Juan se da cuenta de que el abuelo ha cambiado su rictus y se dispone a abrirse de par en par. Por un momento se arrepiente de no haberle preguntado al abuelo si le causaría dolor recordar aquellos años.
—Lo que sí te puedo contar, y creo que ya debes conocer, es cómo vivió Crevillent la guerra, cuál fue su evolución, cómo era Crevillent en 2019 y cómo era su gente. Y cómo, incomprensiblemente, los vecinos de calle se convirtieron en enemigos fratricidas de la noche a la mañana, o tal vez no ocurrió de repente sino como causa de un proceso de escalada de odio que nadie sospechó nunca que derivaría en conflicto mortal.
El abuelo depositó su tableta en la mesa, presionó un botón y emergió un holograma en forma vertical por encima de la mesa donde se podían reproducir y proyectar imágenes y vídeos en tres dimensiones. Dirigió su mano atravesando el holograma e hizo clic en un icono denominado «Crevillent en guerra, 2019-2022». Se abrió una pila de subcarpetas ante sus ojos que no guardaban ninguna coherencia temática ni cronológica. Una se denominaba «Plaza del Caballo, julio del 19»; otra, «Discurso del alcalde, julio del 19», y antes de que abriera una de ellas, vio otra que se llamaba «Rapto y asesinato de Celso».
—Abuelo, ¿qué son estas carpetas?, ¿acaso estuviste implicado en la guerra?, ¿tienes información confidencial?
—No, Juan, estas carpetas las creé allá por los años 30, unos diez años después de acabada la guerra. Pensé que sería importante recopilar el devenir de la guerra en el pueblo para que nos quedara constancia de la tragedia que supuso para los crevillentinos; ya sabes: si no quieres repetir los errores del pasado, estudia la historia.
—¿Quién era ese tal Celso al que raptaron y asesinaron?
—No tengas prisa. Antes conviene que te explique cómo era la vida, la gente, la política y el ambiente de la época. Debes conocer el contexto histórico para encontrarle sentido, si es que lo tiene, a la eclosión social que nos sorprendió a todos.
Juan acababa de descubrir que su abuelo no iba a defraudarle ni a evitar el tema. Estaba casi eufórico por escuchar de primera mano el testimonio de un espectador directo de la guerra en Crevillent en 2019. En un momento de distracción
del abuelo, activó la cámara grabadora insertada en sus gafas; era un testimonio digno de ser grabado y conservado.
A pesar de que conocía sucintamente la evolución del conflicto en España, nunca había tenido la ocasión de imaginar que, a su pueblo, tan lejos de todo, también llegó la sangre, y, por lo que sospechaba, de una forma trágica.
—Verás, Juan, por extraño que te parezca, una guerra no surge por un único motivo, ni de la noche a la mañana. Son diversas circunstancias las que concurren, diversos sucesos, desacuerdos y acontecimientos que van formando una bola de nieve o llenando un barril de gasolina; de golpe, un día cae una cerilla en ese barril y todo estalla. En España, y en el mundo en general, el inicio del siglo XXI marcó la transición de la era digital a la era virtual. El Internet de finales del siglo XX comenzó como un fenómeno de ocio que la gente utilizaba como una herramienta de comunicación, de acceso a la cultura audiovisual y de conexión mágica con todo el mundo. En dos décadas, la red digital lo invadió todo; cualquier ámbito de la vida del hombre en el planeta dependía necesariamente de Internet. La era industrial iba tocando a su fin.
—Abuelo, ¿y qué tiene que ver todo esto con una guerra? Hoy también dependemos de Internet, aunque no tiene nada que ver con aquella Red tan rudimentaria de la que me hablas, y no imagino qué problema puede causar.
—Lo que nació como una herramienta para facilitar la vida de los hombres se convirtió, de forma insospechada, en el arma de destrucción más peligrosa para la humanidad, y no por la evolución tecnológica, sino por la preponderancia de las redes sociales, que se convirtieron en la primera línea de batalla de las nuevas guerras en el siglo que estamos acabando. Era cuestión de tiempo que el odio enlatado en los ordenadores y en nuestros móviles saltara a la calle.
—Sigo sin encontrar ninguna relación. Ahora también discutimos por las redes y no veo el riesgo de provocar ninguna guerra.
—Ahora no hay escasez de nada, no tenemos que trabajar, lo hacen los biónicos, y no hay clases sociales tan diferenciadas. El descubrimiento en 2052 del planeta Urantia solucionó grandes problemas de la Tierra con la emigración de millones de habitantes para repoblar «la nueva América». Actualmente, solo tenemos que preocuparnos de disfrutar de la vida y de crear belleza, quizás la verdadera esencia del ser humano.
»A principios del siglo XXI el mundo todavía discutía si era mejor el liberalismo o el socialismo, discusión que polarizaba la sociedad y despertaba las peores pasiones colectivas. Los nacionalismos volvían a resurgir, la inmigración hacia Occidente desde los países subdesarrollados provocó conflictos multilaterales, el anticlericalismo ganaba adeptos, sobre todo contra los católicos, que hubieron de convocar un concilio en el año 20, en plena guerra nuestra, para redefinir sus postulados; entre ellos, la inclusión de la mujer en el clero. El populismo reapareció como nuevo leitmotiv en Occidente.
—Abuelo, todo esto de lo que me hablas ya lo he estudiado en el instituto. Lo que quiero que me cuentes es cómo se reprodujo todo esto en Crevillent, porque mis padres nunca me han hablado de la guerra que se libró en nuestras calles.
—Tus padres, como la mayoría de niños nacidos en los años 30, sufrieron las consecuencias de la guerra: la escasez de alimentos y la educación que hoy sí tenemos. No quieren recordar aquellos años, para ellos olvidados, y es normal que no te hablen de aquello.
»Como te iba diciendo, las redes sociales eran el terreno abonado para plantar la semilla del odio, y la gente se volvía cada vez más iracunda y violenta en sus comunicaciones virtuales. En Crevillent había muchos grupos de participación ciudadana en Facebook (recuérdame que te explique que era Facebook). Eran fórums inicialmente informativos, pero pronto se tornaron en espacios de agresión y odio. De alguna forma, el pueblo ya estaba en guerra, aunque no éramos conscientes.
Junio de 2019
Han pasado pocas semanas desde las elecciones generales, autonómicas y municipales. La victoria mínima de un partido surgido hacía pocos meses, denominado VOX, que se rebelaba contra la corrección política y reivindicaba la defensa de valores tradicionales, provocó una reacción en cadena en la mitad del país, que consideraba ilegítima su victoria. Al principio, las protestas se redujeron a manifestaciones pacíficas, pero poco a poco, y con la crisis económica que arrasaba el país, las tensiones aumentaron de manera imparable. El país se convirtió en una especie de avispero a punto de eclosionar y arrasar con todo. Todos los estamentos de la sociedad tomaron parte en las discusiones: sindicatos, Ejército, Iglesia y, finalmente, la sociedad civil. La tensión se respiraba en la calle, todos desconfiaban de todos, las familias se rompían por discrepancias políticas, la locura imperaba en todas partes.
Las redes sociales anticipaban lo peor.
2 de julio de 2019
En Crevillent se organizó una manifestación convocada por un sindicato para protestar por el cierre de Colonial, la empresa más grande del pueblo, y única que quedaba como fábrica de alfombras. Vicent y Jaume eran trabajadores de la empresa; iban delante de la manifestación portando la pancarta y arengando contra los propietarios y el ayuntamiento.
Читать дальше