María Laura Gambero - Salvar un corazón
Здесь есть возможность читать онлайн «María Laura Gambero - Salvar un corazón» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Salvar un corazón
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Salvar un corazón: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Salvar un corazón»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
¿Podrá el perdón tender un puente hacia el futuro?
Salvar un corazón — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Salvar un corazón», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Dejó el elevador y cruzó el corredor que conducía a la doble puerta de vidrio que daba acceso a la editorial. El nombre de fantasía la predispuso negativamente, hubiese preferido un nombre español; después de todo, ¿quién ponía el dinero?
La recepción era moderna, minimalista. Dos sillones de cuero blanco enfrentaban una mesa baja con tapa de vidrio, a través del cual podían verse los ejemplares de las revistas y suplementos que allí se publicaban. Le agradó lo que vio, aunque si hubiese estado en sus manos, hubiese agregado algún detalle para darle un poco de vida.
–Buenos días –saludó Gimena al acercarse al mostrador de la recepción donde una hermosa morena de ojos oscuros y labios color carmín alzó la vista al escucharla–. Tengo una entrevista con la señora Antonella Mansi. Mi nombre es Gimena Rauch.
–Un segundo, por favor –dijo la muchacha con una sonrisa–. Tome asiento que ya mismo la anuncio.
Gimena le agradeció y se dirigió a los sillones donde se sentó y tomó un ejemplar de la revista de moda. Una hermosa morena de centellantes ojos verdes se lucía en la portada. Gimena no tenía idea de quién podía ser. A un costado, vio la delgada publicación cultural. Frunció el ceño y la tomó. Era una publicación semestral, pobre en contenido y en edición. La indignó pensar que un buen cuerpo podía interesar más que un artículo bien desarrollado sobre la gran movida cultural que Buenos Aires poseía. Sin disimular lo que estaba haciendo, guardó uno de los ejemplares en el maletín que llevaba.
Consultó su reloj. Ya habían pasado quince minutos de las once de la mañana. La directora de la editorial ya debería haberla recibido. Se había desacostumbrado a la impuntualidad argentina. Para Gimena, la puntualidad era importante; señal de buena educación y de respeto por el tiempo del otro.
Se entretuvo unos minutos más contemplando el suelo. Como en la mayoría de las editoriales, se trataba de un gran salón desprovisto de paredes pero con gran cantidad de cubículos individuales separados unos de otros por paneles divisores. De un pantallazo, calculó que habría unos cincuenta puestos de trabajo, de los cuales muchos menos de la mitad estaban ocupados. Solo había tres despachos cerrados. Supuso que uno de ellos sería el de Antonella Mansi. Pero ¿dónde está todo el mundo? , se preguntó apreciando el escaso movimiento de la editorial.
Sus pensamientos comenzaron a viajar y su corazón se encontró añorando el puesto que había dejado en Madrid; el ritmo que había alcanzado en la editorial Sáenz y el reconocimiento de sus pares. Extrañó las risas y las conversaciones con sus compañeros de oficina; las salidas después de hora y el vértigo al cierre de una edición. Extrañó la camaradería y las buenas amigas que allí había hecho. Extrañó Madrid y su gente.
Procurando controlar el incipiente fastidio que le generaba la espera, se arrellanó en el sillón, concentrándose en la revista cultural. La analizó con detenimiento; era un espanto, una precariedad de diseño y contenido que mostraba un completo desconocimiento de la temática. Contaba con dos artículos que difícilmente le interesarían a alguien y un detalle básico de las funciones del semestre del Teatro Colón, de las distinguidas colecciones privadas que se presentaban en el Malba y de las exposiciones que ofrecían el Museo de Arte Decorativo y el de Bellas Artes. También, en menor medida, hacía referencia a las muestras populares. No había leído ni dos páginas y ya tenía una larga lista de aspectos a modificar. Contrólate, Gimena , se autocensuró. Ajústate a lo planificado .
–Señorita Rauch –dijo una joven acercándose a ella. Hacía más de cuarenta minutos que esperaba–. Mi nombre es Romina, soy la asistente de la señora Mansi. Le pido mil disculpas, pero ella está algo demorada.
