Gullo, Marcelo
Argentina Brasil: la gran oportunidad . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblos, 2013. - (Relaciones internacionales)
E-Book
ISBN 978-987-691-209-9
1. Relaciones Internacionales . 2. Argentina-Brasil. I. Título
CDD 327.1
Diseño de tapa: Michelle Kenigstein
Armado: Hernán Díaz
Coordinación: Mónica Urrestarazu
© Marcelo Gullo, 2005
© Editorial Biblos, 2005
Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires
editorialbiblos@editorialbiblos.com / www.editorialbiblos.com
Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723
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A mi abuelo Juan Omodeo y su hermano Vittorio.
A mis padres, Salvador y María,
y a mi hermana Alejandra, quien no pudo ver este libro.
A mi esposa, Inés Maraví, suma de amor y paciencia.
A mis maestros,
Luis Daloisio
Manuel D’Ornellas
Patricio Ricketts
José Luis de Imaz
Abel Posse
Alberto Methol Ferré y
Helio Jaguaribe.
A mi padre espiritual,
Fortunato Baldelli.
Agradecimientos
Quiero agradecer especialmente a Roberto Vitali, quien debería ser considerado justamente como coautor de este libro; sin su ayuda, la obra no sería lo que es. A Guillermo Puig, Nicolás Mayoraz y Ricardo Peixoto, por sus inestimables aportes. A Carlos de Isla, por el apoyo que me brindó permanentemente. A Juan Carlos Oliveira, Walter Ferrone, Daniel Guida y a todos los miembros de la Mesa del Diálogo Regional Rosario. A Damián Umansky y a todos mis colegas de Radio Nacional Rosario. A mis ex alumnos Roland Denegri, Pedro Roca y Olga Mazoza, que me ayudaron a reflexionar sobre las nuevas formas del poder.
Prólogo
Helio Jaguaribe
Fue con mucho gusto que acepté la amable invitación del profesor Marcelo Gullo para prologar su excelente estudio La gran oportunidad. Es que Gullo y yo tenemos, sobre temas de nuestro común interés, las mismas ideas básicas. Así ocurre, particularmente, con este libro, con el cual mantengo plena concordancia.
En lo fundamental se trata del hecho de que, ante el proceso de globalización exacerbado por el unilateralismo imperial del gobierno de George W. Bush, los países como la Argentina y Brasil –y con ellos, todos los de América Latina– están perdiendo, acelerada y drásticamente –cuando no lo han hecho ya– su espacio de “permisibilidad” internacional.
De seguir las cosas en el estado actual, en un lapso histórico relativamente breve –a mi entender, en no más de diez años–, nuestros países se convertirán en meros “segmentos indiferenciados del mercado internacional” y serán simples “provincias” del imperio americano. Si bien se mantendrán los aspectos “formales” de su soberanía: el himno, la bandera, los ejércitos –útiles sólo para “desfilar” y hasta las “elecciones libres”–, las decisiones relevantes serán tomadas fuera de sus fronteras, en función de los intereses del mercado financiero internacional y de Washington.
Nuestros países serán controlados, internamente, por las grandes corporaciones multinacionales –las mismas que ya predominan en ellos– y, externamente, por Estados Unidos.
El imperio americano, a diferencia de los “imperios históricos”, del romano al británico, no se caracteriza por la “formalización” de su dominio. Este domino era ejercido, en aquellos otros, por un “procónsul” o un “virrey”, respaldados por contingentes militares y burocráticos de la metrópolis. El imperio americano, en cambio, es un “campo magnético”, dicho esto en un sentido análogo al que empleamos cuando hablamos, en física, de un “campo gravitacional”. El “campo” imperial americano se caracteriza por el empleo de “constreñimientos decisivos” en lo financiero, en lo económico-tecnológico, en lo cultural, en lo político y, cuando es necesario, en lo militar.
Estos “constreñimientos” compelen a los dirigentes locales –les guste o no– a seguir la orientación que conviene al imperio.
El proceso de globalización, que no fue deliberadamente generado por ningún país o grupo económico, es el resultado del progreso tecnológico del último tercio del siglo xx y de la transición de la forma del capitalismo internacional que pasó de la anterior fase industrial a la actual fase financiera e informática.
Sin embargo Estados Unidos, valiéndose de su condición de mayor y más tecnificada economía del mundo combinada con el hecho de ser la única superpotencia subsistente, consiguió apropiarse de este fenómeno utilizándolo para favorecer sus propios intereses. Fue así como el proceso de globalización terminó convirtiéndose en el principal medio sobre el cual Estados Unidos basa su predominio universal y consigue, de este modo, que los procesos de globalización y modernización terminen identificándose con la idea de “americanización” universal.
Ante esta situación, la mayor parte de los países está perdiendo, o ya perdió, su soberanía efectiva, convirtiéndose en meros segmentos del mercado internacional y provincias del imperio. De este destino escaparon solamente los países europeos –por su integración en la Unión Europea–, los países semicontinentales de Asia –como China e India– y, en menor aunque creciente medida, Rusia –gracias a su poder atómico “remanente” y a las políticas reformistas de Vladimir Putin, ayudadas por la fuerte alza del petróleo–.
En ese marco, los países del norte de América Latina, tanto por gravitación natural, en el caso de América Central y del Caribe –con la excepción de Cuba– como, también, por el acuerdo del nafta –en el caso de México– se fueron convirtiendo en “parcelas” de la economía americana. Es verdad que México, gracias a su extraordinaria riqueza cultural –tanto popular como erudita–, mantiene todavía un margen significativo de autonomía nacional pero, ¿por cuánto tiempo? De no mediar ninguna circunstancia nueva, el proceso de “americanización” de México seguirá progresando ineluctablemente, hasta su reducción a la condición de una provincia más del imperio.
En idéntico marco, subsiste en América del Sur una relativa –aunque aceleradamente declinante– autonomía. Lo que se mantiene de esa autonomía se debe a la Argentina y a Brasil. Estos dos países perderán, como ya he mencionado anteriormente –en un plazo históricamente breve– lo que les queda de autonomía si no logran, con urgencia, una apropiada solución “integradora”.
Como acertadamente subraya Marcelo Gullo en este brillante ensayo, la “supervivencia histórica” de la Argentina y de Brasil depende de la urgente conformación de una alianza estratégica entre ambos países. Una alianza que sea a la vez estrecha, estable y confiable, para desarrollar a partir de ella una integración económica apropiada y equitativa y, fundamentalmente, una política exterior y de defensa común. La alianza argentino-brasileña constituye, asimismo, el eje de la consolidación del Mercosur y éste, el “núcleo duro” de consolidación de la recientemente establecida Comunidad Sudamericana de Naciones.
Sólo así estarán dadas las condiciones necesarias para la preservación de la identidad nacional y la supervivencia histórica de cada uno de los países sudamericanos. Es preciso, asimismo, agregar que la consolidación de esta “comunidad” constituye la condición sine qua non para que México logre preservar su amenazada autonomía nacional. México no sobrevivirá sin una América del Sur autónoma y a la cultura latinoamericana le resulta imprescindible el rico aporte de México.
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