Jimmy Giménez-Arnau - La vida jugada

Здесь есть возможность читать онлайн «Jimmy Giménez-Arnau - La vida jugada» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La vida jugada: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La vida jugada»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Irreverente y provocador, porque no entiendo otra forma de estar vivo, añado a los requisitos esenciales de la condición humana el rechazo absoluto a permitir que la rutina y la ordinariez de la costumbre se asomen a mis días. Salvaguardar el asombro, mantener alerta la curiosidad, explorar sin limitación todo cuanto aparezca ante los ojos y, si no se dan las circunstancias, salir corriendo y no mirar atrás han sido las motivaciones de mi viaje por el mundo.Así lo cuento para ustedes en estas páginas que hilvanan episodios y memoria; con ellas espero despertarles, al menos, la sonrisa. Porque el buen humor es siempre bálsamo adecuado para todo contratiempo y garantía de supervivencia cuando vienen mal dadas. Sin arrepentimientos ni innecesarias disculpas, verán que sigo apostando doble o nada por seguir vivo. Si gano, lo celebro; la otra opción queda descartada, pues siempre pensé que el que no arriesga es porque ya está muerto.Así que recuerden conmigo si lo desean, no renuncien a nada y deseen cuanto esté a su alcance. El truco está en no aburrirse nunca, que la vida es placer.

La vida jugada — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La vida jugada», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Pero recojo el hilo nuevamente, para contar el episodio que, apenas llegado a Madrid, sería la causa de que abandonara nuevamente la capital, sin haber cumplido aún los ocho años, rumbo a la adorable Albión. En el paréntesis madrileño en las labores diplomáticas del progenitor y su familia, mi padre escribe, disfruta de sus éxitos literarios y sigue viajando esporádicamente con mi madre. Durante una de estas ausencias yo permanezco en la casa de Hortaleza con la abuela Lala, y el acontecimiento que desencadena mi exilio en Inglaterra sucederá cuando enferme de acetona, lo que obliga a mis padres a adelantar la vuelta, por indicación de la abuela.

Lástima, porque una semana más tarde habían previsto una escapada a la Feria de Abril, en compañía de algunos amigos —Edgar Neville entre otros—. El caso es que retornan a la patria, pasan conmigo un par de días y, afortunadamente, como yo siempre he sido de incordiar lo justo, la acetona parece remitir. La convalecencia pinta bien, así que se decide que permaneceré al cuidado de dos hermanas de mi abuela, que se conservan en Anís del Mono y que vendrán a dormir a la casa, y de Juan, el criado de Hortaleza, una vez que el consejo médico autoriza a mis padres y a la Lala, que se incorpora al sarao sevillano en atención a la tensión padecida y a los servicios prestados, a no desbaratar sus planes y acudir a la Feria según lo previsto y sin mayor preocupación. Y así sucede.

Tía Antonia y tía Pepa presentan una decidida inclinación al brebaje citado, pero es algo sabido por todos y bien tolerado en la familia, y Juan lleva al servicio de la abuela desde la noche de los tiempos. De modo que estoy en buenas manos. Cuando, tras la partida de los viajeros supero definitivamente la acetona y el doctor Enrique Jaso confirma el alta, para celebrarlo, les pido a las tías que me lleven al cine: hay una película de piratas malayos, aventura en estado puro, y yo, que llevo muchos días encamado y sometido a estricto régimen de pollo asado y agua de limón, me empeño en ir a verla. Y la vemos. Y volvemos a verla. La vemos varias veces en un mismo día. Las tías ya no saben qué hacer para convencerme de que hay que regresar. Cuando por fin lo consiguen, seguro que su síndrome de abstinencia ha alcanzado proporciones intolerables, así que me dejan en casa al cuidado del fiel Juan y vuelan a la suya sin perder un instante, con el firme propósito, imagino, de agarrarse una merecida cogorza, proporcional a la hartura lógica tras una jornada completa de piratas asesinos en los mares del Sur sin un mísero copazo de anís o chupito de orujo recio en su defecto.

Entonces se dispara mi imaginación. Estoy solo, Hortaleza es la jungla y Juan un temible bucanero de ojos rasgados que ha sembrado el terror en Malasia entera. Ataviado con un pañuelo que rescato del armario de Lala, entro en la cocina y me hago con un cuchillo jamonero, aprovechando que el facineroso está vuelto de espaldas. No me engaña su canturreo; Juan, hábil impostor, exhibe feminidad, pluma y delicados ademanes, pero yo sé que en realidad es el más feroz de los filibusteros, el contrabandista más sanguinario de cuantos se hayan visto en los mares de Java y de la China. Doy un grito, el bandido se gira aterrado, lo he pillado por sorpresa y no tiene escapatoria. Lo sabe. Ya es mío.

Durante los dos días siguientes tengo a Juan encerrado en la zona de servicio de la casa, con la llave echada. Nadie escucha sus gritos, nadie acudirá en su auxilio. Solo de vez en cuando entorno la puerta para lanzarle un mendrugo de pan y permitirle beber un poco de agua turbia. Pero soy un carcelero cuidadoso y mantengo siempre el cuchillo firme en mi mano. Sé que no debo confiarme. Mi reino es la casa inmensa de la Lala, que exploro en sucesivas expediciones llenas de peligro, no sin asegurarme antes de cada salida de que la llave de la prisión del pérfido corsario sigue echada. En la despensa de la cocina encuentro lo necesario para alimentarme y en el suelo de frías baldosas he improvisado un catre con mantas, en el que descabezo algún bostezo sin bajar jamás la guardia ni aflojar mi vigilancia sobre Juan el desalmado, convertido ahora en mi presa indefensa.

