1 ...6 7 8 10 11 12 ...23 No se sabe mucho sobre el paso del nomadismo al sedentarismo en el Neolítico (4500 a 2500 a. C.), ni de la aparición de los primeros poblados agrícolas y ganaderos en tierras vascas, etapas de las que solo perviven como testimonios diversos dólmenes, crómlech y necrópolis. La entrada a la edad de los metales (2500 a 900 a. C.) es aquí lenta. Y, aunque tampoco son tan conocidos como los de Galicia o Asturias, en el País Vasco han sido hallados restos de diversos castros (Arrola, Malmasín, Bolumburu…) que permiten corroborar la presencia de tribus celtas indoeuropeas durante la Edad del Hierro.
Edad antigua
Hacia el 200 a. C., los romanos alcanzan las tierras del actual País Vasco, que nunca llegarían a dominar completamente. Al igual que en las regiones vecinas de Cantabria y Asturias, aquí su presencia, influencia y dominio será débil e incluso, en las zonas de montaña, inexistente.
El periodo romano, en cualquier caso, supone la entrada del País Vasco en la historia, pues las primeras referencias escritas sobre la región pertenecen a esta época. A través de los historiadores romanos podemos conocer la existencia de diversas tribus que habitaban la región: autrigones, caristios, várdulos y vascones. Cabe aclarar que estas tribus no estaban asentadas solo en el actual territorio de la comunidad autónoma vasca, sino también al otro lado de los Pirineos y en buena parte de la Navarra actual e incluso más allá, en el noreste de Aragón.
De los pueblos germánicos al ducado de Vasconia
La débil romanización del territorio vasco favoreció el hecho de que tras la caída del Imperio romano fueran los vascones quienes ejercieran el dominio sobre la región. Esta tribu, cuyo núcleo original se hallaba en la Navarra actual, fue asimilando al resto de tribus que citaban los romanos en sus crónicas. Esta es la razón por la que más adelante comenzará a usarse el término vasconia (territorio habitado por los vascones) para referirse a todo el conjunto. Y, al igual que habían hecho ante los romanos, los vascones también se enfrentaron a las sucesivas oleadas de pueblos germánicos que penetraban en la Península: suevos, alanos, vándalos, alanos, e incluso a los visigodos. A pesar de que estos últimos crearon un gran reino peninsular con capital en Toledo, no está claro que su invasión llegara a incorporar plenamente los territorios de Bizkaia y Gipuzkoa. Tan solo los francos pudieron ejercer un verdadero dominio sobre toda la región. Estos crean, hacia el 601, el ducado de Vasconia, que inicialmente solo alcanzaba hasta la vertiente norte de los Pirineos, pero más adelante traspasaría estas montañas y se extendería por la vertiente meridional de los Pirineos. Así, la invasión musulmana de la Península a partir de 711 se vería frenada en el sur de la actual Navarra por la presencia, más al norte, de vascones y francos.
El reino de Navarra
Carlomagno, emperador de los francos, reorganiza el poder feudal en toda el área pirenaica y crea, a partir de 785, diversos condados dependientes de Tolosa que hoy conocemos con el nombre genérico de marca hispánica, y que ejercían de territorios defensivos en la frontera sur del imperio. En el Pirineo occidental, sin embargo, su existencia real fue efímera, porque se sabe que en 816 Araba estaba bajo órbita del reino astur en plena expansión ante los musulmanes, y hacia 824 se fundaba alrededor de Pamplona un reino que, en sus orígenes, era aún tributario del emir de Córdoba. Su primer monarca fue Íñigo Arista. Ya en el siglo X, el reino de Pamplona rompía su dependencia de Córdoba e iniciaba un periodo de expansión, de manera que, mediante herencias, alianzas o guerras, Garcés III logró integrar la totalidad de los territorios de habla vasca, incluidos los del norte de los Pirineos. Tras un periodo de incorporación al Reino de Aragón entre 1076 y 1134, el reino de Pamplona se segregó de nuevo bajo el reinado de García Ramírez y, a partir de 1162, pasó a llamarse Reino de Navarra. Las vicisitudes bélicas y las herencias durante este periodo feudal conllevan un verdadero vaivén de posesiones territoriales. El territorio de la actual Bizkaia, por ejemplo, es incorporada en 1076 a la Corona castellana, creándose el señorío de Bizkaia. Y ya con el reino navarro muy debilitado, en 1200 tanto Araba como Gipuzkoa son conquistadas militarmente por el Reino de Castilla.
