Las indulgencias eran certificados vendidos por la iglesia que garantizaban al comprador, o al beneficiario designado, el alivio de un determinado período de tiempo en el purgatorio. En la escatología católica medieval, cuando las personas morían, se iban al infierno, al cielo, o más probablemente, al purgatorio, un lugar donde los piadosos podían ser purgados de las impurezas que les quedaban antes de ser trasladados al paraíso. El concepto del purgatorio tuvo origen en los libros apócrifos y estuvo presente en la obra de numerosos padres de la iglesia primitiva, incluido Agustín. En la iglesia primitiva, esa doctrina había funcionado simplemente como parte de la escatología individual; sin embargo, para finales de la Edad Media se había conectado al sistema penitencial de la iglesia. Hay dos bulas papales en particular que son relevantes en este punto: Unigenitus (1343) y Salvator Noster (1476). La primera estableció el dogma del tesoro de los méritos, que consiste en los méritos de Cristo, la Virgen María y todos los grandes santos de la iglesia, que podían ser distribuidos por el papa. La última conectó el tesoro de los méritos con las donaciones financieras a la iglesia, de modo que los que daban cierta cantidad de dinero podrían disfrutar de beneficios escatológicos en forma de tiempo reducido en el purgatorio. De ese modo se estableció la base dogmática para las indulgencias.
La venta de la indulgencia de Alberto fue confiada a un fraile dominico, Johann Tetzel (1465-1519). Era un hombre profano pero un vendedor brillante, que usaba estribillos (según las Noventa y Cinco Tesis de Lutero ) como la joya: “Tan pronto como una moneda en el cofre cae, una turbada alma del purgatorio sale”, y afirmaba que incluso si uno hubiera violado a la mismísima Virgen María, una de sus indulgencias sería suficiente para cubrir tal pecado.
Si bien a Tetzel no se le permitió vender sus indulgencias en el Electorado de Sajonia (el elector tenía su propia colección de reliquias sagradas, que no quería ver eclipsadas por algún objeto rival de piedad), el tema era de cierta urgencia pastoral para Lutero. Habiendo concluido que la gracia de Dios era tan costosa que solo la muerte y resurrección del Hijo de Dios podía lidiar con el dilema humano de la muerte en pecado, y solo la desesperanza total en uno mismo y la consiguiente humildad ante Dios eran suficientes para cumplir con las condiciones del pactum , Lutero inevitablemente vio las transacciones en efectivo de Tetzel como una gracia devaluada. Más que eso, Tetzel estaba vendiendo seguridad falsa a la gente; y mientras los feligreses de Lutero cruzaban el río hacia el territorio vecino del Ducado de Sajonia, donde el vendedor dominicano ejercía su oficio, Lutero inevitablemente tendría que tomar una postura al respecto.
Lutero predicó sobre las indulgencias en la pascua de 1517 y luego guardó un extraño silencio al respecto. En septiembre de 1517, pronunció su Disputa contra la Teología Escolástica , que, de todos los escritos del año, fue el más radical en su ataque total contra el método teológico de fines del Medioevo; pero no estaba directamente dirigido a la cuestión de la indulgencia, y no suscitó una controversia significativa. Luego, el 31 de octubre de 1517, de conformidad con el protocolo académico estándar para anunciar un debate, clavó en la puerta de la Iglesia del Castillo en Wittenberg noventa y cinco tesis contra la práctica de la venta de indulgencias.
En la historia de la Reforma, este documento ha adquirido un estatus casi mítico como la obra que desencadenó toda la crisis. En efecto, mientras algunas de las tesis brillan con la retórica que se convertiría en el sello distintivo del Lutero posterior, algunas son más oscuras. De hecho, a menos que el lector moderno del escrito tenga un buen conocimiento práctico de la teología y piedad medievales, varias de sus tesis serán incomprensibles. Además, el propio enfoque de Lutero en este punto era bastante cauteloso: estaba atacando lo que percibía como el abuso de las indulgencias para arrebatar el dinero a la congregación y vender la gracia de Dios por efectivo; si las indulgencias podían tener un uso legítimo era una pregunta sobre la cual estaba indeciso y confuso.
