Nada que ver con el determinismo. La fe auténtica es libre acogida del misterio que roza la existencia humana. La huella de la fe se detecta y ama o se intenta destruir. Es sólo un intento, porque la fe sembrada en un corazón por el bautismo es indestructible…
Azorín, el campeón de los epítetos. ¡Con qué maestría epitetal pudo describir también su propia educación religiosa!: clara, sana, profunda e imborrable… En esos cuatro epítetos vemos escondidos la gradualidad, el aspecto poliédrico y el influjo de la fe en tantas esferas de la vida.
¡Oh, Señor, da a nuestros niños y jóvenes una educación religiosa clara, sana, profunda e imborrable!
Mi contacto con las obras de Azorín sucedió cuando estudié humanidades en Salamanca, en el curso escolar 1990-1991. Esa cita me llamó la atención y la guardé por años.
1P. Roig, citado por Alejandro Fernández Pombo en: Maestro Azorín, p. 126, Doncel, Madrid, 1973.
Asterisco asterisco
Un amigo mío, alérgico a los contestadores automáticos, cuando al llamar por teléfono saltaba una de estas sofisticadas máquinas convertidas en recepcionistas improvisadas, exclamaba (después de la señal, ¡claro!) con impotente desesperación:
–¡¿No habrá por ahí algún ser humano?!
Y su grito caía en el vacío virtual inexorable.
Hay algunas máquinas un poco más comprensibles que te ofrecen varias opciones: “Si quieres decir buenos días, pulsa la tecla 1. Si quieres más información de nuestros productos, pulsa la tecla 2. Si estás enfadado con nosotros, pulsa la tecla 3 seguida de asterisco, asterisco y de todos los símbolos raros que encuentres en el teclado. Y si quieres demandarnos, mejor llama al número de la policía...”.
Y metidos ya en el siglo XXI, los contestadores van dando pasos tecnológicos asombrosamente agigantados. ¡Ay, la tecnología, no hay quién la detenga! Ahora, algunas máquinas te piden que hables. Sí, te dicen, por ejemplo: “Si usted desea ser atendido en chino, diga con voz clara y pausada la palabra ‘chino’”. Y, ¡anda!, que pasados unos segundos, la políglota máquina te comienza a hablar en chino.
Si bien, a veces, no te entiende a la primera, te pide que le repitas la palabra, y suele ser un poco lenta al reaccionar. Me imagino que como todavía no tienen mucha práctica estas máquinas, hay que hablarles con mucha paciencia. Tienes que vocalizar mucho y emplear la sintaxis más simple. Como se te ocurra decirle: “Oiga, señorita máquina, la verdad me da igual en qué idioma me va a atender”, sencillamente se bloquea. Es demasiado para ella. Tampoco puedes saber si la buena máquina está de malas o contenta, o si está haciendo horas extras que nadie le paga, o si está ajetreada haciendo mil cosas. Te habla en plan telegráfico. Tienes que ir al grano. Como se te ocurra hacerle alguna broma, no sólo no se ríe, sino que te ignora totalmente, la muy insensible.
Pero lo peor de todo (o lo mejor) es que cuando no logra entenderte, cuando se cansa, simplemente se quita el problema, diciéndote: “Le paso con un gestor”.
Y entonces ¡qué maravilla!, se pone al teléfono un ser humano, de carne y hueso como tú. Le puedes hablar rápido, vocalizando como has vocalizado toda la vida. ¡Vamos!, que te sientes en casa, en familia. Hasta te entiende las bromas y es capaz de detectar tu mal humor, causado quizá por el intento frustrado de entendimiento con una profesional máquina. ¿Necesitarán estas máquinas un siglo más para entenderse de tú a tú con el ser humano? No lo sé, pero la comunicación humana siempre será la más humana.
Estos pensamientos fueron surgiendo de mis experiencias con los primeros contestadores automáticos, allá por los inicios de la década de los noventa.
El referéndum de los salmones
Cierto día, reunido el Consejo Mundial de los Salmones, en su sede del Rhin, se llegó al acuerdo de someter a referéndum la conveniencia de seguir con aquella antiquísima tradición salmónica, o sea, la de tornar, al final de la vida, al sitio exacto del propio nacimiento, para depositar ahí los huevecillos de las futuras generaciones.
El referéndum se extendió a todos aquellos ríos del planeta donde reside, al menos, una comunidad de salmones. Las votaciones se desarrollaron en un marco ejemplarmente democrático, pese a la cerrada lucha entre las dos tendencias ideológicas.
Con la aprobación del 55% de todos los salmones del mundo en edad de votar que acudieron a las burbujosas urnas, quedó abolida la tradición. El Consejo se mostró satisfecho del resultado. En la rueda de prensa oficial, el salmón portavoz anunció los detalles de la determinación:
El referéndum ha demostrado la gran madurez democrática de toda la población salmónica mundial. Con gran satisfacción hemos constatado que el salmón se está abriendo cada vez más a nuevas ideas y nuevos horizontes. Ha demostrado no tenerle miedo al progreso. La nueva disposición entrará en vigor el primero de enero del año próximo. Por ahora se ha concedido una prórroga a aquellos salmones que, por motivos de conciencia, desean continuar la tradición. Éstos lo podrán hacer solicitando un permiso anual al Consejo Central. Este permiso será concedido después de haber estudiado cada caso, y sólo será renovable durante tres años, al término de los cuales el carácter obligatorio de la nueva medida será universal.
Muy pronto, se extendió el espíritu del referéndum a los ríos más recónditos del planeta habitados por salmones. Desde entonces, numerosos salmones han estado enviando sus propias propuestas al Consejo Mundial sobre aquellos puntos que ellos desean someter a referéndum. He aquí algunas de las sugerencias recibidas en los últimos seis meses:
El derecho a tener una dieta más variada y sin tanto colesterol.
La reducción de las horas diarias de nado.
El derecho a ser trasladado a cualquier río del planeta.
El derecho a abolir de una vez por todas la presencia de esos extraños pescadores humanos en las aguas de los ríos por donde circulan salmones.
El deber de limitar la cantidad legal de hijos por pareja.
El derecho a abandonar los neonatos con alguna traba física, siempre y cuando se haga antes del octavo día de vida.
El derecho a adelantar la propia muerte cuando un individuo salmón sienta que ha perdido el sentido de su vida.
La fiebre se esparció. Las demás especies no quisieron quedarse atrás. Ellas deseaban también dar estos históricos pasos hacia el progreso, a la libertad, a la democracia, al pluralismo, a la tolerancia... Pronto el Sindicato Mundial de las Abejas propuso un nuevo trabajo para su especie: buscar partículas de plutonio, que son más rentables que la miel. La Asociación Universal de Águilas convocó un referéndum para no volar tan alto, por no producirse ninguna utilidad especial de ello. La Organización Mundial de las Hormigas se propuso reducir la jornada de trabajo y promover un mes al año de total inactividad. La Internacional Vacuna anunció su deseo de destinar su producción láctea exclusivamente a los individuos de la propia especie, para liberarse de toda injerencia extranjera, y promovía una huelga general en todos los establos del mundo. El Gremio de los Ruiseñores Enjaulados proponía cantar en una cantidad proporcional al alimento recibido. La Unión de Osos Hormigueros exigía un cambio radical de dieta. El Consejo Supremo de los Gallos, reclamando su derecho a dormir más horas, sugería a todos sus miembros renunciar a la milenaria misión de despertador.
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