Peredo se plantea un reto: lograr que el posgraduado sea capaz de elaborar con creatividad y palabras propias que lo conduzcan a la construcción coherente de su objeto de estudio, y que para ello sea capaz de interactuar con las ideas vertidas en una bibliografía especializada: de nueva cuenta, un diálogo entre un conjunto polifónico de pensamientos, emociones y vivencias, a la manera de Bajtín. Para cristalizar su propuesta, sigue una estrategia metodológica movida por tres ejes fundamentales que le permiten configurar un rico corpus : encuesta virtual, observación participante y entrevistas con estudiantes y profesores. El cuestionario aplicado a los maestros es en sí mismo un doble desafío, pues al reflexionar en torno a los problemas lectores de sus estudiantes, entra en una interesante autoevaluación que le permitirá descubrir sus propios aciertos o debilidades. En su conjunto, esta tríada, en sintonía con el marco constructivista y bajtiniano que le da fundamento, le permiten analizar tanto las voces de los lectores aprendices como la de los expertos, y extraer de ellas las tácticas adecuadas para llegar a la comprensión cabal del texto leído, herramientas para remontar el fracaso lector con acciones concretas: acceder de manera eficaz a la información, integrarla e interpretarla en un contexto pertinente; y, finalmente, evaluarla para consolidar el conocimiento subyacente que permea el texto leído y lo hace significativo. Se trata, pues, de optimizar la competencia lectora, por medio de una sensibilización y toma de conciencia de que la lectura es un complejo proceso dialéctico que imbrica los objetivos particulares del lector con los objetivos del texto mismo y con la socialización que de ellos se haga, al compartir la lectura con otros. La lectura es finalmente una práctica social y su meta es el intercambio de los valores que la cultura conlleva.
Habilidades complejas de lectura en el posgrado ¿Formación o disonancia ? tiene valores relevantes que lo hacen atractivo y digno no sólo de leerse sino de utilizarse como apoyo docente. Sobresale, en primer lugar, el pertinaz interés de Peredo por la metarreflexión, capacidad inherente al hombre que emerge con el contacto con la lengua escrita y que es asfixiada por técnicas memorísticas que mutilan el potencial creativo y crítico de un estudiante, cualesquiera que sea su nivel de escolaridad. De ahí su insistencia también en formar comunidades discursivas en las que se cree una sintonía relación entre alumno-maestro-libro-lectura, en el que un acompañamiento vigilante, cooperativo, propicie el necesario tránsito del lector aprendiz al lector competente, del lector pasivo al lector analítico, crítico y creativo que argumenta con voz propia y se forma una postura personal en torno a las ideas que aportan los textos. Peredo abunda también en la importancia de comprender las diferencias entre los estilos docentes, los intereses y las motivaciones lectoras, así como en las difusas fronteras que hay entre habilidad, capacidad y experticia.
El libro tiene un alto valor didáctico, merced a un estilo claro y accesible y a un manejo acertado de los recursos gráficos que permiten focalizar las ideas sustantivas: recuadros de colores porcentajes, citas. Pero, sobre todo, el libro tiene una gran virtud: abre caminos de investigación, su aportación no se queda en los límites de sus páginas como algo terminado, sino que motiva a la reflexión, a la polémica, a la búsqueda de salidas idóneas que conduzcan al lector, niño, adulto, maestro, estudiante investigador por las veredas del significado profundo, inteligente, motivador, entretejido con los valores del contexto social que se vive; una lectura que no paraliza ni limita, una lectura que conduzca al hombre a la conquista de su libertad intelectual y emocional.
INTRODUCCIÓN
La lectura en el posgrado. Entre novatos y expertos. ¿Alguna disonancia?
Este libro surge de varias investigaciones anteriores en las que he podido comprobar los problemas que enfrentan los estudiantes para realizar tareas relacionadas con la lectura. Al realizar historias escolares con estudiantes de bachillerato y con adultos económicamente activos, me pude percatar de las deficiencias de la enseñanza en diferentes niveles escolares y la falta de formación de los profesores, quienes reconocen el déficit lector pero no saben cómo resolverlo.
