Pero también compartirían “el deseo de vivir en el asombro”, que la misma autora distingue, el deseo “de resistir tanto ética como estéticamente fuera de las torres de marfil del mundo” (Rivera Garza, 2013, p. 26). Torres de marfil, cuartos de escobas o bodegas: ¿desde dónde escriben nuestros/as autores/as los textos que compilamos? Creemos que sus localizaciones son múltiples y que nadie escribe encerrado/a o aislado/a. Una escritura sobre la violencia en estos países y en los contextos a los que nos conducen los artículos es un ejercicio de exposición.
En Omelas, algunos se marchan de la ciudad después de visitar ese cuarto. Se van uno por uno, sin que se sepa hacia dónde. Ninguno regresa. Sin embargo, nadie puede vivir libre de contradicciones, porque “no existe un modo de vida auténtico”, en palabras de Adorno (citado en Buck-Morss, 2011, p. 396). Nosotros/as carecemos de esa posibilidad: no podemos abandonar la ciudad, aunque nos incomode vivir en ella. Permanecemos, dicen Harney y Moten, “en la fractura, como si entráramos una y otra vez a un mundo roto, para trazar su comitiva visionaria y unirnos a ella” (2017, p. 141).
En esa fractura, México y Colombia no están distantes y se pueden leer los artículos compilados desde ese horizonte común. La escritura sería una forma de entrar a un mundo roto, acompañados, diremos siguiendo a Rivera Garza, por una labor colectiva de comprensión y esclarecimiento. Las sombras que nos incumben y preocupan no cubren un cuerpo sino sociedades enteras; no amenazan una vida sino miles.
El título de la antología, la violencia y sus sombras, no es casual ni fortuito. Pretende establecer una diferencia entre las representaciones y descripciones explícitas de la violencia y las que abordan el problema de manera metafórica, o con miradas al sesgo.
Esta antología constituye un intento por trazar ciertos contornos en dos sociedades asoladas por la violencia y dar cuenta tanto de las singularidades de cada contexto como plantear preguntas sobre sus rasgos comunes. Quisiéramos que la larga tradición colombiana en este tema sirva para producir relatos e interpretaciones que diluciden la historia reciente de México. Pero también que las diferentes respuestas sociales ante la violencia actual que se vive en aquel país ofrezcan materiales valiosos para los activismos y las academias colombianas. Asumimos, de este modo, que ninguna sociedad puede producir respuestas definitivas ante las violencias que la afectan y que la tarea de comprender e interpretar es parte de las acciones encaminadas a buscar la paz y la reparación.
La invitación a participar en el proyecto editorial tuvo varios propósitos. Uno de ellos fue contrastar diversos aportes académicos, escritos por investigadores/as cuyo trabajo se centre en alguno de estos países. Entendimos por violencia los diversos universos conflictuales que comprometen no solo a seres humanos, sino a objetos, escenarios, imágenes, representaciones, instituciones, intercambios y microhistorias. A partir de la presencia de múltiples violencias, la propuesta fue explorar huellas, trazos o síntomas de las realidades complejas y contradictorias que se viven en ambos contextos nacionales.
Los artículos realizan una búsqueda de interpretaciones e intervenciones en un contexto que parece ofrecer pocas respuestas ante desafíos descomunales en los que la destrucción se entrecruza con sufrimiento psíquico, temores colectivos, incapacidades institucionales que parecen irresolubles, comunidades devastadas y modos de solidaridad inéditos y en plena formación. En esa medida, los artículos constituyen textos-pregunta que utilizan diversos aparatos conceptuales para esbozar interrogantes, proponer miradas, registrar puntos ciegos o reconocer nodos problemáticos que requieren discusión y reflexión.
Si bien apuntamos a dos contextos distintos, la intención de esta compilación no es comparativa. Más bien, hemos intentado poner en tensión textos escritos desde diferentes puntos de vista como si se tratara de un montaje, como los de Aby Warburg (2010), construido con imágenes heterogéneas. Esto permite identificar los sentidos temporales y topográficos de los artículos, dado que comparten un mismo tiempo histórico.
Representación, memoria y escucha
En Colombia la violencia ha sido casi un sinónimo del largo conflicto armado, un tema explorado por investigadores de variadas disciplinas, desde hace varias décadas. A raíz del interés suscitado por la complejidad y duración del conflicto armado colombiano, se conformó un campo disciplinar denominado ‘violentología’, que estableció parámetros teóricos y empíricos para el análisis de los acontecimientos violentos de mediados y finales del siglo pasado, y cuyos investigadores fueron fundamentalmente historiadores, abogados, sociólogos y politólogos. El interés por las víctimas y por la memoria surgió posteriormente, a raíz de la expedición de la Ley de Justicia y Paz en 2005 y de la creación del Centro Nacional de Memoria Histórica. A esto último hay que añadir las inmensas dosis de verdad histórica y judicial aportadas por los dos procesos de justicia transicional que han tenido lugar en Colombia, Justicia y Paz y la Jurisdicción Especial para la Paz.
Estableciendo un notorio contraste con estudios anteriores sobre la violencia política, este conjunto de artículos se centra en el análisis de las múltiples sombras que acompañan al ejercicio de la violencia. Pareciera que la violencia dejó de ser el objeto primario de estudio, pues ninguno de los textos centra su mirada en ella, aunque aparezca allá a lo lejos, entreverada con las imágenes, la memoria y las experiencias cotidianas o en ciertos relatos. Es decir, estos artículos se encuentran con ella porque indagan en contextos donde la violencia ha estado presente y es prácticamente ineludible. Las miradas provienen del psicoanálisis, la filosofía, el derecho y la antropología, y, a diferencia del predominio masculino de la llamada ‘violentología’, son tanto femeninas como masculinas. La mayoría de los textos están respaldados por intensos trabajos de observación y acompañamiento, realizados en espacios museológicos y de performatividad artística, en ambientes virtuales de representación, desde la estética y a propósito del papel de la memoria, entre habitantes de mundos urbanos y rurales fragmentados por la violencia y en ámbitos testimoniales o de historias personales.
El conjunto de los textos sobre Colombia deja ver la existencia de una distancia reflexiva y crítica respecto al fenómeno, pues estos ya no cabalgan sobre la ola de los acontecimientos violentos, ni se percibe en ellos la necesidad de cuantificarlos o clasificarlos en diferentes modalidades. La antropología, la etnografía y el psicoanálisis propician inmersiones profundas en el mundo de los otros, en alteridades que se busca descifrar. La filosofía, en cambio, suele establecer una distancia prudente que le impide ahogarse en la experiencia inmediata. Este no es el caso de los filósofos y las filósofas colombianos que publican en este libro y que incursionan en el mundo social y de las representaciones. Entre estas dos vertientes, la de inmersión profunda y la del distanciamiento crítico, se ubican los textos sobre Colombia que aparecen en esta obra.
Hemos identificado tres temáticas —la representación, la memoria y la escucha— que los textos abordan de manera específica o transversal.
Los artículos que trabajan con comunidades indígenas, en territorios conflictivos y con altas dosis de violencia, incursionan en las encrucijadas entre fuerza y violencia, entre naturaleza y cultura, para examinar lo que sucede cuando esas distinciones binarias se quiebran de modo que la fuerza de la naturaleza se socializa, o humaniza, y la violencia se naturaliza, o deshumaniza. Son textos que exploran la relación entre violencia y autoridad, y la manera en que una comunidad indígena, fuertemente golpeada por la guerra, regula la violencia externa que introducen los actores armados en su territorio con el fin de fortalecer la autoridad de sus propias instituciones.
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