ROMERO, José Luis. “El problema social del artista: el pleito de Málaga en 1782”, Boletín de Arte, 1982, nº 3, p. 207–234.
TORREJÓN DÍAZ, Antonio. “El entorno familiar y artístico de La Roldana: el taller de Pedro Roldán”. En: Roldana. Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 2007.
[1]Luciano (ca. 125-ca.190), cfr. WITTKOWER, Rudolf y Margot. Nacidos bajo el signo de Saturno. Madrid: Cátedra, 1988, p. 17.
[2]KRIS, Ernst; KURZ, Otto. La leyenda del artista. Madrid: Cátedra, 2007. Este aspecto puede apreciarse en las anécdotas exageradas, fabulosas, en muchas ocasiones completamente inverosímiles, que jalonan las biografías de los artistas, y que acabarían formando un género específico con la publicación de Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores (1550) de Giorgio Vasari.
[3]Según parece, Parrasio, el rival de Zeuxis, firmó una de sus pinturas: “uno que vive lujosamente”. De Parrasio se escribió también: “como señal de su vida lujosa, vestía una capa púrpura y llevaba una toca blanca en la cabeza, y se apoyaba en un báculo con espirales doradas, y ataba sus zapatos con cordones dorados”, cfr. KRIS, E.; KURZ, O. Op. cit.
[4]Plinio se lamentaba de la situación artística de su época afirmando: “La verdad es que la finalidad del artista, como la de todos los demás en nuestros tiempos, es la de ganar dinero, no la fama como en días pasados, cuando los más altos nobles de su nación consideraban el arte como uno de los caminos hacia la gloria, e incluso lo atribuían a los dioses”. De forma parecida Petronio comentó: “El anhelo de la ganancia es el causante de que las artes se pasasen de moda. En los buenos tiempos, cuando los hombres aún estimaban la verdad desnuda, florecían las verdaderas artes…Cfr. WITTKOWER, R. y M. Op. cit., p. 18.
[5]Por ejemplo, en febrero de 1671, está registrado que Rodrigo de Herrera, procurador y curador de los herederos de Andrés González de Figueroa y Catalina de Córdoba, adquirió del escultor 100 libras de seda en bruto, que habrían de dar 433 varas, quien se las prestó para que se las devolvieran hiladas y tejidas en término de dos años, durante los cuales el escultor debía percibir de beneficio la renta de una casa que poseían dichos herederos, cfr. LLORDÉN, Andrés. Escultores y entalladores malagueños. Ávila: Ediciones del Real Monasterio de El Escorial. 1960, p. 124.
[6]WETHEY, Harold H. Alonso Cano. Pintor, escultor y arquitecto. Madrid: Alianza Forma, 1983.
[7]Palomino fue el biógrafo más prolijo en pormenores, y de él procede gran parte de esa leyenda. No obstante, hay pruebas de su natural irritable y sobre todo de su orgullo personal y profesional, sirva de ejemplo el negarse a participar en la procesión de Nuestra Señora de los Siete Dolores, en 1647, pues asistían a la vez los doradores, que ejercían un arte “mecánico”, inferior al liberal de la pintura.
[8]La espiritualidad de Mena se constata, no obstante, a partir del contenido de sus testamentos, donde se comprueba la parte de los bienes temporales que el escultor destinó a fines piadosos, buscando a través de las obras de caridad la salvación del alma, cfr. REDER GADOW, Marion. “La mentalidad religiosa de Pedro de Mena a través de sus testamentos”. En: Actas del Simposio Nacional Pedro de Mena y su Época. Sevilla: Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, 1990, p. 179-193. Entre los estudios pioneros de este enfoque espiritualista a la hora de interpretar la orbra de Mena se encuentra el estudio pionero de Antonio Gallego Burín, “Pedro de Mena y el misticismo español”, publicado en 1930, en el nº 7 del Boletín de la Universidad de Granada, cfr. SÁNCHEZ MESA, Domingo. Estudios de escultura española. Granada: Universidad de Granada. 2006, p. 107-152.
