Al comienzo, nos quedamos en la casa de sus padres. Sin embargo, me comencé a sentir incómoda. Eric y yo hablamos y decidimos comprar una casa, pero tuvimos que venderla porque no nos quedaba dinero para sobrevivir.
Sentí que mi matrimonio se desbarataba, poco a poco, a raíz de vivir nuevamente con sus padres. Me sentía desilusionada de mi marido, no sentía que lo amaba, pero no quería herirlo. Sin embargo, después de seis años, se lo dije y le mencioné que quería salir con otro hombre. Él me preguntó si ya tenía otra pareja y le respondí que no.
Una noche, él me llamó y me mostró una página de internet. Me explicó cómo entrar y que servía para tener contacto con alguien. Era una página para parejas. Tuve la experiencia de salir con alguien del cual me enamoré (en realidad, así lo sentía) y casi le di la estocada final a mi familia.
Para ese entonces, había comenzado a conocer y a buscar más sobre metafísica. Sin embargo, para mi esposo era la primera vez. Aunque yo estaba segura de que Dios no existía, había comenzado a investigar sobre el asunto. También recordaba el shock que me causó ver mi retrato en París.
Mi esposo vio parte de un programa de Oprah en la televisión. El programa era sobre metafísica y mencionaban la película El secreto. Cuando Eric me avisa, ya estaba por terminar. Busqué el nombre de la película y la descargué. Cuando la tuve, la comenzamos a ver juntos. En algún punto de la película yo expresé:
«Ahora sé por qué nunca me ha funcionado».
Desde ese entonces, trabajo mi vida junto a la metafísica, mejor dicho, con la energía.
Después de esto, se nos presenta la oportunidad de irnos a las islas Canarias, Las Palmas, gracias a una amiga que conocí en una liga de dominó en Yahoo!
Sin embargo, en Las Palmas hubo un problema tras otro. Las cosas no salieron como las habíamos planificado y tuvimos que regresar a Holanda.
Volvimos en las peores condiciones: no teníamos donde quedarnos, no teníamos casa y el padre de Eric nos dio la espalda. Solo poseíamos un auto lleno de cosas y dos niños pequeños. Rob, un amigo que conocimos en la página para parejas, fue la única persona que nos ayudó incondicionalmente sin pedir nada a cambio. Lo sorprendente es que él ni siquiera tenía espacio para recibirnos —lo cual no se podía decir del padre de Eric—. Vivimos poco tiempo en la casa de Rob. Mis hijos comenzaron la escuela allí.
Sin embargo, casi tres meses después, conseguimos un hogar propio. No teníamos nada más que a nosotros mismos.
Recuerdo que, cuando le conté a mi amiga en Canarias que regresaríamos a Holanda, ella se preocupó. No obstante, yo le dije:
«Tranquila, todo va a salir bien. Por lo menos, vamos a vivir en otra ciudad. Ahora, amueblaré mi casa de la manera como la quiero, no importa lo que me cueste lo haré. Tú... tranquila».
Cuando llegamos a la nueva casa, noté que era la mejor casa que habíamos tenido en Holanda en seis años. Al principio, solo teníamos un mueble para una televisión y una cocina pequeñita que nos regaló Rob. ¡El mueble de la tele ni siquiera estaba cuando llegamos! También estaba la televisión y un aparato para captar los canales que nos prestó el director del colegio donde Eric trabaja.
Durante una semana, dormimos sobre dos colchones pequeños y nos cubríamos con una colcha de Rob. Comíamos y bebíamos en platos y en tazas prestadas por el director del colegio, no teníamos nada para sentarnos. Aunque no poseíamos casi nada, no sentíamos la carencia de mobiliario. Tampoco nos preocupaba cómo íbamos a hacer para arreglar la situación.
Todos los días decía: «todo saldrá bien, ya verás». Cualquier persona lógica hubiera pensado que mi actitud era ilógica e irresponsable. Sin embargo, fue ahí cuando todo comenzó a cambiar de la manera menos esperada. La vida resultó ser como magia... bueno, al menos así lo era y aún lo es para nosotros.
Días más tarde, nuestra nueva casa ya estaba equipada. ¡Fue maravilloso! Todas las áreas estaban amuebladas; las cosas encajaban y encajan nuestro gusto. Incluso, tenemos un cuarto de visitas amueblado. ¡Tenemos todo! Hay una televisión en cada cuarto —menos en el de visitas, pero pronto llegará, solo debo esperar—.
Es en este punto donde comienza nuestra aventura en la vida que hemos escogido. Es en este punto donde nuestras vidas sufrieron una transformación indescriptible ante los ojos de una persona que aún no sabe quién es.
Diario, ¿quieres saber más?
Esta es la parte más emocionante.
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