1 ...6 7 8 10 11 12 ...20 Cuando el síntoma no es egosintónico divide al que lo porta. Si el sujeto no reconoce su síntoma, nuestro trabajo será provocar su reconocimiento. Para Lacan percibir el síntoma como tal forma parte de la naturaleza del síntoma. El síntoma divide al sujeto y abre el camino a lo que hemos nombrado como “efecto sujeto”. Este efecto es condición previa de la entrada en análisis. Otra forma de decir lo mismo es que buscamos que el paciente se deje representar por lo que excede a su voluntad de decir. Es allí donde habla el inconsciente, y allí donde se dirige la interpretación del analista.
Este es el punto donde se separan el psicoanálisis y las psicoterapias. La psicoterapia recubre la división con distintos sentidos, incluidos los sentidos edípicos que tienen la forma de una explicación. La idea de una identificación a la madre o al padre son la forma de recubrir el agujero constitutivo de todo sujeto que hemos denominado represión primaria, ombligo del sueño o roca de la castración.
Partimos de la dualidad que distingue un Otro completo y un Otro incompleto. El Otro completo es el de la demanda. Es un Otro cuya función esencial es la del reconocimiento.
El Otro incompleto tiene dos versiones. La primera versión es el Otro castrado. Su nombre es el Otro del deseo, es el Otro que se representa por una interrogación, por un enigma. Este es el Otro que no tenemos que ofrecer en tanto analistas cuando se presenta un sujeto angustiado, porque es un Otro que plantea interrogantes, enigmas, ambigüedades. Es el Otro que se ha formulado también como el Che vuoi? el Otro que no reconoce.
La segunda versión es la del fin del análisis, la de un Otro que no hay. A ese Otro que no existe lo nombramos como la inconsistencia del Otro. ¿Y qué queda cuando no hay Otro?: el objeto a.
Tenemos entonces al sujeto dividido por sus síntomas, por lo que podríamos llamar en sentido general sus problemas. Pero la entrada en un análisis lacaniano implica otro tipo de división, una que no es la de la angustia o el sufrimiento. El análisis específicamente lacaniano tiene una diferencia con lo que podemos llamar el análisis simbólico.
Ha pasado a ser una discusión entre los analistas si hay o no análisis por teléfono o por Skype. Mi postura es que los hay. Miller comparte esta idea diciendo que “el análisis telefónico o por Skype, sin el cuerpo presente del analista, es un análisis simbólico…”. El análisis simbólico es lo que hicimos toda la vida, con suerte. Un análisis simbólico no quiere decir que se trate de un análisis insuficiente, quiere decir que es un análisis donde se asocia, se asocia por el sonido, se deja hablar. Ojalá hubiera muchos análisis simbólicos. No es para nada obvio que todos los análisis transcurren con un método asociativo constante, siguiendo el método que implica de por sí la división del sujeto. Un análisis simbólico es un análisis que transcurre bajo la forma de la división, que quizá no llega hasta el final en relación a la pulsión, que quizá no llega hasta la destitución del Otro, pero que llega lejos de todos modos. Y es un análisis que muchas personas, analistas incluidos, no soportan. Estoy convencido de eso. No es tan sencillo de soportar un análisis simbólico, es decir un análisis en donde todo el tiempo es destituida la demanda de curación o de resolución de problemas que presionan desde lo cotidiano.
Entonces, el sujeto dividido, ahora considerado en relación al análisis, es dividido de distintas formas. Este sujeto dividido está también al final, ya veremos con qué estatuto. Al final el sujeto tiene otra forma de división.
Al inicio del análisis el sujeto está dividido entre dos significantes, y por eso es llamado el sujeto del significante. En el punto del final del análisis el sujeto está dividido entre el síntoma y el inconsciente. Se trata de dos formas de la división con consecuencias subjetivas importantes. Si no calculamos las diferentes consecuencias subjetivas de la división del sujeto del significante o de la división del sujeto entre el síntoma y el inconsciente, perdemos de vista los fenómenos clínicos con los que nos orientamos. Y al perderlos quedamos en la abstracción.
