Diez entrevistas y trece ensayos; biografías, prácticas docentes, experiencias estudiantiles, anécdotas, trabajos de campo, actividades artísticas... en suma, un crisol multifacético que nos da cuenta de la diversidad de vidas que han confluido en la Universidad de Guadalajara desde sus primeros años.
La relevancia de testimonios como éstos radica en todo lo que nos dicen de personas y actividades que suelen pasar inadvertidas, aunque convivimos diariamente con ellas, y que propician las condiciones para desempeñar las labores esenciales de la universidad. En ese sentido, esta publicación se caracteriza por la variedad de vivencias, la pluralidad de visiones, la frescura de sus narraciones, la autenticidad de sus autores, la espontaneidad de sus emociones y su cotidianidad tan vigente.
No se pretendió hacer una crónica o una historia universitaria, porque ésta no puede ser única. La finalidad fue abrir y propiciar un espacio en el que pudiera mostrarse un abanico amplio de esas historias vividas y contadas tanto por personajes muy conocidos como por personas de las que quizá sabemos de ellos por primera vez. Así, sin jerarquías, todos ellos son universitarios que de distintas maneras y desde distintos campos vivifican y le dan rostro humano a la Universidad.
Aquí se muestran los diferentes modos de ver a nuestra máxima casas de estudios. Los hay que hablan de cambios en la estructura institucional y los que nos cuentan de cómo el lugar donde trabajaron fue siempre el mismo, aunque haya cambiado de nombres y de jefes. Es ésta una rica antología de percepciones y expresiones. No es lo mismo ver a la Universidad desde dentro, por parte de quienes aún laboran aquí, que la visión de los ya jubilados. Es muy distinto, también, observarla desde puestos directivos o de los cubículos académicos que desde los pasillos y oficinas testigos del esfuerzo de quienes han apoyado las incontables tareas dentro de la Universidad. Hay puntos de vista que son llamadas de atención y que nos obligan a mirar críticamente nuestra institución, pues todos y cada uno de los trabajadores universitarios desempeñan una labor esencial; el trabajo de unos no tendría sentido sin el de otros, del mismo modo como hay trabajos que no podrían realizarse sin otras labores que los apoyan.
Ésta es una primera recopilación de crónicas, relatos y testimonios, aunque sabemos que existen miles más en los distintos espacios de la Universidad, pero la intención es que esta publicación inicial sea sólo el principio de una colección de recuerdos históricos, una recuperación permanente de la memoria universitaria que alimente los proyectos del futuro. He aquí una valiosa fuente de conocimientos vivos donde abrevar para la construcción de nuevos horizontes.
CEREMONIA DE PREMIACIÓN
No olvidamos lo aprendido
Elda Castelán Rueda
Muy buenas tardes, señoras y señores.
Con su venia, señores miembros del presídium.
Hoy me invade una alegría inmensa, pues para mí recibir un primer lugar no ha sido cosa de todos los días. Espero que la emoción no me cierre la garganta y pueda continuar hablando.
Recibí un primer lugar hace 55 años por motivos similares: mi gusto por la lectura y la escritura, hábitos que me fueron inculcados, de manera lúdica, en el seno de mi hogar.
Otra alegría que me causa este premio es el reconocimiento que ganamos todos los convocados. Agradezco a las personas que organizaron este concurso porque tuvieron la gentileza de tomar en cuenta a los mayores de sesenta años, al personal administrativo, a los pensionados, ese grupo vulnerable que en otros sectores está olvidado.
Gracias por tomarnos en cuenta. Nosotros, los adultos mayores, como nos llaman en el lenguaje «políticamente correcto», somos personas a las que algunas veces se nos olvida apagar el agua para el té o cerrar la puerta con llave. Pero todavía no olvidamos lo aprendido, y no me refiero a lo académico, sino al conocimiento adquirido a través de las lecciones de vida y de los años. Bien reza el viejo refrán: «Más sabe el diablo por viejo que por diablo».
Muchas gracias, pues, a los organizadores. Y espero que este concurso siga por muchos años. Edificar la historia de nuestra Universidad es una tarea difícil y es un legado de suma importancia para las nuevas generaciones. Estoy feliz de haber aportado un granito de arena para la reconstrucción de esta historia.
Dudé mucho en participar, no me gustan las competencias (menos esa palabra de moda: «competitividad»). Mis hermanas y personas muy cercanas leyeron mis primeros borradores y me animaron a no desistir. Muchas gracias a todas ellas. Aun así, hubo días en que pasó por mi mente no enviar nada.
Pero la idea de que me leyeran, aunque sólo fueran los miembros del jurado, me impulsó a decidirme. Además, como dijo García Márquez en una ocasión: «Escribo para que me quieran».
Cuando comencé a escribir mi ensayo me invadieron las confusiones. Me di cuenta de que lo que no está escrito se olvida. Llamé a varias amigas que habían entrado a la Universidad antes que yo. Me reuní con unas, les envié correos a otras, así entrelacé mi historia. Muchas gracias a todas ellas. En algunas fechas y en otros detalles no coincidíamos, por eso tuve muchas dudas. Yo no quería contar mentiras, algo muy típico en los mexicanos...
Me siento afortunada de haber trabajado en la Universidad de Guadalajara en los años ochenta, noventa y en el primer decenio de este siglo. Esas tres décadas marcaron una diversidad de cambios en el mundo, en la institución y en general en el comportamiento humano; en el lenguaje y, principalmente, en las tecnologías, que en los trabajos administrativos y académicos provocaron movimientos y sentimientos nuevos y por ende muy extraños.
Para terminar, me atrevo a dar una recomendación al personal administrativo, cualquiera que sea su nombramiento: busquen el cambio de oficinas y de actividades. Quien no se mueve produce moho, y éste no sirve para nada. Les recuerdo las palabras de Abraham Maslow: «Uno debe de luchar contra lo estereotipado, nunca debe permitirse llegar a acostumbrarse a algo».
Muchas gracias a los miembros del jurado, y gracias nuevamente a los organizadores de este concurso.
Muchas gracias a quienes hoy me acompañan, gracias por compartir mi alegría. Ya lo dijo Saramago: «La alegría, si uno está solo, es nada».
Muchas gracias.
Benjamín Flores Isaac
Buenas tardes.
No olvido, recuerdo, pero también disfruto, y mucho...
Muchas gracias a las personalidades que conforman el presídium, muchas gracias a las personalidades que se encuentran en la parte inferior, muchísimas gracias por todo, por su asistencia. Esto que culmina, si lo vemos desde una dimensión real, creo que es una cosa tremenda, inconmensurable, todos estamos más o menos vibrando en la misma frecuencia, todos hablamos de cosas similares, hablamos de permanencia, hablamos de que se extienda, hablamos de que se institucionalice esto, sería fabuloso, porque esto conforma verdaderamente la historia viva de los quehaceres universitarios.
No sólo es una compilación de evidencias, no, es un pedazo de historia de cada uno de los que ahora participamos, ojalá y en la siguiente convocatoria se duplique y hasta se triplique la participación de todos los universitarios.
Ésta es la historia de nuestras vivencias, porque muchos así lo vivimos, así lo sentimos y en algunos casos, claro, como el mío, lo disfrutamos y lo disfrutamos muchísimo y lo disfrutamos tanto que a la hora de hacer la entrevista casi me dijeron: Maestro, córtele porque ya se acabó el tiempo, ya se acabaron los 45 minutos.
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