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Siempre tiene la misma sensación cuando el avión aterriza en Ezeiza, no es una sensación de vacío, no, tampoco la invade la simple añoranza por las vacaciones finalizadas, ni la congoja por regresar a esas bellas playas de Miami, todo eso no pasa por el corazón ni la mente de Susana Danti, no, la sensación es otra, la invade la desesperante idea de ser una más, del igualitarismo asfixiante, de ser una simple sudaca, rodeada de negros ignorantes, de villeros, de resaca latinoamericana. Al arribar a Buenos Aires adviene la realidad de no ser clase alta, de ser la inamovible, aburrida, reseca y cursi clase media. La ilusión del uno a uno, del derroche de dólares termina cuando la mierda porteña se instala bajo sus pies. Susana es ahora una más, una clasemediera como cualquier otra, conviviendo con la negrada, con la indigenada argentina. Miami ha quedado atrás y con él quedaron atrás los sueños de Susana, sueños de rodearse con famosos, de comprar esas fantásticas carteras, esos maravillosos vestidos, de no ver negros atorrantes y borrachos a su alrededor, invadiendo su barrio, merodeando su casa siempre en riesgo de ser robada, negros de mierda que te llevan a la paranoia del miedo a todo, de que maten a sus hijos, de que la violen, del asalto permanente a su justa propiedad privada. Susana dejó Miami pero su corazón quedó allá, su esencia pertenece a ese fantástico lugar, lleno de magia y glamur y no a este país de mierda, sudaca, roñoso e incapaz de progresar.
El Boing 747 de American Airleans aterriza en el aeropuerto internacional de Ezeiza a las 18 y 15 horas del 3 de diciembre del año 2001. Susana vuelve a la realidad que tanto odia.
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Una mujer camina por su lado indiferente, su cara es de angustia, nada nuevo le ocurre, no son noticias negativas recientes, es simplemente la cara de no querer resignarse a vivir entre desiguales a ella. Pero a Vanesa Bilotti poco le importa indagar sobre caras y destinos de prójimos lejanos, ella tiene sus propias preocupaciones, sus propios problemas, sus propias angustias. Se va, la deja, no hay fecha de retorno, no hay período de espera, la espera será la incertidumbre de no saber cuándo lo volverá a ver. Mira como sus padres lo abrazan, como mamá llora, como la familia se despide. Se siente una extraña en el grupo, no la une a él la sangre, la une el amor escogido, el noviazgo pasional, dos años amando para esto, para ser una ajena no consanguínea despidiendo hasta quizás nunca al amor de su vida. Juan se va, Juan la deja, Juan no se sabe si volverá, lo espera la vieja España, dispuesta a que Juan le limpie bien el culo, le lustre su soberbia de nuevo rico, su prepotencia de madre patria. Ulises viaja y no se sabe cuánto durará su travesía, Penélope se queda tejiendo las miuras de su corazón roto. Es en ese momento, mientras Juan se acerca y la abraza y la besa y llora en su hombro, cuando Vanesa siente ganas de mandar a Homero, a la Odisea y a la crisis de su puto país a la recalcada concha de la lora.
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Creo que fue Leopoldo Marechal el que alguna vez escribió que la Patria es un suceder, una imposibilidad infinita. Sigamos este razonamiento: la Patria es una imposibilidad que nunca termina, es eterna, se proyecta hacia el futuro en modalidad perpetua, jamás dejará de moverse, su dinámica es inmanente, siempre fluye, y es por eso un suceder, pasa todo el tiempo, nunca dejará de pasar. En esa imposibilidad infinita nada estará quieto, el movimiento que le otorga la perpetuidad la convierte en una imposibilidad, lo posible no es eterno, lo posible se encuentra en el mundo en calidad de praxis, de verificación, de empírea, de contrastación. La Patria no es praxis, o es en todo caso una praxis en movimiento, una praxis que muta, que vive en vértigo, en constante devenir. La Patria es un devenir, un suceder, nada hay fijo, nada es pétreo, nada es para siempre, todo es modificable. Aquí se encuentra el dato esperanzador. Si la Patria muta, cambia, si nada es inmodificable, llegará el día en que de ese movimiento permanente surja la equidad, la Patria justa, la Patria de todos y para todos. Marechal peca de optimismo, su peronismo, su adhesión al primer Perón lo hace soñar, le hace creer, la Patria podrá ser, piensa el escritor de Adán Buenosayres, de todos, los desposeídos serán iguales a los que poseen, llegará el fin de la marginalidad. El Estado de bienestar se cargará la Patria a los hombros y la conducirá a la equidad: justicia social, independencia económica, soberanía política, son las tres banderas hacia donde la Patria deviene, es esperanzador que la patria se mueva hacia ese lugar, es esperanzador pero es mentira.
