1 ...8 9 10 12 13 14 ...20 Entonces, si hay algo que siempre se escapa, Miller se pregunta: “¿Habrá un final del análisis absoluto?”. Desde lo que vamos diciendo la respuesta sería que no. Pero Miller también se pregunta: ¿la neurosis no retorna, no hay retorno de la neurosis? En algún momento inclusive se pensaba que no hay retorno al análisis. Después se comprobó que había. Luego se dijo que ese retorno no era al análisis, sino que era un post analítico. A mi entender hay retornos al análisis, hay reiterados retornos al análisis.
Entonces retomo desde la pregunta: ¿dónde está el objeto perdido? Está en lo que Miller llama insignia. Esto lo encuentran en los primeros capítulos de Los signos del goce. Insignia quiere decir esto: que el objeto que estaba perdido ahora queda articulado a lo que se va a llamar la letra.
Letra es significante y objeto, o sea que el objeto en su destino final está atado al significante, es lo opuesto a lo que dijo Lacan durante mucho tiempo. El objeto está afuera y cuando retorna hay angustia, cuando retorna hay goce.
La insignia es la conjunción entre el significante y el objeto. Cuando el significante y el objeto coinciden se rompe la cadena, se termina, y por eso hay que cambiarle el nombre. El significante atado al objeto no hace cadena, hace lo que llamamos letra. Allí no hay Otro pero hay letra, y esto implica la localización de un punto.
De este modo, la variable está en el sujeto, mientras que en el objeto está la constante. Miller se pregunta por la invariabilidad del objeto, se pregunta si el objeto permanece siempre igual, y su respuesta es que lo que varía no es el objeto sino la forma del sujeto, la forma que este tiene de tratarse con el objeto. Ese es el punto que llamamos construcción del fantasma. La construcción del fantasma es una nueva forma de articular el sujeto con el objeto.
Pensémoslo de este modo: tenemos dos pisos, uno es el fantasma y el otro el sinthome. Recuerden que cuando el objeto se une a S1 le quita la función significante al S1, y por lo tanto rompe la cadena, como ocurre con los fenómenos elementales.
Es un elemento que partió del inconsciente y se precipitó en una letra que es lo que va a constituir el sinthome. Este elemento arrastra todo el análisis, todos los efectos de significación y todo el compromiso del sujeto con su propia producción. El sujeto que está en el inicio tiene fecha de vencimiento, que es cuando se deconstruye al Otro. Cuando Lacan en su Seminario …o peor dice todo junto “hayuno” plasmando este movimiento.
Tenemos en el Seminario La lógica del fantasma a ese significante que se significa a sí mismo, luego el significante nonsensical asemántico del Seminario 11, en “Lituraterre”, donde la letra será el deshecho de todo este movimiento. La pregunta que surge luego de todo este movimiento es, ¿dónde está el objeto? El objeto está pegado al significante, y esto es lo que primero se llamó “sujeto del goce” y no “sujeto del significante”. El sujeto del goce es un sujeto que es fijo, que está fijado.
La relación entre interpretación y pulsión hace posible la interpretación discontinua, que es aquella que rompe la cadena, la que obstaculiza la asociación. Ahora vamos por el camino inverso; primero promovimos la asociación, ahora con este elemento vamos a destituir la asociación. No es solo que se agota la asociación, sino que la interpretación del analista utiliza ahora un S1 que se repite.
La interpretación ahora no es con la introducción de un S2 que se articula a un S1 del paciente, sino que es S1, S1, S1… La interpretación por S1 tiene que ser una interpretación insistente, es la que ilustra muy bien Bartleby el escribiente cuando insiste en responder “preferiría no hacerlo”. La interpretación con S1 es insistente, metódica, destituye todos los movimientos significativos que quiere hacer el paciente, es una interpretación que implica un atravesamiento del fantasma. La identificación está siempre en juego en todo el desarrollo anterior.
Las identificaciones en Lacan se llaman S1 y su función es representativa. La función representativa que está en relación con la fórmula del significante representa a un sujeto para otro significante. Esta es la reformulación de la identificación freudiana utilizando la lingüística. Cuando la identificación implica un significante que nos representa, nos aleja de la novela neurótica. Cambia el tipo de interpretación apoyada en los personajes papá y mamá. Con el concepto de significante el trabajo pasa a ser sobre las identificaciones, sobre los S1 o los S2 representativos del sujeto.
Trabajar con los significantes nos envía a trabajar más allá de la realidad histórica y novelada, porque las identificaciones se trabajan por desplazamiento significante y no ya por decirle al paciente: “Hay que terminar con su papá”.
No es lo mismo letrar al paciente que darle letra, es decir, conceptualizar su cura. Los conceptos son nuestros síntomas, aquellos con los cuales debilitamos la lógica de un análisis.
Cada vez que empleamos un concepto estamos alimentando el yo, estamos volviendo al conócete a tí mismo, que no es ascesis sino refuerzo yoico. Así es refuerzo yoico para ir al pase con un yo bien armado, sabiendo lo que es goce, lo que es más allá del padre y toda la serie de fórmulas que todos conocemos.
Tenemos que tener en cuenta que no existe el no síntoma, todos producimos síntomas. A mi entender nuestro síntoma tiene que ver generalmente con el peso que tienen para nosotros los conceptos, y ellos se meten en los análisis de una u otra forma. La interpretación jamás debiera hacerse con frases conceptuales que intenten orientar al paciente hacia el final con frases tales como “cayó un objeto” o “cayó una identificación”.
Octave Mannoni contaba que su fin del análisis se precipitó cuando Lacan le aumentó considerablemente los honorarios. El entendió que eso era el fin. ¿Cómo demostrar que eso era el fin y no el retiro del análisis de un amarrete? Solo en el pase podría verificarse en qué consistió ese final.
Para demostrar la lógica de un análisis y su final contamos con dos formas: la forma retórica y la forma matema. Por eso, me parece que en ese sentido el dispositivo del pase viene a alojar eso que queda en manos del paciente, no del analista. Lo que antes realizaba el analista, dar el alta, ahora se desplazó al pase. El analista queda en el camino y el paciente se arregla con el análisis y el final de análisis que se inventó, teniendo en el pase un lugar para verificar y probar su invento. Hay analistas que en el pase pueden convencer y ser consistentes, hay otros muy hábiles para disfrazar el final de un análisis. El pase no es infalible. De hecho, hay personas que no pasan y debieran haber pasado. El tema es que si no tomásemos esos riesgos no habría clínica del pase.
Creo que nadie debiera perderse de hacer la experiencia del pase, aunque le vaya mal no pasando. Es una experiencia valiosa, hay una variación muy importante del propio análisis cuando se va al pase. Los efectos del pase en uno, aunque no pase, son siempre importantes y no siempre negativos. Por supuesto, nadie se alegra de no pasar, pero el efecto de pasar por el pase, de intentar demostrar, armar, transmitir, correr ese riesgo, es un precio módico en función de lo importante que es para cada uno hacer esa experiencia.
El destino del objeto perdido es la articulación que corresponde al equívoco. Los tres equívocos se pueden leer en “El atolondradicho”. El equívoco se puede confundir con la polisemia de la palabra, con el hecho de que una palabra pueda significar una cosa u otra, pero interpretar por el equívoco es en realidad dirigirse a lo unívoco. No se trata de una apertura de sentidos sino más bien de un cierre. Son las distintas formas en las que Lacan concibe cuál es la forma de cerrar.
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