Para responder a esta pregunta, hay al menos un criterio básico que no solo permite esta priorización, sino que es el que sustenta el paso de la RSE al desarrollo local integral como veremos en el Capítulo 4: el criterio de proximidad e incidencia. Este criterio se basa en las relaciones que se dan en las comunidades de carácter primario (familia, escuela, parroquia, clubes, comunidades locales) y establece que “un bien resulta tanto más valioso cuanto más próximo se encuentra a la persona y con mayor profundidad incida en ella” 36.
Aplicando este criterio a la misión de la empresa, podríamos priorizar las acciones y responsabilidades empresariales en dos niveles. El núcleo o primer nivel son las acciones y responsabilidades primarias, y tienen que ver con aquellas acciones tendientes al alcance de las cuatro finalidades específicas de la empresa, empezando por las personas, pasando por las organizaciones y comunidades locales, y finalizando en las organizaciones y comunidades más allá de lo local que se encuentran alcanzadas directamente por las acciones empresariales. Nótese que el criterio de proximidad e incidencia es aplicado tanto desde el punto de vista de las personas como del geográfico. Estas acciones incluyen la consideración de aspectos negativos en el desarrollo de las actividades, que no solo están centradas en la intencionalidad de los directivos (como por ejemplo, realizar acciones con transparencia para alejarse de ocasiones de fraude), sino también en la consideración de efectos colaterales o externalidades negativas previsibles (como por ejemplo, la contaminación visual o ambiental en la localidad en la que opera la empresa).
En un segundo nivel se encuentran las acciones y responsabilidades que la empresa puede realizar si cuenta con el tiempo y los recursos una vez realizadas las acciones del primer nivel. En este caso es difícil establecer prioridades, pero nuevamente el criterio de incidencia debe guiar prudencialmente el accionar directivo. Por ejemplo, dentro de las acciones por priorizar según el contexto en el que se ubique la empresa se encuentran hacer partícipes a los empleados y dueños de la mayor disponibilidad de tiempo o beneficios que contribuyeron a crear, incrementar la proporción de fondos destinados a alinear la libre iniciativa de directivos y accionistas con causas sociales empezando con la comunidad local, reinvertir los excedentes a fin de crear más empleos, y destinar recursos a aquellas actividades en las que la empresa tiene la cultura o capacidades para satisfacer necesidades sociales específicas. En este último punto hay empresas que han desarrollado una cultura y capacidades directamente relacionadas con la disminución de la pobreza, la nutrición infantil, el cuidado del medio ambiente y la participación comunitaria, y, por lo tanto, podrían dedicar tiempo y recursos a estas áreas más allá de sus responsabilidades primarias.
Veamos estos dos niveles a través de un ejemplo relacionado con los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas: disminuir el flagelo del sida. Si una empresa farmacéutica quiere contribuir al llamado del ex secretario de las Naciones Unidas a combatir el sida, empezará por informarse sobre las causas de la enfermedad y diseñará acciones para sus empleados, dueños, clientes, proveedores y comunidades donde desarrolla su actividad, asumiendo que no está realizando acciones que aumentan la tasa de prevalencia de la enfermedad en vez de disminuirla. Una vez cumplida esta responsabilidad, y si es que dedica el tiempo y los recursos necesarios para satisfacer las otras finalidades específicas de la empresa, podrá dedicarse a disminuir el flagelo del sida en África, continente donde se encuentran más del 70% de los casos 37.
La relación entre la misión de la empresa y el desarrollo integral como criterio integrador. En el apartado anterior consideramos la misión o finalidad de la empresa como criterio integrador y superador de la RSE. El foco estuvo en considerar a la empresa como realidad humana y social. En este apartado iniciamos el desarrollo del segundo criterio integrador: la relación entre la misión de la empresa y el desarrollo integral local. Este criterio se focaliza en considerar a la empresa como realidad política.
En esta línea, en otro trabajo se propuso reformular el concepto de RSE por el de responsabilidad de la empresa en la sociedad (RES). “La RES plantea de qué manera la empresa —y los hombres de empresa— definen y establecen su relación con la sociedad (mercado, gobierno, sociedad civil, proveedores, clientes y empleados) en la cual y para la cual trabajan” 38.
La naturaleza política de la empresa la podemos descubrir al menos por dos vías: la empírica y la conceptual. Desde el punto de vista empírico, la naturaleza política se puede percibir en el hecho de que varias empresas manejan un capital equivalente al producto bruto interno de países enteros. A esto se suma el hecho de que, en muchos casos, las empresas son organizaciones internacionales que operan en diversos países y que tienen la capacidad de cambiar la vida de comunidades que viven de la radicación de una empresa en su localidad 39. Además, así como con la Revolución industrial el rol de la familia en la economía fue reemplazado por la actividad empresarial, en el siglo xx el proceso de globalización hizo que la dimensión económica y empresarial cobrara más peso que la dimensión política en sentido estricto (es decir, gobierno), debido a que, a diferencia de las empresas, no existen gobiernos multinacionales 40.
Esta influencia dominante de las empresas lleva a premios nobel como Amartya Sen 41a profundizar la relación de la empresa con el bien común. De este modo, busca responder qué le exige la sociedad a la empresa. Sostiene el autor que: “Este tema es muy complejo y poco reconocido en la literatura, pero a la vez muy interesante. Hasta en la producción privada de productos puede haber un importante aspecto de ‘bien público’ en el proceso mismo de producción”. Moss Kanter 42también dice: “La economía global tiene una limitada concepción de comunidad y del liderazgo de gestión de empresas en ella. La nueva concepción deberá incluir un gran compromiso con lo local”. Y esto lo plantea de igual forma Drucker 43, cuando menciona que la empresa es una institución representativa que encarna y fortalece los valores y las creencias de la sociedad a la que sirve.
Esta proactividad positiva de la empresa para influir en su entorno es clave. La empresa y la sociedad se imbrican mutuamente: si las instituciones de una sociedad son débiles, no surgirán empresas sólidas; y viceversa, si la empresa no influye positivamente en la sociedad, esta no alcanzará estados de desarrollo que su potencial le permitiría alcanzar. El desarrollo de dicho potencial es una tarea de los empresarios. Como sostienen Polo y Llano, “velar por el entorno del que depende y sobre el que actúa constituye el aspecto de la dirección de más marcado carácter político” 44.
Es así que, desde el punto de vista conceptual, se puede apreciar la naturaleza política de la empresa a través del concepto de bien común. Este puede ser definido como “conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección” 45. El bien común implica el bien de todos y cada uno de los que conforman el conjunto, la sociedad en nuestro caso. La empresa tiene fines particulares y, a la vez, fines generales (sociales, culturales, humanos, políticos), ya que, como organización humana, está inserta dentro del bien común de la sociedad en la que se encuentra.
Yendo un poco más a fondo, se puede afirmar que la dimensión política de la empresa implica, entonces, que los dirigentes de empresas pueden ser considerados “dirigentes de la sociedad”. Ello significa que el empresario debe preguntarse si su actividad ayuda a desarrollar el bien común y la consecución de ideales valorables, en orden a contribuir a la estabilidad, el fortalecimiento y la armonía de la sociedad. En resumen, la empresa tiene que ser un factor real de desarrollo humano, lo cual supone la libertad del empresario, una actitud ética frente al entorno y una vocación por la excelencia en los planos económico, sociocultural y político.
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