En cierto sentido, los detalles ya no son importantes: los problemas y las prácticas precisas a los que reaccionó Lutero desaparecieron hace tiempo. Lo importante es la teología sobre la que se construyeron las tesis: la teología de la humildad y el alto costo de la gracia. Aunque Lutero probablemente no se dio cuenta en ese momento, estas ideas golpearon el corazón del sistema sacramental medieval y, por lo tanto, la autoridad de la iglesia. Al criticar las indulgencias, Lutero hizo también algo que siempre garantiza una reacción precipitada: golpeó a la iglesia donde más duele, en su departamento de ingresos.
De Heidelberg a la muerte de Maximiliano
Mientras que las Noventa y Cinco Tesis se convirtieron rápidamente en un popular tratado y un punto movilizador para la protesta, la iglesia tardó en actuar. De hecho, en abril de 1518, Lutero viajó a la ciudad de Heidelberg para una reunión capitular ordinaria de la Orden de los Agustinos. Fue allí donde presidió lo que hoy se conoce como la famosa Disputa de Heidelberg, donde el fraile agustino Leonhard Beier presentó un conjunto de tesis sobre filosofía y teología que Lutero había preparado. Estas las examinaremos en detalle en el capítulo dos. Aquí simplemente vale la pena señalar que estas tesis representaron un retorno a, y una radicalización de, la teología de su Disputa contra la Teología Escolástica de 1517. Mientras que las Noventa y Cinco Tesis estaban haciendo a Lutero una figura pública importante, su verdadera agenda teológica era mucho más radical que cualquier cosa que el tratado hubiera sugerido.
En el verano de 1518, la controversia se estaba extendiendo más allá de las fronteras del Electorado de Sajonia, y era claro que la iglesia tendría que actuar. Por esos días, hubo un extraño incidente en un monasterio en Dresde. Lutero fue invitado a una fiesta allí, bebió demasiado y habló elocuentemente sobre Tomás de Aquino y el uso de Aristóteles en teología. Detrás de una cortina que había en la habitación estaba sentado un fraile dominico, tomando notas sobre lo que decía el agustino cada vez más locuaz. Estas notas se hicieron públicas después y promovieron aún más la reputación de Lutero de tener una heterodoxia peligrosa.
Al mismo tiempo que los dominicos estaban usando jugadas sucias contra Lutero, la iglesia estaba comenzando un proceso más formal. En agosto, Lutero fue citado para presentarse en Roma. Es casi seguro que este fuera un procedimiento automático, desencadenado por la denuncia de Alberto contra Lutero el diciembre anterior. El papa también encargó a Silvestre Mazzolini, más conocido como Prierias, formular una opinión teológica sobre Lutero. Esto fue publicado bajo el título Diálogo Contra las Presuntuosas Conclusiones de Martín Lutero . Allí, Prierias se jactaba de que Lutero era un teólogo tan incompetente que él, Prierias, había escrito la refutación en solo tres días. La respuesta de Lutero fue brillante y demostró una comprensión instintiva de la naturaleza del medio impreso. En lugar de hacer quemar el libro—la estrategia típica de la iglesia de la época—lo hizo reimprimir con su propia respuesta, que, declaró, había escrito en solo dos días. Juego, set y partido para el ingenioso hombre de Wittenberg.
La citación, sin embargo, sacudió a Lutero, quien escribió inmediatamente a Jorge Espalatino, secretario de Federico el Sabio, para manifestarle que el honor de Wittenberg estaba en juego y que cualquier procedimiento que se llevara a cabo debía ocurrir en suelo alemán. 7Dada la posición de Federico como elector, junto con la necesidad que tenía el emperador de apoyo en su lucha contra los turcos, que tenían el flanco oriental del imperio bajo presión, los de Wittenberg lograron persuadir a la iglesia y al imperio de que el lugar para tratar con Lutero sería la Dieta Imperial de Augsburgo en octubre de 1518. 8
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