La primera división es la que tiene lugar entre lo que el sujeto quiere decir y lo que dice. Sabemos que es difícil tomar en sentido literal las metáforas que emplea un sujeto y desplazarlo radicalmente del tema que viene a hablar. Ese es un primer movimiento al que apuntamos y que distingue entre lo que dice y lo que quiere decir. Luego esperamos que se den las formas asociativas que implican que ese sujeto se represente por significantes y que se produzcan desplazamientos. Los significantes pertenecen al campo del Otro. Si el sujeto se representa por ellos, podemos deducir que hay una íntima relación entre el sujeto y el Otro. En la medida que este sujeto esté representado por significantes siempre permanecerá unido al Otro. El análisis simbólico no destituye al Otro.
Hay una interpretación que corresponde especialmente a esta zona de la entrada en análisis que es la interpretación simbólica. La interpretación simbólica consiste en agregar en el discurso del paciente un S2, en agregar un significante a los dichos del paciente. Es una interpretación que tiene por efecto desplazar al sujeto de aquello que quiere decir. Contamos con que hay una distancia entre lo que dice y lo que quiere decir, y la interpretación simbólica provoca ese desplazamiento. Respecto de ese desplazamiento hay dos posibilidades: o el sujeto se desplaza solo o se desplaza a partir de nuestras intervenciones con un S2.
Este primer movimiento implica la transferencia amorosa en relación a la cual el sujeto propone al analista que sea el Otro. Esta es una clave muy importante porque el analista está ofrecido a ocupar el lugar del Otro cuando hay transferencia. En esta articulación entre significantes del campo del Otro siempre hay un resto.
En La lógica del fantasma Lacan dice: “He nombrado esa Verwerfung como rechazo del ser. Lo rechazado de lo simbólico reaparece en lo real. Si el ser del hombre es en efecto lo que a partir de cierta momento es rechazado, lo vemos reaparecer en lo real bajo una forma completamente plena… Yendo por la ruta ustedes encontrarán un camping o más exactamente a su alrededor el círculo de escoria, es ese ser del hombre que reaparece en lo real que se llama detritus”. (1)
En esta operación del sujeto dividido, ese resto queda en el campo del Otro. Esta es la operación que se presenta en el Seminario sobre La angustia con diferentes formas del retorno de dicho objeto. La primera forma de retorno es en verdad la que no hay, debido a que el objeto está velado en el campo del Otro y funciona entonces como causa del deseo. Este es el primer movimiento. Cuando el objeto funciona como causa del deseo se trata de un objeto velado en el campo del Otro. La segunda forma de retorno que implica su proximidad al campo del sujeto, es un fenómeno de borde que se manifiesta como angustia. Es un objeto que amenaza con volver.
Cuando este objeto abandona la amenaza y retorna efectivamente, se constituye como objeto de goce. Esta intrusión del objeto en el campo imaginario se presenta como lo siniestro. El objeto causa de deseo será presentado en primera instancia como objeto perdido, o como solemos decir, velado. El sujeto del deseo es entonces el sujeto del significante y por lo tanto sujeto articulado al Otro. Se lo suele formular en estos términos: “el deseo es el deseo del Otro”, o bien diciendo: “el inconsciente es el discurso del Otro”. El deseo es siempre dialéctico. Cuando se sale de esta lógica significante habrá un más allá del Otro y del sujeto.
En el Seminario La lógica del fantasma, Lacan desarrolla la idea de la existencia de dos tipos de significantes: el significante que se articula en una cadena y el significante que se significa a sí mismo. Recuerden que forma parte de la naturaleza del significante el ser dos. El significante que se significa a sí mismo no está en la cadena y por lo tanto no produce efectos de sentido.
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