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La caída en el huerto (Génesis 2 y 3)
A menudo leemos Génesis 1 y 2 como una unidad: la creación del universo (Gn. 1) y la creación de la humanidad (Gn. 2). En realidad, Génesis 2 debiera leerse en conjunto con Génesis 3 y los capítulos subsiguientes: la creación y la caída de la raza humana. Dios puso a Adán en el huerto de Edén para que lo labrara y lo cuidara, y le dijo que podía comer de todos los árboles del huerto “pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer”. Pero la serpiente sedujo a Eva para que comiera del árbol prohibido, y luego también comió Adán. Este relato acerca de cómo comieron del fruto prohibido es el relato de cómo entró el pecado en el mundo: el pecado de desobedecer a Dios, el pecado de actuar en forma independiente del Creador, el pecado de tratar de ser iguales a él. Al comer del árbol, Adán y Eva perdieron la armonía que existía entre ellos y Dios (de quien se escondieron), entre ellos mismos (sintieron vergüenza de estar desnudos) y con el mundo (fueron expulsados del huerto).
La caída para abajo: hermanos; diluvio; torre (Génesis 4 a 11)
La historia de la caída en el huerto continúa con el pecado de los descendientes de Adán y Eva.
• Caín y Abel. Caín y Abel eran hijos de Adán y Eva. Caín era agricultor y ofreció a Dios una ofrenda “del fruto de la tierra”. Abel era pastor y ofreció a Dios “lo mejor de su rebaño”. Dios “miró con agrado a Abel y a su ofrenda” pero “no miró así a Caín y a su ofrenda”. ¿Por qué miró Dios con agrado la ofrenda de Abel y no la de Caín? No se nos dice por qué. Muchos creen que el sacrificio de Abel fue aceptado porque dio lo mejor a Dios (“las primicias”), cosa que Caín no hizo (ver He. 11.4). Caín se puso celoso y mató a Abel, convirtiéndose en el primer asesino del que habla la Biblia.
• Noé y el diluvio. La humanidad continuó deslizándose para abajo. El pecado llegó a multiplicarse tanto que Dios “se arrepintió de haber hecho al hombre” y decidió eliminar todo lo que había hecho. Pero antes de llevar a cabo su decisión llamó a Noé, “un hombre justo” (Gn. 6.9). Dios envió luego un diluvio sobre la tierra, pero salvó a Noé y a su familia como remanente para seguir adelante con sus propósitos. Después del diluvio, Dios entró en un pacto irrevocable con Noé y todas las criaturas vivientes, y dio el arco iris como señal de ese pacto perdurable (9.8–17).
• La torre de Babel. Dios bendijo a Noé. Pero sus descendientes, al igual que los de Adán y Eva, cayeron en desgracia con Dios, como vemos en la historia final del prólogo bíblico, en los hechos que tuvieron lugar en la torre de Babel. La actitud de la raza humana, continuamente centrada en sí misma, llevó a los hombres a construir un ziggurat , una torre-templo mesopotámica, para honrarse a sí mismos y no a Dios. El Señor bajó y confundió el idioma entre ellos — empezaron a bla–bla— para que no pudieran seguir conspirando para hacer el mal; así, los dispersó hacia los cuatro puntos cardinales.
La historia de la caída nos habla acerca de los orígenes del pecado, la universalidad del pecado y el juicio de Dios sobre el pecado. Pero también nos dice que Dios ama a la humanidad: él hizo vestimentas para Adán y Eva antes de expulsarlos del huerto; le dio a Caín una señal de protección antes de enviarlo como errante por la tierra; le dijo a Noé que construyera un arca para sí y para su familia antes de enviar el diluvio; y llamó a Abraham para que fuera el padre de una comunidad que guiaría a los pueblos de la tierra a tener nuevamente comunión con Dios y entre ellos.
