Antropologías reductivas
Veamos desde el inicio, algunas antropologías actuales y presentes en el mundo que son respiradas por el simple hecho de flotar en el aire, aunque muchas veces no lo advirtamos.
~ Antropología determinista: el ser humano no es dueño de sí mismo sino víctima de fuerzas ocultas que escapan a su control. No hay otra salida que colaborar con estas fuerzas mediante horóscopos o brujerías o someterse a ellas.
~ Antropología psicologista: la persona humana se reduce a su psique. Ella es víctima del instinto erótico-sexual o es un mecanismo de estímulo respuesta. La libertad es una simple noción filosófica carente de densidad existencial.
~ Antropología consumista: el ser humano es un engranaje más en la maquinaria productiva y es, al mismo tiempo, un potencial consumidor cuyos deseos han de ser incentivados.
~ Antropología hedonista: el ser humano es, desde siempre y en lo más íntimo, un ser placentero y complaciente. Se identifica con lo que le place y en esta identificación encuentra sentido y finalidad a su existencia.
~ Antropología nihilista: los humanos carecemos de consistencia y de sentido. No sabemos de dónde venimos ni hacia dónde vamos. Nuestra nada existencial es fiel reflejo de toda la realidad.
~ Antropología globalista: cada uno es un individuo, pero como todo el mundo, “englobado” en la masa humana dependiente de la gestión del globo terráqueo y de la manipulación liberal o totalitaria, pragmática, utilitarista y colectiva, acreedor de derechos legales y razonables.
~ Antropología cientificista: la persona humana es aquello que dicen sobre ella las ciencias y puede ser demostrado. En consecuencia, todo lo que es científicamente posible es humano y, por eso, bueno.
~ Antropología orientalista: producto de mentes occidentales que importan de oriente diferentes elementos antropológicos antiguos y modernos. Y son, a su vez, recibidos según la forma mentis del receptor occidental, sin mucho discernimiento de su sentido y valor original.
~ Antropología de género: reduce la diferencia corporal sexuada a un mero dato de construcción socio-cultural. En sus extremos, niega la naturaleza humana, aunque manipula aquello mismo que niega. Este tema lo he tratado ampliamente en: Perspectiva e Ideología de género, Buenos Aires: Talita Kum Ediciones, 2019.
Si bien estas concepciones antropológicas prácticamente no existen en estado puro, sus diferentes elementos, muchas veces entrecruzados unos con otros, forman y configuran las difusas o explícitas antropologías de muchos contemporáneos. Todas estas concepciones padecen el mismo defecto: falsifican reductivamente la verdad total, absolutizando un aspecto verdadero.
Propuesta antropológica
Fuentes
El respeto o tolerancia por quienes piensan diferente no ha de impedir vivir ni pensar lo vivido, ni compartir lo pensado a fin de abrir un diálogo constructivo. Es así como nacieron y se han ido criando los fragmentos de este libro, que desde el mismo inicio se ubican en el surco fecundo de la revelación judeo-cristiana plasmada en la Biblia, y en las dos veces milenaria tradición siempre renovada y por lo mismo actual, que la enriqueció y prolongó hasta nuestros días.
Y, más particularmente, intento hundir también sus raíces –y prolongar las ramas– en la antropología medieval elaborada por los grandes autores espirituales del Císter. En efecto, varios monjes cistercienses medievales elaboraron una sólida doctrina humana sobre la cual fundamentaron una rica doctrina mística. Numerosos tratados De Anima provenientes de los claustros medievales de Císter confirman esta afirmación. Estos autores sabían bien que la vida interior o espiritual consistía en una doble realidad: conocerse a sí mismos y conocer a Dios.
El aporte secular de la filosofía racional no puede dejarse de lado. Hay intuiciones y conceptualizaciones de fondo que han sido elaboradas inteligentemente a lo largo de los siglos sobre la base de lo observable y se imponen por su propio peso y densidad. Como bien dijo alguien, “a las sentencias y opiniones de los ancianos hay que darles el mismo valor que le concedemos a las demostraciones, pues ellos ven experiencialmente los principios”.
La filosofía de corte personalista, existencial y fenomenológica está íntimamente emparentada, a pesar de los siglos que la separan de la tradición cisterciense. Ella contiene valiosos aportes que no debemos dejar de acoger.
Señalo también que he recurrido a las ciencias empíricas que tratan acerca del ser humano, sobre todo a la psicología y a la sociología. Sería ignorancia supina ignorar y no apreciar todo lo que los humanos vamos aprendiendo sobre nosotros mismos.
La historia no ha de estar ausente. Tanto la vida humana personal como la vida de la humanidad en cuanto tal son temporales y sucesivas: vivir es madurar. Lo original-nativo (principio) y lo cumplido-definitivo (fin) son normativos y claves de interpretación del presente. Si no somos hijos/hijas del pasado difícilmente seremos madres/padres del futuro.
Por último, sabiendo que quien se tiene por maestro a sí mismo se hace discípulo de un tonto, recurro con frecuencia al Magisterio de la Iglesia. Dos mil años de experiencia no pueden ser ignorados, ni, mucho menos, risueñamente contradichos.
Las fuentes, en definitiva, se refieren a varias disciplinas del saber. De la antropología nos elevamos a la teología y descendemos a la biología, con diferentes estaciones o paraderos, tanto en el camino de subida cuanto en el de bajada.
Siendo la tradición una realidad viva, comunicada por vivientes, es una realidad siempre enriquecida. La auténtica fidelidad a la tradición va de la mano con la fecundidad creativa. De este modo, la tradición es cuna de neonatos y no sepulcro de vivientes.
Queda ahora un amplio espacio para la consideratio, en el sentido más medieval y bernardiano del término; es decir: la reflexión intensa sobre la experiencia existencial concreta de sí mismo y de otros en relación, comenzando por la relación con Dios y concluyendo con ella. Y esta reflexión es asimismo una experiencia, pues se trata de un tipo de conocimiento integral que esclarece afectando y transformando nuestra persona.
Muchas veces, la consideratio lleva a una cierta sabiduría o conocimiento de los efectos en sus propias causas, antes de que se manifiesten y sin necesidad de haberlos experimentado personalmente; algo semejante sucede con la experiencia empática que permite comulgar con la experiencia de quien está experienciando.
Identidad
De todo lo enunciado se desprende que la antropología que intento exponer es “confesional” y “abierta”. Confesional, pues presupone fe en el Dios Trinitario y confianza en el ser humano, varón y mujer, creados a Su imagen; la fe no se opone a la razón, la complementa, cuando es necesario, y se oculta cuando esta se basta por sí misma. Abierta, dado que se alimenta de diferentes fuentes, antiguas y modernas, sin pretender sistematizarlas ni decir una palabra conclusiva ni poner un punto final a la búsqueda de nuestro propio misterio.
Si tratamos de identificar y darle un nombre más preciso a la visión del ser humano que intento comunicar, habrá que decir que es una “antropología relacional”, que puede además ser identificada de este modo:
~ En contexto teologal: antropología trinitaria.
~ En contexto eclesial: antropología comunional.
~ En contexto monástico: antropología cenobítica.
~ En contexto espiritual: antropología esponsal.
~ En contexto existencial: antropología personal.
~ En los cinco contextos conjuntamente: antropología del amor.
Esta antropología relacional –trinitaria, comunional, cenobítica, esponsal y personal– nunca pierde de vista las siguientes verdades existenciales:
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