malentendiendo cual es el fin de nuestro ministerio y qué y quién lo sustenta y lo hace florecer y fructificar.
Lo que deseo resaltar es lo importante que es estar muy cerca del corazón de Dios, de donde procede toda bondad y toda misericordia, porque, como escribe Santiago, el hermano del Señor, “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación” (St 1:17). Allí está la fuente inagotable de la gracia divina, todo lo que necesitamos para cumplir fielmente la misión encomendada. No son nuestros recursos los que nos llevarán al éxito, sino los suyos. Si queremos llenar el depósito de nuestro automóvil de combustible, vamos a la gasolinera; si queremos proveernos de agua, vamos a la fuente o abrimos el grifo o la llave que la tecnología nos ha traído a nuestra propia casa; y si queremos pastorear no nos queda otro remedio ni hay otro lugar a donde acudir que el propio corazón de Dios, donde reside el Logos divino, la Sabiduría eterna, el príncipe de todos los pastores.
Recibir un encargo de parte de Dios –una encomienda o misión– es una gran responsabilidad pero también un enorme privilegio, pues Dios “nos encargó a nosotros [escribe Pablo] la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Co 5:19-20).
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