Dorothea Schlickmann - José Kentenich, una vida al pie del volcán

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José Kentenich, una vida al pie del volcán: краткое содержание, описание и аннотация

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Biografía del Padre José Kentenich con datos inéditos de su vida apasionante. Una vida de dramatismo y riesgo. Una misión para los nuevos tiempos. Su biografía enciende una luz de esperanza con el siguiente mensaje alentador: la vida puede triunfar y expandirse aún en las condiciones más difíciles.

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El P. Kentenich procuraba abrirles a los jóvenes un camino original hacia la madurez y hombría que ellos anhelaban. Ya al cabo de pocas semanas les exponía en una conferencia: “En sus ‘Pensamientos sobre la educación’, Locke dijo una vez aquella hermosa frase: ‘Cuanto más tempranamente traten ustedes a su hijo como a un hombre, tanto más tempranamente se hará hombre’. Cuanto más tempranamente en nuestra autoeducación nos tratemos como hombres, tanto más tempranamente nos haremos hombres”. Hacia fines del primer año lectivo, antes de las vacaciones de verano de 1913, el P. Kentenich expresó su convicción con las siguientes palabras: “Hace tiempo que han dejado de ser niños. Por eso no fueron tratados como piedras de construcción sino como constructores. En la medida en que su educación fue puesta en mis manos, los he considerado siempre como mis colaboradores”.

Luego de la primera fiesta de la misiones que los estudiantes habían organizado para todo el colegio, la “Estrella de África”, revista para los benefactores y todos los interesados por las misiones palotinas, publicó, a lo largo de varios números, algunos artículos redactados por el P. Kentenich sobre la nueva Asociación Misionera de Vallendar. En ellos el director espiritual no sólo elogió el trabajo de los jóvenes sino que además hizo una valoración elogiosa del Seminario, de sus autoridades y cuerpo docente. Teniendo en cuenta las objeciones que en su momento se habían hecho en relación con la fundación de una Asociación Misionera, hizo una defensa de ésta, señalando la importancia que revestía para una comunidad juvenil: “En una asociación hay siempre suficientes cosas que planificar, ordenar, conseguir, organizar, tanto para sus autoridades elegidas libremente como para cada uno de sus miembros. ¿Y qué alegra más a un joven estudiante que decir de una obra, por más modesta que sea, ‘la he hecho yo, por mis propias fuerzas’?”

A pesar de todos los esfuerzos realizados, un día se generó un gran revuelo porque el P. Kentenich había publicado en un diario de Coblenza - vale decir, para un vasto público - un artículo sobre la fiesta de las misiones, mencionando con sus nombres a los alumnos que habían participado dando una conferencia. Además, objetaron los docentes, había utilizado expresiones como “muchachos de último y anteúltimo año”, que eran términos empleados en colegios estatales pero que tenían un dejo laicista para el caso de un Seminario de religiosos palotinos. Siempre encontraban razones para justificar el propio desagrado. Se presionó al Provincial y finalmente al General para que se disolviera la Asociación.

El año de 1913 transcurrió en una atmósfera de tensión. Los muchachos estaban convencidos de la bondad de su causa, si bien tuvieron que soportar algunas cosas como, por ejemplo, que los jefes de la Asociación recibieran notas más bajas en aplicación, conducta y participación en clase; o bien que sus tareas escolares obtuvieran notas más bajas que las recibidas por otros alumnos.

Cuando el revuelo general generado por el artículo publicado en el diario de Coblenza alcanzó su clímax, el P. Kentenich aconsejó, a fin de no enfurecer aún más a los profesores, que se renunciara a la próxima fiesta de las misiones, si bien ya estaba preparada hasta en sus detalles. Con tristeza los muchachos fueron a ver al rector y le pidieron entonces que suspendiera la próxima fiesta misionera.