[9]Superada en parte las vidas de artistas, los primeros estudios en nuestro país sobre escultura barroca española acusan el peso del idealismo estético, aún dominante en un sector importante de la Historia del Arte en Europa. Pero también encontramos en las primeras décadas del siglo XX estudios que, con rigor filológico, emplean las fuentes documentales, deteniéndose, principalmente, en las figuras más relevantes. Elías Tormo y Monzó publicó en 1903 La escultura antigua y moderna, e incluyó un capítulo titulado “la imaginería española de talla policromada (1550 a 1750).” Tormo interpretaba la imaginería barroca como expresión de una religiosidad profunda del pueblo español, únicamente justificable por lo que supone de fervor cristiano. Años más tarde Antonio Gallego Burín escribió Pedro de Mena y el misticismo español (1930), donde aborda de nuevo la cuestión religiosa que tanto ha sido vinculada por la historiografía a la vida y obra del insigne escultor. Aún no suficientemente analizados, los estudios pioneros sobre escultura barroca española realizados por investigadores extranjeros desde principios del siglo XX, ofrecen una interesante visión acerca de la imaginería española. Ésta viene a ser contemplada, por lo general, como una manifestación peculiar, cuando no exótica o, incluso excéntrica, de la mentalidad religiosa de la sociedad española del Siglo de Oro.
[10]GÓMEZ-MORENO, Mª Elena. Escultura del siglo XVII. Ars Hispaniae, XVI. Madrid: Plus Ultra. 1963. p. 54.
[11]PACHECO, Francisco. Arte de la pintura (1649). BASSEGODA Y HUGAS, B. (ed.). Madrid: Cátedra, 2001. Capítulo IX, “De los nobles y santos que exercitaron la pintura y de algunos efectos maravillosos procedidos della”, p. 213-233.
[12]Cfr. SÁNCHEZ CANTÓN, Francisco Javier. Fuentes literarias para la historia del arte español. Madrid: Junta para la ampliación de estudios e investigaciones científicas, 1923-1941. Ceán Bermúdez en su Diccionario histórico alude a este relato e indica que “prescindiendo de lo que halla habido de prodigioso en este suceso, no puede negarse que la estatua es un prodigio del arte…”, cfr. CEÁN BERMÚDEZ, Juan Agustín. Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las bellas artes en España. En: http://www.ceanbermudez.es/cean.asp(Fecha de consulta: 26-XII-2013).
[13]San Basilio, cfr. Tatarkiewicz. Historia de la Estética II. La Estética Medieval. Madrid: Akal. 2007, p. 20.
[14]Prometeo, según la tradición, creó los primeros hombres modelándolos con arcilla, pero Prometeo fue castigado por su soberbia, encadenado al Cáucaso, y condenado a que un buitre le arrancase a pedazos el hígado perpetuamente. Relacionado con Prometeo se encuentra otro escultor mítico, Hefesto, creador de figuras humanas dotadas de movimiento, que también fue castigado por los dioses, en su caso con una cojera. En el contexto de la mitología griega cabe citar también el titán Epimeteo, que modeló una figura humana de arcilla, y por esta imitación Júpiter lo convirtió en mono y lo desterró a las islas Pitecusas. Cfr. E. Kris; O. Kurtz. Op. cit., p. 80. Epimeteo es considerado por Juan Pérez de Moya, en su Philosofía secreta de la gentilidad (1585), el primero en hacer una estatua de hombre de barro. En: REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. [27-12-2014] .
[15]Plinio, XXXIV, cfr. WITTKOWER, M. y R. Op. cit. p. 18.
[16]Gn 2,7.
[17]Circunstancia excepcional es la que atañe a los papeles encontrados dentro de las esculturas, singularmente en la cabeza, con indicación del autor y la fecha. No parece probable que con ello se buscara el reconocimiento social, cabría sospechar más bien en un gesto de tipo devocional, o de alguna suerte de superstición según la cual procediendo de este modo se obtenía el auxilio divino. Obviamente, el hallazgo de estos papeles se ha producido a raíz de una restauración o como consecuencia de un accidente. De este modo, al practicarse la restauración del Cristo de la Fundación, obra de Andrés de Ocampo (intervención realizada en 1940 por Agustín Sánchez-Cid), fue encontrado en el interior un documento autógrafo fechado en 1622 que adjudicaba la autoría a dicho escultor: “Este Cristo se hizo en Sevilla, año de mil seizientos y veinte y dos. Hizolo Andrés de Ocampo, maestro escultor.”
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