La Patria, querido Marechal, - escribe Daniel García -, no es un suceder, no hay movimiento, el devenir está petrificado desde su génesis. La Patria nació fija, pétrea, sin movimiento, no se eyecta hacia el futuro, vive en la modalidad del pasado, vive como nació, la Patria es de unos pocos, ellos la hicieron, ellos la cuidan, ellos matarán por conservarla en su poder. La Patria es la voluntad de poder nietzscheana, se conserva y avanza sobre quienes buscan sacarla de su modalidad estática, se avanza matando, se avanza sometiendo, se avanza anulando todo proyecto que la quiera sacar de su estado natural de inmovilidad permanente. La Patria es de ellos, de nosotros nunca. Iniciar una tesis sobre el significado de Patria con la definición marechaliana sería entretenido, sería un comienzo optimista, pero ya lo dije, el estado optimista idiotiza al ser, Marechal vio al Estado de bienestar peronista y confío, y no lo culpo, hizo bien, pero la historia que le siguió no fue feliz, la marina bombardeando Plaza de Mayo, el terror militar, la disciplina del Consenso de Washington, el neoliberalismo que vino a colocar a la Patria en el lugar que le corresponde, el lugar que le dieron sus creadores, el lugar de la inmovilidad, el lugar del no suceder, del no devenir. Porque la Patria fue creada por ellos, me lo contaron mis maestras del primario, una y otra vez, como ese relamido discurso de que tenemos todos los climas y el mejor de los suelos. La fertilidad de la tierra como posibilidad de progreso, la tierra fértil dio a luz a la Patria oligarca, esa que odiaba Eva, que la odiaba con pasión, con fuego, como la odiaron a ella, tanto la odiaron que bendijeron su cáncer, que brindaron su muerte. A la Patria la crearon los dueños de las tierras fértiles, ellos preñaron esa tierra, la penetraron en forma viril, violenta, a lo macho argentino, se la cogieron, son los padres de la Patria, los dueños de ella, es puro patriarcalismo, el padre es el dueño de su vástago, de su creación, la Patria es la hija de la oligarquía machista, viril y asesina. Se las dio Rivadavia con su Ley de Enfiteusis, se las dio Roca con su Conquista del Desierto, la Patria nació ilegitima, todo fue ilegal, la usurpación violenta del territorio, la Patria nació de la violación a la tierra por parte de la oligarquía, la penetraron por la fuerza, la preñaron sin consentimiento y se adueñaron de su resultado: la Patria es de ellos, no es un suceder, no es una posibilidad infinita, es una realidad injusta, es una posibilidad cerrada, es de ellos, y los demás miramos de afuera, muriéndonos en la inanición, sufriendo la perpetuidad del no movimiento, sufriendo la violación originaria, la violencia, el poder del preñador.
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Llegó a casa, un monoambiente sobre la calle Conquista de la Barbarie al 3100, frente a la Plaza del Autor del Matadero, aún llora. Despedida de mierda. Su suegro ¿o ex suegro? Que delirio no saber, la acercó a su casa. Juan se fue, el monoambiente está opaco, parece enorme, inabarcable por su ausencia. Él se fue y ella está acá, tirada en el sillón, con la tele prendida, el noticiero anuncia un nuevo robo, un nuevo asesinato, crisis y más crisis. La angustia la envuelve, la depresión la invade. ¿Por qué se fue? O peor aún ¿Por qué no la llevó? ¿Por qué nunca le dijo de irse con él? Hubiera aceptado, se hubiera ido corriendo de este país de mierda. A sus veintidos años siente que no pertenece a este lugar, se sabe frustrada, nada tiene la Argentina para ofrecerle, nada quiere ofrecer ella tampoco. Agarra el blíster, saca 0,5 miligramos, los toma bajándolo con un poco de agua, deja el blíster, se arrepiente, vuelve a tomarlo, necesita 0,5 miligramos más. El alprazolán apagará la angustia, al menos por un rato, pero está bien así, en esta Argentina imposible pensar más allá de un rato, nada se puede proyectar acá, es el país de la inmediatez, el anti-proyecto, la anti-ilusión, porque nada se puede proyectar en un país que se hunde cada día más en la mierda. El sueño comienza a llegar, la somnolencia va ganando terreno, mientras la televisión pone en primer plano a un hombre, su tez es oscura, reclama trabajo, pide por sus hijos, muchos hijos tuvo, está cortando con su familia la avenida Corrientes, a la altura del Abasto, no es solo su familia, son muchos más, vienen de Jujuy, hablan sobre la privatización de YPF, que quedaron en la calle, que fueron expulsados del sistema. Pero Vanesa se duerme, solo percibe sombras, sombras negras, sombras de negros, que país de mierda piensa somnolienta, mi Juan se va los negros se quedan. Finalmente Vanesa se duerme. En unas horas, pasados los efectos del ansiolítico, despertará para vivir en un lugar que odia.
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