La confrontación con el cuerpo de profesores le hizo ver claramente al P. Kentenich que la Asociación no tenía base jurídica alguna, que todo dependía del parecer y estado de ánimo de los profesores. Para proteger la vida que había surgido, hacía falta una institución basada en estatutos, vale decir, en derechos. Para apoyar a los jóvenes en su crecimiento personal tampoco bastaba un compromiso puramente social. En cambio una Congregación Mariana tenía estatutos, fomentaba la autonomía y posibilitaba trabajar desde una perspectiva más religiosa. Hasta ese momento, en sus conferencias el director espiritual había evitado en lo posible apelar mucho a motivaciones religiosas: la fe debía ir creciendo de manera lenta, orgánica, auténtica.

Ahora bien, en esa atmósfera de ánimos caldeados no podía pensarse en la fundación de una Congregación Mariana. En caso de hacerlo, había que convencer primero a los muchachos de la bondad del proyecto. El director espiritual podría encargarse más tarde de convencer a los profesores, a sus hermanos de comunidad y a la Dirección Provincial. No quería poner en marcha nada que no contara con la plena aprobación de sus jóvenes. Ellos eran precisamente sus “colaboradores”.

Algunos de los dirigentes de la Asociación comenzaron a interesarse por el nuevo proyecto. El P. Kentenich les prestó material sobre el compromiso e historia de las Congregaciones Marianas. A su vez, ellos fueron hablando personalmente con otros compañeros a fin de ganarlos para esa idea.

Un buen día Rodolfo Gross, de sexto año, visita al director espiritual con un ejemplar de “La bandera” en su mano. Era la revista que se imprimía en la casa central de las Congregaciones Marianas, en Viena, y se distribuía desde allí. Rodolfo le relata sobre su hermano, que cursa sus estudios en un colegio donde funciona una Congregación Mariana. El P. Kentenich hace circular la revista entre docentes y alumnos. Sobre todo entre los alumnos hay ya interesados. Pero los docentes se muestras escépticos, no quieren “una congregación dentro de la congregación”. Con el tiempo los miembros podrían ensoberbecerse, sentir que constituirían una “élite” y así hacérselo sentir a los demás. Se generaría entonces una grieta en el colegio, y seguramente en desmedro del rendimiento escolar. Además no había que anticipar el noviciado. La sarta de objeciones se hacía cada vez más larga…

Inesperadamente se produjo un hecho particular que benefició al P. Kentenich. En el verano de 1913, el provincial, P. Kolb; el rector, el P. Wagner; y él mismo, asistieron a una jornada pedagógica en Donauwörth. Allí el P. Juan Eckinger SJ dio una conferencia sobre las ventajas de la Congregación Mariana en los internados. El P. Eckinger era un conocido pedagogo, y durante muchos años había sido prefecto general de las Congregaciones Marianas.

Esa experiencia de la jornada compartida con los PP. Kolb y Wagner le abrió al P. Kentenich la puerta decisiva para la fundación de una Congregación Mariana en el Seminario Menor de Schoenstatt. Alentado por los argumentos de la conferencia escuchada, le propone al P. Kolb que solicite al P. Eckinger un dictamen en el que exponga su opinión sobre las experiencias cosechadas con la Congregación Mariana en otros colegios, para ser presentado al cuerpo de profesores y al Consejo Provincial. Animados por esta nueva circunstancia, en diciembre del mismo año lo muchachos presentaron a la Dirección Provincial una solicitud de permiso para fundar una Congregación Mariana. A esa solicitud de José Fischer agregó el P. Kentenich un detallado escrito en el que desarrollaba autónoma y creativamente su proyecto pedagógico, que en gran medida quedó como algo extraño a ojos de sus hermanos de comunidad.

El dictamen del P. Eckinger respondía de manera muy positiva todas las dudas planteadas. No obstante el cuerpo de profesores exigió un dictamen alternativo. Se solicitó pues otro dictamen, que acabó siendo igualmente positivo. Por lo tanto en diciembre de 1913 la Dirección Provincial dio permiso para fundar una Congregación Mariana en el seminario.

3- “Feliz el hombre que lejos de los negocios…” Horacio, Épodos, 2, 1.

4- Conflicto entre el imperio alemán (representado por su canciller Otto von Bismarck), la Iglesia católica y el Zentrum o partido de los católicos, que tuvo lugar entre los años 1871 y 1878 (N. del T.).

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