No me cabe duda de que la borrachera de las tías contribuyó decisivamente a la barbarie; creo recordar que el teléfono, clavado a la pared del office , sonó alguna vez durante el cautiverio del infeliz, pero lo cierto es que nadie apareció por la casa hasta el regreso de la Lala y mis padres. El atuendo de sport y el aire desenfadado que exhibe la comitiva cuando, tras llamadas insistentes, abro la puerta, todavía con el pañuelo a la cabeza, cuchillo en mano y previsiblemente no muy aseado tras las incursiones selváticas de aquellos días, parecen esfumarse en cuestión de segundos, el tiempo que les lleva sospechar que algo no va bien en la zona de servicio de Hortaleza 104.

—¿Dónde está Juan?

—Aquí lo tengo…

Me basta observar un instante sus caras. Enseguida empiezo a sospechar que quizá mis superiores no aprueben la acción que con tanto arrojo me ha permitido, en solitario, capturar al facineroso.

Efectivamente, han soltado a Juan, algo incomprensible, porque puede que los demás se dejen embaucar por la voz meliflua del filibustero disfrazado de criado, pero a mí no me engaña:

—¡Yo creía que me moría, señora!

—Si le he dado pan y agua —respondo, sin terminar de entender a qué viene tanta queja.

—Este niño es un salvaje, hay que ponerle freno y mandarlo a algún sitio para que lo eduquen.

El diagnóstico de mi madre tras el episodio de los mares del Sur ha resultado lapidario. Apenas un mes después estamos en un avión los dos, acompañados de mi prima María del Carmen —ella sí sabe inglés perfectamente—, camino de un colegio católico de Inglaterra, Ladycross. Mi padre me ha dicho que me llevan a un sitio donde se hace mucho deporte y voy a aprender otro idioma. Está seguro de que me va a gustar mucho. Y yo lo acepto, con una serenidad impropia de mis años, o más bien con total indiferencia. El plan es quedarme interno durante todo ese verano, regresar luego a casa en Navidad y retornar para concluir en Inglaterra los siguientes semestres. Pero yo desconozco ese plan.

La primera etapa del viaje es Londres, atrapada en niebla, y a continuación vamos en tren hacia Seaford. Una parada intermedia me ofrece el desayuno más delicioso que he probado hasta entonces, unas tostadas con mantequilla que, definitivamente, me han ganado para la causa británica de por vida. A nuestra llegada nos reciben los directores, Mr. y Mrs. Ropper, con sus perros. Es mi prima la que actúa de interlocutora, mi madre, desde luego, habría sido incapaz. Ella apenas conoce tres palabras que absurdamente me ha hecho aprender antes de llegar: vaca — cow —, rojo — red — y enfermo — ill —.

Miss Elsey aparece en el vestíbulo, me toma de la mano y me dice que me despida de mi madre. Le doy un beso sin demasiado entusiasmo —no tengo conciencia de que voy a permanecer mucho tiempo allí— y abandono la escena. Yo hubiese preferido llegar a Ladycross acompañado de mi padre, aunque, por lo demás, he aceptado la situación con normalidad, sin rebeldía. Pero esa misma noche, cuando miss Elsey me mete en la cama, me pongo a llorar. Y entonces ella me advierte con esa frase que cualquier varón de mi edad ha oído en la fría Inglaterra: «Boys do not cry» (‘los niños no lloran’). Primero en inglés y luego en román paladino para que no haya posibilidad de error. Y reprimo el llanto al instante. Setenta años después, sigo conteniéndolo. Miss Elsey logra vacunarme contra el derrame de lágrimas con un último aviso:

—No quiero que llores nunca más aquí, Jonathan.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La vida jugada»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La vida jugada» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Félix Giménez Noble - Los Resurrectores
Félix Giménez Noble
Vicent Giménez Chornet - Compte i raó
Vicent Giménez Chornet
Gilberto Giménez Montiel - Teoría y análisis de la cultura
Gilberto Giménez Montiel
Félix Giménez Noble - El enigma de la reelaboración
Félix Giménez Noble
J.C. Giménez - Translúcido
J.C. Giménez
Elena Ortiz Jiménez - Donald Meltzer, vida onírica
Elena Ortiz Jiménez
Joan Giménez - Aprende a financiarte
Joan Giménez
José Francisco Giménez Albacete - Seguridad en equipos informáticos. IFCT0109
José Francisco Giménez Albacete
José Francisco Giménez Albacete - Seguridad en equipos informáticos. IFCT0510
José Francisco Giménez Albacete
Bernardo Guerrero Jiménez - Vida, pasión y muerte en Pisagua
Bernardo Guerrero Jiménez
Alberto Giménez Prieto - Un asunto más
Alberto Giménez Prieto
Anna Roiget Giménez - Amor en el Tiempo
Anna Roiget Giménez
Отзывы о книге «La vida jugada»

Обсуждение, отзывы о книге «La vida jugada» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x