1 Not everything that counts can be counted, and not everything that can be counted counts. La cita aparece por primera vez en el texto de William Bruce Cameron Informal Sociology: A Casual Introduction to Sociological Thinking (New York: Random House, 1963). Einstein habría escrito esta cita en el pizarrón de su oficina en el Institute for Advance Studies de Princeton, New Jersey (USA).
Capítulo 1
Breves notas sobre las principales etapas del proceso de oposición a la emergencia climática
Nuestra tarea es elegir las ventajas del progreso sin caer en sus riesgos.
Jared Diamond, 30 años para salvar el planeta
El 6 de diciembre de 1988 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por unanimidad una resolución sobre la “Tutela del clima global para las generaciones presentes y futuras de la humanidad”. Sobre esta resolución se construyó todo el proceso general que llevó con los años a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambios Climático de 1992, al Protocolo de Kioto de 1997, ratificado por 192 países, a la Conferencia sobre el Clima de Copenhague en 2009, en la cual las potencias con economías en vía de desarrollo y con abundantes recursos naturales –recursos estratégicos− como China e India, asumieron una actitud reivindicativa, reclamando más tiempo y no aceptando ponerse en el mismo plano que las potencias occidentales, responsables durante dos siglos de una industrialización salvaje y de la devastación del medioambiente.
El texto aprobado por 196 países en la Conferencia sobre el clima en París en 2015 parte de un presupuesto fundamental: El cambio climático representa una amenaza urgente y potencialmente irreversible para las sociedades humanas y para el planeta .
Reclama, por lo tanto, “la máxima cooperación de todos los países” con el objetivo de “acelerar la reducción de las emisiones de los gases que causan el efecto invernadero”. Para entrar en vigencia en el 2020, el acuerdo debe ser ratificado, aceptado o aprobado por al menos 55 países, que representan en conjunto el 55 % del total de las emisiones mundiales de gases que provocan el efecto invernadero.
El acuerdo prevé:
Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2° C. En la Conferencia sobre el clima de Copenhague del 2009, los casi 200 países participantes se pusieron el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global respecto a los niveles de la era preindustrial. El Acuerdo de París establece que este aumento está “bien por debajo de los 2°centígrados”, esforzándose hasta detenerse en +1,5°. Para alcanzar el objetivo, las emisiones deben disminuir a partir del año 2020.
Consenso global. A diferencia de hace 6 años, cuando el Acuerdo se había estancado, ahora adhirió todo el mundo, incluidos los 4 más grandes contaminadores: además de Europa, también China, India y los Estados Unidos se han comprometido a recortar las emisiones.
Controles cada 5 años. El texto prevé un proceso de revisión de los objetivos que deberá realizarse cada 5 años. Ya en el 2018 se pidió a los Estados aumentar los cortes de emisiones, para llegar preparados al 2020. El primer control quinquenal será, pues, en el 2023 y seguirán a partir de allí.
Fondos para energía limpia. Los países de la vieja industrialización erogarán 100 millones por años (desde el 2020) para difundir en todo el mundo las tecnologías verdes y “descarbonizar” la economía. Un nuevo objetivo financiero será fijado a más tardar en el 2025. Podrán contribuir también fondos e inversores privados.
Reembolsos a los países más expuestos. El Acuerdo aprueba un mecanismo de reembolsos para compensar las pérdidas financieras causadas por los cambios climáticos en los países geográficamente más vulnerables, que a menudo son también los más pobres.
El principio de equidad climática. Los países ricos deberán descender a 0 emisión en el período de 12 años partiendo de las emisiones actuales, de modo que los países más pobres puedan en compensación elevar los estándares de vida, dotándose de infraestructuras, como rutas, hospitales, redes eléctricas e hídricas.
En ocasión de la Cumbre del G20 de septiembre de 2016 en Hangzhou, los alcaldes de las ciudades más importantes del mundo dirigieron un llamado a los líderes nacionales para enfrentar juntos la amenaza global de los cambios climáticos y para construir un mundo basado en una economía con bajas emisiones y con seguridad climática. Los presidentes de China y de Estados Unidos −y posteriormente la Comunidad Europea− anunciaron la adhesión formal al Acuerdo de París , por lo cual, antes del 2020, tal como fue previsto en el 2015, se da por descontado que el plan será aprobado por más de 55 países. Menos mal, porque, en el 2015, por segundo año consecutivo, se comprobó que la economía mundial creció sin haberse registrado al mismo tiempo un aumento de las emisiones globales de CO2 2. La organización mundial de la ONU para la meteorología registró una cantidad estable de anhídrido carbónico en la atmósfera superior al umbral psicológico de 400 partes por millón. Esto quiere decir que la masa de CO2 producida en los últimos años comenzó a disminuir, pero no lo suficiente como para que pueda ser reabsorbida por los llamados carbon sinks , los tanques naturales, tales como los océanos y los bosques capaces de removerla de la atmósfera. Según el IV Informe del IPCC (organización internacional dependiente de la ONU que monitorea los resultados de la climatología) con una cantidad de CO2 en la atmósfera igual a 450 partes por millón es lícito esperar un aumento de la temperatura igual a 2,1º, mientras que para llegar a 1 solo grado de calentamiento deberíamos detenernos en una cuota de 350 ppm. Para evitar alterar el clima más allá de lo razonable, la cantidad de anhídrido carbónico presente en la atmósfera debe estabilizarse antes del 2030.
En 2017, la nueva administración Trump de los Estados Unidos puso en discusión la aprobación del Acuerdo de París , mediante la cancelación del Clean Power Plan de su predecesor Barack Obama (que preveía la restricción de las emisiones industriales), la reducción de las centrales a carbón y el rechazo a firmar la declaración conjunta sobre el clima en el G7 de energía de Roma.
Para la postura adoptada por Donald Trump pueden valer las palabras de Paul Hogget (2013):
“En las primeras fases de toda investigación científica […] el escepticismo juega un rol constructivo en la búsqueda de pruebas sólidas. Pero una vez que los resultados son científicamente evidentes, entonces la postura del escéptico se transforma en una testaruda obstinación en la afirmación de cuanto es falso e irracional, o sea, se transforma en perversa. […] El recurso de la ciencia climática en la utilización de estimaciones sobre las tendencias futuras permite al escéptico valerse de eventuales imperfecciones para atacar la verdad. Para el escéptico las estimaciones son sólo eso, no son pruebas. Se solicita la verdad absoluta y, en su ausencia, el valor de verdad resultante de la evidencia y de las teorías es anulado.”
El escepticismo lleva perversamente a la simplificación de los problemas y, por lo tanto, a un relativismo reduccionista, para terminar en el verdadero y auténtico negacionismo climático, que transforma las mediciones científicas en suposiciones no probadas, en conjeturas fantasiosas. En apoyo del negacionismo climático se propuso la tesis según la cual existirían regulares oscilaciones cíclicas de la evolución de las temperaturas. El historiador Emmanuel Le Roy Ladurie (1967) define como “poseídos por el demonio de la ciclomanía” a los defensores de estas tesis, que se demostraron científicamente equivocadas.
Читать дальше