–¿Tardará mucho? –preguntó, conteniendo su fastidio.
–No sabría decirle –se disculpó la joven claramente incómoda–. Lo único que me ha informado es que tuvo un contratiempo. Me pidió encarecidamente que la disculpase con usted.
Gimena extrajo de su bolso un elegante tarjetero de cuero rojo, del cual tomó una tarjeta y se la extendió.
–Lamentablemente, no voy a poder seguir esperando –informó–. Aquí le dejo mi número de celular. Por supuesto, desestime los números de Madrid –aclaró, sin disimular su contrariedad–. Le pido que me llame para coordinar una nueva entrevista cuando a la señora Mansi le quede cómodo. Buenos días.
Sin esperar la respuesta, Gimena se dirigió a los elevadores masticando indignación. Una vez en la acera, buscó su celular y se comunicó con la sede central de Madrid. Si de inversiones se hablaba, a simple vista, la revista argentina demostraba ser muy poco rentable en estas condiciones.
José María Solís no tardó en atenderla. Luego de los saludos y de ponerlo al tanto de cómo había encontrado Buenos Aires, pasaron a hablar de trabajo.
–¡Puedes creer que me ha dado un plantón! –exclamó, indignada–. ¡Qué falta de educación, por Dios! Aunque no he visto mucho desde la recepción, te aseguro que el movimiento del lugar es ínfimo. La situación no es nada halagüeña. Te lo digo para que vayas haciéndote a la idea.
–Pues no me sorprende lo que dices –respondió el español, contrariado.
–Te juro que ya mismo podría hacerte una gran lista de todo lo que debería modificarse en ese lugar –chilló Gimena destilando fastidio.
–Pues a mí me encantaría leer una propuesta de tu parte –repuso José María, ahora risueño.
–No me tientes, José, que ya mismo me pongo a escribir –agregó.
El hombre carcajeó.
–Pues, primero lo primero, Gimena –dijo, conteniendo la risa–. Necesito tus artículos para poder cerrar la próxima edición. De lo demás, te irás ocupando a medida que los hechos se vayan presentando. ¿Estás de acuerdo?
–Está bien, tienes razón –accedió. Se sentó en el bar más cercano y alzó la mano para pedir un café–. Ahora cuéntame cómo están todos. No sabes cómo los extraño.

Era ya cerca del mediodía cuando Antonella abrió los ojos. Parpadeó varias veces hasta lograr enfocar. Se sentía algo embotada y le demandó cierto esfuerzo despejar la mente. Lo primero que vio fue el brazo de Mirko cruzando su cuerpo y el bello rostro del fotógrafo enfrentándola. Antonella se acomodó mejor bajo el brazo masculino protector y suspiró. El hombre dormía luego de una fuerte sesión de sexo que los había dejado a ambos más que exhaustos.
Incorporarlo al equipo de la editorial había sido un gran acierto. Era muy bueno en todo lo que hacía; en todo. Desde la mañana que había cedido a sus insinuaciones, algo cambió en ella. Mirko Milosevic le generaba una dependencia casi adictiva que por momentos la asustaba, pero que siempre despertaba su interés. Era potente, certero y sabía cómo provocarle más placer del que jamás había experimentado. Se le hacía agua la boca de solo rememorar las horas pasadas.
Con desgano, procurando no romper el contacto con su cuerpo, estiró la mano hacia la mesa de noche y tanteó buscando su celular. Sorpresivamente, este vibró y Antonella se apresuró a atender. De un salto se irguió al advertir que era pasado el mediodía; si mal no recordaba, tenía agendada una reunión para las once de la mañana de ese día. Se había quedado dormida. Apremiada, atendió la llamada. Era su secretaria que le consultaba si estaba todo bien. Antonella no era de llegar tarde a las reuniones.
–Hace casi una hora que te estoy llamando –comunicó la chica algo alterada–. ¿Dónde estás, Antonella? Hace unos quince minutos se marchó la mujer que venía enviada de la casa matriz en España. Ahora el que está sentado en la sala de reuniones es Octavio Otamendi.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Salvar un corazón»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Salvar un corazón» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Salvar un corazón» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.