Los otros dos temas, como epicentro de las situaciones más intensas de la obra de Rendón, se agrupan en el tercer capítulo: “La crisis”. Ahí, con “La violencia” están las tensiones y denuncias que, desde la caricatura, se hacen para comprender este periodo no como un conflicto circunstancial derivado de la época electoral, sino para entender esto como una temprana violencia. Es la configuración de las actitudes de los directorios políticos (conservador y liberal), en una escalada de maniobras políticas y guerreristas, que evolucionaron al paso de la mitad de siglo hasta llegar a la explosión definitiva en el conflicto armado. Con el contrato del Catatumbo, tenemos el último tema: “El petróleo”. Se habla de una política en específico y la cobertura extensa desde los medios de comunicación. No se trata únicamente de relatar lo inmerso en la caricatura, sino también de ver algunos aspectos anteriores. Es una breve historia de los tratados en torno a la explotación petrolera en la región. Es salir del tiempo de Rendón para detallar algunas consecuencias del contrato. Acá está la distancia de un hombre de élite, de intelectualidad y de ciudad, con un mundo social más complejo como el indígena, de relaciones complejas trazadas no solo por la raza y la etnia; también por su condición de protegidos desde los resguardos (con condiciones diferentes a las de otros habitantes de las regiones del país, campesinos y colonos). Es, así mismo, una reflexión desde la historia social. Son los comportamientos de las distintas clases (una alta, que es política, económica e intelectual al mismo tiempo, y un pueblo raso de campesinos, colonos, indígenas y habitantes urbanos) frente al cambio de Gobierno. Sin embargo, veremos que, según el ojo de Rendón, no se alcanza a retratar una realidad de complejas organizaciones e identidades en conflicto (clase, raza, etnia, región, otros partidos políticos, etc.), sino en una tensión de dos mundos, de ese lugar de la política y la élite, contra una base que compone el resto de la población civil. Como cierre de la exposición narrativa, se pone en consideración una sola caricatura en “El epílogo”. Es la interpretación sobre su última caricatura del 30 de octubre adjunto a la exposición de los hechos inmediatos a su suicidio. Es el cubrimiento de El Tiempo a su funeral y las diferentes publicaciones que, desde el día siguiente hasta nuestros días, se hace de su persona, su alma, trabajo y última decisión.
Este libro resulta ser el cruce de miradas que terminan por reencaminar un proceso. El encuentro con tan enigmático personaje fue gracias a la intención del profesor César Ayala y el curso Métodos Históricos, del pregrado de Historia de la Universidad Nacional de Colombia. El azar me puso junto al caballero antioqueño, en un curso en el cual se dio rienda suelta al estudio de la caricatura política en Colombia. Esta producción nace del esfuerzo académico y la imaginación de toda una serie de futuros historiadores, quienes dimos nuestra semilla por recuperar el valor de esta serie de artistas. A través de la prensa, resultaron ser receptores y transmisores a la opinión pública, de la convulsionada política colombiana, especialmente durante el siglo XX. Solo era cuestión de un empujón para seguir avanzando en esta investigación, hasta aterrizar en estas páginas.
El valor de la pluma entintada terminó por ser un aguijón. Los artistas picarían las fibras de los regímenes furibundos desde la consolidación del espíritu republicano en Colombia a finales del siglo XIX. Rendón fue ese punto final. Fue la clausura de una serie de pícaras escenas que estimulaban a los espectadores y hacían tambalear a los gobiernos decadentes. Mi intención e interés fue arrastrar la visión de ese punzón del fenómeno Rendón hasta el pilar de la política y la historiografía liberal. La muerte terrenal del artista y sus arrasadoras hipótesis al respecto no eran mi único punto de atención. Estas páginas son también una revolcada, entre los archivos y las letras del periodismo, a los agrios pasados de la clase política en general que, entre guerrerismo y corrupción, sumió al país en una cruenta violencia. La reconstrucción de ese pálido rostro, decorado con tan vistoso chambergo, salta ahora a las nuevas miradas gracias al apoyo de la Editorial de la Universidad del Rosario. Esta es la nueva etapa de un camino redirigido por un fulguroso encuentro.
RENDÓN COMO PERSONA
Ricardo Bernabé de Jesús Rendón Bravo nació el 11 de junio de 1894 en Rionegro, Antioquia. Hijo de Ricardo A. Rendón y Julia Bravo de Rendón. A su hogar, en totalidad, le expresaba un enorme “culto idolátrico”. 21Su padre era un calígrafo y profesor. Se dice de él que obtuvo la primera influencia en el dibujo y pintura, con habilidades que mostró desde niño. Durante los años siguientes, se vio provisto de un buen conocimiento y formación en el oficio. Esta parte académica la inició con diecisiete años, cuando en 1911 viajó a Medellín. Inició en el taller del pintor y escultor Francisco Antonio Cano con clases de dibujo y pintura. En su paso por el Instituto de Bellas Artes, de dicha ciudad, estudió anatomía, con grandes avances en trabajos como acuarelas y tintas chinas. En 1912, rodeado de grupos intelectuales, puso en actividad su formación como artista gráfico, así como su parte literaria. Para este año se vinculó al semanario Avanti, donde plasmó en los primeros números su trabajo en ilustración gráfica y unas caricaturas personales.
En su búsqueda por los grupos literarios, llegó al grupo Panidas, en 1914. En la revista del grupo colaboró en el trabajo gráfico, así como acuarelista y escritor de versos. Este grupo literario intelectual hizo sus primeras apariciones en 1913, luego de que varios de sus miembros fueran expulsados de la Escuela de Minas de la Universidad de Antioquia. Entre ellos estaban el pintor y caricaturista Pepe Mexía y el poeta León de Greiff. Fueron considerados “subversivos y disociadores”, 22y de ahí su expulsión. La revista se fundó en 1915, con el objetivo de poner a circular todas sus expresiones artísticas, literarias y todo lo que fuera producto de su intelecto. Entre los fundadores de la revista estaban Rendón, algunos exalumnos de la Escuela de Minas y otros personajes de la época, como el músico y poeta Libardo Parra Toro, conocido como “Tartarín Moreira”, y el cronista Luis Tejada. La corta experiencia con el grupo resultó en una actividad valiosa. Se influenció de Pepe Mexía en el estilo para su caricatura: de líneas rígidas y buen parecido sin deformación.
Rendón no realizó el trabajo literario bajo la firma de su nombre. Utilizaba el seudónimo de Daniel Zegri. Esta afición por la literatura, sin embargo, no fue de un gusto continuo, sino que abominó el resto de su vida. Le causaba disgusto el recuerdo de su vida en la poesía. Su trayectoria continuó y publicó una serie de tarjetas sobre la “fauna política” de Antioquia, experiencia que le causó la persecución de autoridades y diversas personalidades conservadoras de la ciudad. No obstante, ninguno de estos expedientes llegó más allá de mitad de camino. 23Trabajó un tiempo en La Semana de El Espectador, entre 1915 y 1916. El último trabajo lo realizó en 1917 como colaborador del periódico El Correo Liberal y la revista Colombia. Terminó este año con una serie de 200 caricaturas de personajes de la época para las cajetillas de cigarrillos Victoria (antecesor de los cigarrillos Pielroja). 24Finalizó entonces su etapa juvenil como un tiempo de formación, no solo de sus características profesionales, sino de su renombre.
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