Juan Carlos Herrera Correa - Una carcajada en un velorio

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Este libro es un acercamiento a la muerte del caricaturista Ricardo Rendón. Desde los momentos inmediatos a su última decisión, en el café La Gran Vía, de Bogotá, se han hecho muchas interpretaciones de su vida, obra y muerte. El «caballero de la triste figura» fue especialmente analizado por sus pares y compañeros de vida bohemia, tanto en su natal Antioquia como en la ciudad que lo recibió para sus ácidos retratos de la vida política del país. Sin embargo, desde la historiografía aún es muy corta la interpretación sobre su influencia como caricaturista, su vida y los aspectos de la política revuelta de la que hizo parte a través de su trabajo gráfico. En estas páginas, nos acercamos a sus últimos meses de vida, que coinciden con el inicio de la República Liberal. Es una lectura de sus caricaturas sobre los diferentes acontecimientos de la vida política del país, el transcurso del primer año de gobierno de Enrique Olaya Herrera, la irrupción de la Violencia (especialmente en el campo) y los temas picantes de la política petrolera, hasta llegar a ese decisivo 28 de octubre de 1931.

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A Bogotá llegó en 1918 con una ya bien desarrollada “pluma de caricaturista”. 25Se inició en publicaciones seriadas como Bogotá Cómico, Cromos (entre 1916 y 1928), El Espectador (de 1918 a 1920) y El Gráfico (entre 1918 y 1927). Llegó a la ciudad con veinticuatro años. Detrás de él ya traía un legado por su trabajo con la caricatura política, el dibujo y la gráfica publicitaria. 26Inició una enorme actividad en una etapa de trece años, en la cual logró una radiografía completa de la historia política. Partió de finos trazos de pluma sobre políticos de su época con un “humor travieso”. 27Se convirtió en el caricaturista político más influyente del país. Resultó en alguien popular sin proponérselo, 28y su arte lo hizo rodearse de una imagen que la gente disfrutaba, pues sus dibujos eran editoriales. Esta ciudad también representó un hogar amable para él. Fue un espacio de afecto, un lugar que amaba. Sus escenarios ocultos, sus parques, su niebla, los cerros y todo este encanto lo hicieron un espacio adecuado para su crítica y para el desarrollo de su vida bohemia de cafés y tertulias. Su llegada a Bogotá fue la consigna de su trabajo arduo (que fue aprovechado por casas comerciales por su fino trabajo) para impulsar ese renombre que traía Antioquia a la escena nacional.

Para 1920, sus escenas ya eran reconocidas desde la crítica. Se apreciaba su actitud y su acidez. Su valor gráfico llegaba a bocas no solo de sus pares artistas y bohemios colombianos. Literatos como el boliviano Alcides Arguedas, en su estancia en Bogotá como embajador de Bolivia, decía: “E1 ojo de este hombre asusta. Su malicia tiene ribetes geniales. Rendón es toda una fuerza […] posee el don prodigioso e incomprensible de la sátira fina y hasta refinada”. 29

En 1921, el abogado y periodista Alfonso Villegas Restrepo fundó el periódico La República y vinculó a Rendón para una tarea de mandar “dobles y mandobles” contra los diferentes personajes de la política nacional. Atacó cada vez más al régimen enemigo (la Hegemonía Conservadora) que, para ese año, había tomado una actitud más cerrada al finalizar el partido republicano y, con ello, la posibilidad de mantener la unión con los liberales. 30En este diario trabajó hasta 1924. Sin embargo, no todo quedó en una labor contestataria contra el régimen desde los medios. Continuó una producción intelectual rodeado de una generación de jóvenes en contra del régimen conservador. Gozó de la posibilidad de ser una bisagra entre las generaciones intelectuales y políticas del Centenario (de finales de siglo XIX y comienzos del XX) y Los Nuevos. De esta última generación resultó en una transformación desde los estudiantes, cuyas consignas se plasmaron en la revista Universidad, dirigida por Germán Arciniegas.

Era una renovación de las ideas para el pensamiento de un nacionalismo latinoamericano. Una consigna en la cual se buscaba la pelea de los conservadores y liberales desde las letras. Era una oportunidad, para el caso de los artistas, de expresar un talento reprimido. Durante la primera etapa de funcionamiento, entre 1921 y 1922, Rendón participó en la producción gráfica, acompañado de amigos de Panidas, como Otto de Greiff. Este periodo culminó con las elecciones de 1922, y para una reaparición en 1927, rompió con el ideal de lucha desde las letras. El medio quedó en manos únicamente de los liberales, en una etapa que duró hasta 1929. Las puertas abiertas para Rendón se le presentaban no solo por su enorme capacidad en la pluma, sino con esta trayectoria en varios medios y publicaciones. Rendón era, además, liberal de partido y de ideas. Era un hombre con nociones avanzadas, de cultura intelectual e imaginación inagotable. La prensa liberal lo vio para este fin. Su trabajo solo debía ser prestado de un hombre liberal a un medio liberal. Esta era la oportunidad de preparar el arma con la cual atacar a los conservadores y a las instituciones que representaban el viejo orden, como los jerarcas militares y eclesiásticos. 31Llegó así a El Tiempo.

