—¡Pequeños —gritó—, el viejo Mono ha vuelto!
Le dieron un gran banquete de bienvenida.
—Como ha estado diez años en las regiones superiores, podemos con toda seguridad suponer que tuvo mucho éxito.
—¿Diez años? ¿De qué hablan? Estuve allá diez días.
—En el cielo no se dio cuenta de cómo pasaba el tiempo. Un día allá es un año aquí abajo. Díganos por favor qué rango le dieron.
—Ni lo mencionen —dijo Mono— o moriré de vergüenza. El Emperador de Jade no tiene idea de cómo aprovecharlo a uno. Él vio lo que soy, pero todo lo que pudo hacer conmigo fue convertirme en algo que llaman Pi-ma-wên. Me pidieron que cuidara a sus caballos: no es más que un puesto de baja categoría que no está asociado con ningún rango. No me di cuenta de eso cuando acepté el trabajo ni me la pasé mal jugueteando en los establos. Sin embargo, hoy les pregunté a los demás y descubrí qué clase de puesto era. Me puse furioso y enseguida renuncié al trabajo. Así que heme aquí.
—Y qué bueno —dijeron—. Si puede reinar en un sitio encantado como éste, ¿qué sentido tiene que se vaya para ser un mozo de cuadra? Pequeños, preparen un banquete para aclamar a nuestro Gran Rey.
Estaban empezando a beber cuando alguien anunció que había afuera dos reyes demonios de un cuerno que pedían ver al Rey Mono.
—Háganlos pasar —dijo Mono.
Los demonios se acicalaron, entraron a la cueva a toda prisa y se postraron ante él.
—¿Qué los trae por aquí? —preguntó Mono.
—Sabemos desde hace mucho tiempo que aprecias las buenas cualidades, pero no había habido una ocasión apropiada para que te presentáramos nuestros respetos. Sin embargo, al escuchar que obtuviste un puesto en el cielo y volviste triunfante, pensamos que no te opondrías a recibir un pequeño regalo. Aquí tienes este tapete rojo y amarillo; esperamos que lo aceptes. Y si además te dignas a aceptar que tipos humildes como nosotros trabajen a tu servicio, estamos dispuestos a realizar las tareas más ínfimas.
Mono se envolvió en la cobija lleno de júbilo y todos sus súbditos se formaron a rendirle homenaje. Los reyes demonios fueron nombrados mariscales de la vanguardia, y tras expresar su gratitud preguntaron qué puesto tenía Mono en el cielo.
—El Emperador de Jade —dijo Mono— no tiene ninguna consideración por el talento. ¡Me nombró mozo de cuadra!
—Con poderes mágicos como los tuyos —dijeron—, ¿por qué tendrías que rebajarte a cuidar de los caballos? Un título apropiado para alguien como tú sería Gran Sabio Igual a los Cielos.
A Mono le fascinó cómo sonaba eso y, tras exclamar muchas veces:
—¡Bien, bien, bien! —ordenó a sus generales que hicieran un estandarte con la leyenda GRAN SABIO IGUAL A LOS CIELOS con letras grandes.
En lo sucesivo, dijo, nadie se dirigiría a él con ningún otro nombre, y a todos los demonios que reconocían su dominio se les dieron las instrucciones correspondientes.
Al día siguiente, cuando el Emperador de Jade recibió a la corte, el jefe del establo apareció hincado en los escalones del trono para anunciar que el recién nombrado mozo de cuadra se había quejado de que el trabajo no era lo bastante bueno para él y había vuelto a la Tierra.
—Muy bien —dijo el Emperador de Jade—, pueden regresar a sus obligaciones. Enviaré a soldados celestiales para que lo arresten.
Enseguida Vaiśravana y su hijo Natha se ofrecieron para ese servicio. Los pusieron al mando de la expedición y nombraron al Poderoso Espíritu Mágico para que fuera adelante, al general Barriga de Pez para hacer avanzar a la retaguardia y al capitán de los iaksas para empujar a las tropas. Poco después habían salido de la Puerta Sur del cielo e iban camino a la montaña de Flores y Fruta. Eligieron una superficie de tierra plana para acampar y se escogió al Poderoso Espíritu Mágico para provocar la batalla. Se abrochó la armadura y, blandiendo su gran hacha, llegó a grandes zancadas a la boca de la cueva de la Cortina de Agua. Afuera estaba una pandilla de monstruos —lobos, tigres, etcétera— brincando, haciendo floreos con sus lanzas y espadas, saltando y haciendo escándalo.