El sistema político foral
Hacia finales del siglo XIII, la violencia feudal y la inseguridad lleva a muchos núcleos de población a dotarse de sus propios cuerpos legales y normativos, y también de órganos de gobierno que se organizan conjuntamente en juntas generales. Son los primeros antecedentes del derecho foral y de las instituciones vascas, nacidas a partir de un largo proceso de integración de comunidades locales en el seno de los dominios de la Corona.
Así, sobre ese entramado de poderes locales se superponían las instituciones del señorío y de la Corona de Castilla, con sus representantes: virrey en Navarra, corregidores en Gipuzkoa y Bizcaia, y diputado general en Araba. El vínculo de estas comunidades con el rey era una relación contractual que comprometía a ambas partes: los fueros, que garantizaban ciertos privilegios y libertades al pueblo. Los primeros fueros se redactaron en Navarra en 1237 y establecieron los derechos legales de los habitantes del reino. Más adelante se establecieron los de Araba (1483), Gipuzkoa (1491) y Bizkaia (1526). Estos fueros constituyen el origen de la autonomía política del País Vasco.
Integradas en la Corona de Castilla con un amplio grado de autogobierno regulado por los fueros, las tres provincias vascas participan ya, a lo largo de la Edad Moderna, de la historia general de España. Su papel es notable, por ejemplo, en la conquista y colonización de América y en la construcción de buques para la flota de Indias. También en la conquista de Navarra por Fernando el Católico. Y participan activamente en numerosas acciones navales de la marina española, como en la famosa expedición de la Armada Invencible. Ya a principios del siglo XIX, el País Vasco adquiere un protagonismo fundamental en la Guerra de la Independencia ante la invasión napoleónica, tanto por la aportación de batallones y guerrilleros como por ser escenario de importantes enfrentamientos: en las provincias vascas se libraron las últimas batallas de la contienda.
Aún así, durante el reinado de los Reyes Católicos se acentúa el proceso de desarticulación de la cultura y las instituciones vascas. El uso de las lengua queda reducido a los ámbitos familiares y su cultivo literario no se retomaría hasta el siglo XIX.
Los fueros
Durante la Reconquista, muchos fueron los fueros concedidos por reyes y señores para atraer a una población católica a las tierras reconquistadas. Estos fueros garantizaban ciertos privilegios y libertades al pueblo. En Navarra, los primeros fueros se redactaron en 1237 y establecieron los derechos legales de los habitantes del reino. Luego le tocó el turno a la provincia de Álava-Araba en 1483, a Gipuzkoa en 1491 y a Bizkaia en 1526. Estos fueros son el origen de la actual autonomía política, administrativa y fiscal del País Vasco y Navarra. Por tanto, solo el País Vasco y Navarra siguen siendo «comunidades forales» en la actualidad. El árbol de Gernika, en Bizkaia sido el símbolo de las libertades vascas desde que los reyes de Castilla juraron respetar los fueros vascos. Aún hoy, el lehendakari (presidente de la comunidad autónoma vasca) viene a prestar juramento bajo el árbol cuando toma posesión del cargo.
Las guerras carlistas
El siglo XIX es un periodo de inestabilidad política en toda España, con constantes pronunciamientos militares, cambios de régimen y enfrentamientos bélicos. El País Vasco será escenario y foco principal de las guerras carlistas. Esta serie de contiendas civiles explotan a raíz del problema sucesorio entre Isabel II y Carlos V, enfrentando al bando isabelino, que encarnaba la figura de una monarquía constitucional con un gobierno constitucional y parlamentario, con los denominados tradicionalistas o reaccionarios, partidarios del pretendiente don Carlos, que defendían los derechos de la iglesia y los fueros. Así pues, tanto las provincias vascas como Navarra fueron los territorios donde triunfó con mayor fuerza el alzamiento carlista, bajo la esperanza de que el pretendiente respetara los derechos forales de estos territorios, aunque las principales ciudades (Bilbao, San Sebastián, Vitoria y Pamplona) permanecieron fieles a la regente María Cristina.
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