Esta es una etapa iniciada en 1924. Según sus propias consideraciones, constituyó “la más fructífera de todas”. 32Entró para el apoyo del plan del Partido Liberal y del directorio de El Tiempo. Aportó los elementos satíricos desde su publicación, que cada vez tenía más notoriedad. Su opinión se transformó de una oposición desde la prensa popular, reducida ante la fuerte censura del régimen, a una que, gracias al poder dentro del establecimiento de El Tiempo, se fue renovando en mayor fuerza de ataque. Terminó como “el espejo de las pasiones políticas”, con una capacidad de ilustrar la profundidad de la opinión colectiva. 33En su obra se reflejó la historia de cuatro administraciones (desde Marco Fidel Suárez hasta Enrique Olaya Herrera). Fue el seguimiento continuo a la política conservadora y los inicios de la liberal. Bajo las peticiones de los medios, trazó en su pluma imágenes de los presidentes Pedro Nel Ospina y Miguel Abadía Méndez. Retrató el funcionamiento de sus gobiernos, las actuaciones de los ministros, la actitud de los funcionarios y, especialmente, la actividad de los miembros de la Iglesia. En esta evolución, su trazo se empezó a perfeccionar y con la intensidad de su crítica y apariciones en el medio, escaló hasta llegar a las publicaciones diarias en la primera página del periódico. Trató una variedad de temas desde las noticias de primera plana hasta los “entretelones” de la política. 34

La guerra entonces estaba desatada. Rendón había consignado las debilidades de los gobiernos conservadores. Expuso temas como la intervención del clero en la política y las candidaturas. Llegó a puntos de quiebre, tanto en la caricatura como en el Gobierno, en episodios trágicos de la vida nacional como la masacre en Ciénaga, Magdalena (conocida como la Masacre de las Bananeras), en 1928. El régimen tambaleaba. En este último decenio los conservadores se debilitaron en la búsqueda de los apoyos en la Iglesia y la maquinaria política. Se llegó a un punto tal que, en 1928, con la muerte de monseñor Bernardo Herrera (quien había indicado todos los candidatos y subsiguientes presidentes durante la hegemonía), las vacilaciones en el interior del partido terminaron en la división inevitable entre dos candidatos. Se garantizó la victoria de Olaya Herrera, en 1930.

Estamos ahora en su ascenso con la república liberal. Es el tiempo de mayor notoriedad para el combatiente Rendón. 35A comienzos de 1931, el periodista y futuro presidente Eduardo Santos, en ese momento director del periódico El Tiempo, mostró el interés por publicar un álbum de caricaturas en admiración y agradecimiento por su trabajo. Este fue el primero que se imprimió para un caricaturista en Colombia. 36Resultó en una edición publicada por Cromos de una selección de sus caricaturas que ya habían sido presentadas en el diario. Se lanzaron dos volúmenes puestos en venta el 25 de mayo de 1931.

La publicación supuso una satisfacción para el caricaturista luego de que fuera un éxito en ventas. Pero, contrario a lo que se pensaría, resultó en ciertos roces con Santos. Ante la mirada preocupada del director, el alcoholismo y la vida de café no le permitía ver la necesidad de ahorrar. Tanto él como otros personajes quisieron para Rendón y su familia cosas como una casa nueva y saldos bancarios. Era la forma de apreciar su labor en el periódico. Pero esto solo era “la forma populacha de homenaje”. Rendón no era así. Vivió dedicado “a los rincones donde el hombre se encuentra con sí mismo”. 37La vida espiritual, académica y bohemia: era un encuentro más en lo presente. El problema entonces se dio en que los ahorros y las ganancias derivados del álbum no fueron directamente al bolsillo de Rendón. Fueron destinados a esa casa que se esperaban adquiriera. El fondo quedó en manos del periódico. En una conversación que tuvo con Adel López, diría: “Me está matando la bondad del doctor Eduardo Santos. Figúrate que no me permite retirar un solo peso de la venta del libro […] Está empeñado en que todo el producto sirva para comprarme una casa […] figúrate. Una casa ¿para qué quiero yo una casa? Lo que necesito es plata”. 38

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