LA HISTORIA ANCESTRAL DE ISRAEL
Los once primeros capítulos de Génesis ofrecen un preámbulo a la historia bíblica: el amor especial de Dios hacia la humanidad, la interrelación de la raza humana y la universalidad del pecado humano. El resto de la Biblia, a partir del capítulo 12 de Génesis, es una respuesta a esos primeros capítulos: Dios está llevando a cabo sus planes de salvación. Lo vemos cuando llama a Abraham; cuando entra en un pacto con Abraham, con Moisés y con David; cuando establece a Israel en la tierra de Canaán; cuando llama a los profetas para que desafíen a Israel a volver al pacto que hizo con ellos en el Monte Sinaí; y cuando viene a la tierra en la persona de Jesús de Nazaret.
Los “llamados” en la Biblia
En la historia bíblica, Dios llama a personas a ser agentes en su plan de salvación. Según Claus Westermann, estudioso del Antiguo Testamento, los llamados de Dios tenían varios elementos en común:
• El propósito del llamado de Dios era enviar a la persona llamado a una misión : Abraham fue enviado a Canaán, Moisés de regreso a Egipto, Samuel a Saúl y luego a David, Pablo a los gentiles.
• La persona llamada no estaba buscando recibir ese llamamiento: Abraham estaba con su familia en Harán, Moisés estaba cuidando el rebaño de Jetro en Madián, Samuel estaba con Elí, Isaías no se consideraba digno de su llamado, Jeremías pensaba que era demasiado joven, Pablo estaba persiguiendo cristianos en Damasco.
• El llamado vino desde afuera : Abraham escuchó una voz, Moisés vio una zarza ardiente, los profetas recibieron sueños y visiones, Pablo fue encandilado por una luz.
• El llamado cambió el destino de muchas personas: el Éxodo de Egipto (Moisés), la invasión y ocupación de Canaán (Josué), el reinado davídico en Israel (Samuel), la evangelización a los gentiles (Pablo).
• La persona que recibía el llamado no respondía por el beneficio de su propia gloria sino por la gloria de aquel que lo había llamado, es decir, Dios.
La respuesta bíblica al llamado de Dios con frecuencia es “Aquí estoy”, como en el caso del llamado que recibió Abraham para sacrificar a Isaac (Gn. 22.1), Moisés en la zarza ardiente (Ex. 3.4), Samuel en su condición de aprendiz de Elí (1 S. 3.4, 6 y 8), la coronación de David (Sal. 40.7), la respuesta de Isaías a la pregunta de Dios: “¿A quién enviaré?” (Is. 6.8) y la de Ananías en Damasco (Hch. 9.10).
Abraham: El patriarca fundador (Génesis 12 a 25)
La historia bíblica no comienza con el nacimiento de Jesús en Belén. Comienza con el llamado a Abraham, el padre de Israel, en Jarán. Abraham nació hace cuatro mil años (2000 a.C.) en Ur de los Caldeos, al norte del Golfo Pérsico, en territorio que hoy es Iraq, una ciudad sumeria cuya gente era culta, manufacturaba cobre y vidrio, tenía vehículos con ruedas y practicaba la astronomía, la medicina y las matemáticas.
• El llamado a Abraham. El llamado a Abraham es la elección de Israel para constituirse en el pueblo elegido de Dios. De todas las naciones del mundo, Dios eligió un hombre, Abraham, para ser el padre fundador de una comunidad que sería luz de Dios para las naciones y traería bendición de Dios a todos los pueblos. ¿Por qué Dios llamó a Abraham? No se nos dice por qué. Según escritos rabínicos posteriores, Dios llamó a muchos pero sólo Abraham respondió.
• Las promesas de Dios a Abraham. En Génesis 12, Dios habló a Abraham, a la edad de 75 años, en Jarán, donde vivía con su padre Téraj y su familia. Dios le dijo: “Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré”. Esta era una orden difícil de cumplir porque en los tiempos antiguos la unidad familiar permanecía intacta hasta que moría el patriarca. Luego Dios hizo tres promesas a Abraham. Primero, le dijo que sería el padre de una “gran nación” (Dios cambió su nombre Abram por Abraham , que significa “padre de muchos”). Segundo, por medio de él “todas las naciones de la tierra” recibirían la bendición de Dios (el favor divino). Tercero, la descendencia de Abraham recibiría “esta tierra”, la región de Canaán, la tierra prometida .
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