Ubicar a la lectura como piedra angular de la educación formal, no es otra cosa que reconocer que un bajo desempeño lector irremediablemente conduce a una mala calidad de los aprendizajes en cualquier disciplina. Leer va más allá de la capacidad de descifrar; es construir significado y otorgar sentido, lo que generalmente es subjetivo, de ahí que la competencia lectora sea una variable de suma complejidad cuando intentamos operacionalizarla con intención investigativa. Por principio, nos enfrentamos a muchos prejuicios, como por ejemplo, suponer que hay “una lectura de comprensión”, y entonces los docentes de diversos niveles y disciplinas suponen que es algo distinto de simplemente leer, o sea, descifrar. Conducen entonces actividades didácticas tendientes a evaluar si los estudiantes “comprenden” lo que el profesor quiere que repitan. Esto, entre otras actividades, produce lectores apáticos, heterónomos y poco críticos frente al criterio de autoridad del autor o del profesor.
Los recuerdos son elocuentes, en la educación básica hay evidencias de que se tienen más experiencias con la “oralización” de la lectura que con la lectura con fines de aprendizaje. Es decir, “en la escuela primaria se aprende a leer pero no se lee para aprender”. 1Los estudiantes de educación media declararon no haber leído nunca un texto completo ya que los profesores generalmente solicitan u otorgan lecturas fragmentadas, compiladas en las mal llamadas antologías. Es evidente que el lector se va conformando con versiones incompletas y no se preocupa por conocer autores. El efecto de este tipo de práctica es que el estudiante se acostumbra a retener piezas desorganizadas de información que difícilmente producen un aprendizaje sólido y fundante para futuras experiencias con textos complejos. Los estudiantes de educación superior enfrentan la lectura para desarrollar una actividad profesional, la que quizá después dejen de necesitar. 2Este panorama no es alentador.
En mi experiencia como profesora de posgrados en educación en diferentes instituciones, he podido percibir que la principal queja de los profesores es la mala calidad de los reportes de lectura y de los escritos académicos solicitados durante las evaluaciones de los cursos. ¿Cómo pueden producir un texto coherente si adolecen de problemas de desempeño lector? Probablemente, el lector de este libro se pregunte, como otros colegas, ¿cómo son admitidos a un posgrado estudiantes que no saben leer? La respuesta es complicada. La más sencilla sería: es que no hay otro tipo de candidatos, todos provienen del mismo sistema escolar deficiente. La respuesta adecuada es mucho más compleja y apunta a una diversidad de perspectivas multidisciplinares. En este estudio, trato de mostrar sólo una faceta del problema.
El libro está dirigido tanto a los estudiantes como a los profesores de posgrado, con la intención de mostrar a ambos la falta de sintonía que a veces ocurre por una inadecuada comprensión del problema. En el primer capítulo expongo la visión particular que tengo, y que corroboro a través de una encuesta a profesores de posgrado en ciencias sociales. Los capítulos 2 y 3 dan voz a los intervinientes en este caso de estudio, estudiantes y profesores, cada uno con prácticas de lectura individuales, pero que participan en eventos lectores institucionales en disposición pedagógica. Esto es importante porque no hemos estudiado a cada uno por separado sino en interacción. Las prácticas de lectura 3dan muestra de estructuras sociales subsumidas; es este caso, la escuela básica o superior que da por establecido un saber sin desarrollarlo, como veremos más adelante. Supone habilidades y competencias lectoras únicas; es decir, una vez que se posee la capacidad de leer no es necesario que los profesores de educación superior se preocupen más por este conocimiento práctico. Los eventos lectores observados dan muestra de la necesidad de acciones mediadoras que faciliten la apropiación de la literatura especializada, de esto se trata el cuarto capítulo.
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