—Execrables criaturas —gritó el espíritu—, corran a decirle al mozo de cuadra que por órdenes del Emperador de Jade ha venido un gran comandante del cielo a recibir su sumisión. Díganle que se apure o todos ustedes pagarán con sus vidas.
Los monstruos entraron atropelladamente a la cueva.
—Sucedió algo terrible —anunciaron.
—¿Qué pasa? —preguntó Mono.
—Hay en la puerta un comandante celestial; dice que lo envió el Emperador de Jade para que le des tu sumisión. Si no te sometes enseguida, dice que todos lo pagaremos con nuestra vida.
—Tráiganme mis armas —gritó Mono.
Se puso el yelmo de bronce, la coraza de oro y los zapatos de pisar nubes y, bastón mágico en mano, salió con sus vasallos detrás y los formó para la batalla.
Cuando el Poderoso Espíritu Mágico lo vio, exclamó:
—¡Mono condenado! ¿Me conoces o no?
—¿Qué vil deidad eres? —preguntó Mono—. Nunca en la vida te había visto. Dime tu nombre en este instante.
—Inmundo embaucador —gritó—, ¿cómo te atreves a fingir que no me conoces? Soy el Poderoso Espíritu Mágico, líder de la vanguardia de las huestes celestiales de Vaiśravana. Vengo por órdenes del Emperador de Jade para recibir tu sumisión. Desármate ahora mismo y ponte en manos de la misericordia celestial, o se pasará a cuchillo a todos los habitantes de esta montaña. Si tan sólo murmuras la mitad de la palabra “No”, al instante serás cortado en pedazos.
—Vil deidad —gritó Mono, enojadísimo—, deja de alardear. Si te mato con un golpe de mi bastón, no podrás llevar mi mensaje. Así, te perdonaré la vida para que regreses al cielo y le digas al Emperador de Jade que no sabe cómo emplear a un buen hombre cuando lo encuentra. Domino innumerables artes mágicas. ¿Por qué habían de ponerme a cuidar a los caballos? Mira lo que está escrito en este estandarte. Si reconoce mi derecho a este título, lo dejaré en paz, pero si se rehúsa, enseguida subiré y daré un golpe tan fuerte a su palacio que se caerá de su sofá de dragón.
El espíritu miró alrededor y vio el estandarte con su inscripción y soltó una carcajada.
—¡La insolencia de este horrible mono! —gritó—. Llámate “Igual a los Cielos” si quieres, pero antes trágate una buena dosis de mi hacha —y al decir esto lanzó un golpe contra la cabeza de Mono.
Éste no se alteró y detuvo el golpe con su bastón. Vino a continuación un buen pleito. Al final, el espíritu ya no aguantaba más. Mono lanzó un golpe rotundo a su cabeza y él intentó bloquearlo con el hacha. El hacha se partió en dos y el espíritu tuvo que salir huyendo. De regreso en el campamento, fue directo con Vaiśravana y, arrodillado frente a él, dijo entre jadeos:
—El mozo tiene poderes mágicos demasiado fuertes para nosotros. Fui incapaz de hacerle frente y ahora vengo en busca de misericordia.
—Este infeliz me ha humillado —dijo Vaiśravana, mirando con desdén al espíritu—. ¡Llévenselo y córtenle la cabeza!
Pero su hijo, el príncipe Natha, dio un paso al frente y, haciendo una profunda reverencia, dijo:
—Padre, no te enojes. Perdónale la vida al espíritu por un tiempo y déjame ir a luchar para que sepamos cómo están las cosas en realidad.
Vaiśravana aceptó la oferta y le ordenó al espíritu que regresara al campamento y esperara el juicio.
El príncipe, con la armadura ya abrochada, salió corriendo del campamento y fue a toda prisa a la cueva de la Cortina de Agua. Mono estaba desarmándose, pero en eso acudió a la puerta y dijo:
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