La aplicación siempre debe ser relevante, de lo contrario lo único que tendríamos en los sermones sería un histrionismo hueco, y debido a que las congregaciones contienen personas con muchas condiciones espirituales diferentes, se debe presentar una amplia gama de aplicaciones constantemente. Siempre debe haber algo de aplicación para cada oyente. Perkins les ofrece a los predicadores una cuadrícula de siete partes para planificar sus aplicaciones. 113En primer lugar, él dice que el predicador se va a encontrar con «no creyentes: sin conocimiento y sin disposición a ser enseñados»; para los cuales propone la estrategia de «reprender en ellos algunos de sus pecados notorios, para que, siendo perforados y aterrados en sus corazones, se vuelvan personas con mayor disposición para ser enseñados». En segundo lugar, habla de que los «no creyentes, sin conocimiento, pero con disposición para ser enseñados», quienes necesitan ser instruidos con las doctrinas fundamentales del evangelio, de preferencia, a través del uso de las preguntas y respuestas del catecismo (un medio de instrucción puritana que tiene muchas ventajas) como ayuda complementaria después de los sermones. En tercer lugar, habla de las «personas con un poco de conocimiento y que no son humildes»: quienes necesitan escuchar la manera en la que la ley de Dios los condena. En cuarto lugar, las «personas humildes»: quienes necesitan escuchar «las doctrinas de la fe y el arrepentimiento, junto con las consolaciones del evangelio». En quinto lugar, las «personas que creen»: quienes necesitan ser cimentados en «(1) las doctrinas relacionadas con el evangelio: la justificación, la santificación y la perseverancia. (2) En la ley sin su maldición, a través de la cual se les debe enseñar a dar frutos dignos de arrepentimiento procedentes de una obediencia renovada». En sexto lugar, las «personas que han caído», ya sea con respecto a la fe o a la verdadera justicia: quienes necesitan « ser instruidos en esa doctrina de la que se han desviado hacia el error (…) siendo persuadidos e inculcados (o en un sentido, siendo azotados) tanto con la doctrina del arrepentimiento, como con un afecto fraternal». Y en séptimo lugar, menciona a «las personas mezcladas, un grupo mixto que se congrega en nuestras iglesias» (esto era cierto. La asistencia a la iglesia era requerida por la ley durante el reinado de Isabel. Existía una cuantiosa multa de un chelín para la primera vez que uno faltaba a la iglesia, la cual se incrementaba si uno repetía la ofensa de faltar. Esta ley, cuyo propósito era acabar con los recusantes católicos, provocó que los pastores tuvieran una audiencia cautiva constantemente, sin embargo, eso no quería decir que siempre fuera una audiencia despierta), ¿qué se recomienda hacer en esos casos? Que los predicadores cambien sus tipos de aplicaciones de manera constante. Luego entonces, las aplicaciones serán relevantes para varios oyentes, y así, el pozo de material para las aplicaciones nunca se quedará sin agua. Muchas formas y niveles de aplicaciones para hacer que uno «regrese a casa» (expresión utilizada por Alexander Whyte) pueden extraerse por inferencia de casi cualquier texto que el predicador esté utilizando.
Y debido a esto, y a causa de que de un mismo texto era posible derivar muchos puntos de doctrina diferentes, y además, ya que una vez que las doctrinas eran introducidas, ellos tenían la inclinación a sentir la necesidad de dar una explicación completa y exhaustiva para evitar malas interpretaciones, los predicadores puritanos podían «quedarse parados» en el mismo texto y usar ese mismo texto para muchos sermones consecutivos, y permanecer con un solo pasaje durante meses o incluso años. Ver el resultado de eso en su forma impresa es algo desalentador para el ojo moderno: el despliegue de tantos títulos y subtítulos es algo imponente, y uno termina fácilmente sintiéndose abrumado. Pero una de las razones principales por la que estas exposiciones nos dejan abrumados, es porque están controladas por un interés muy fuerte por la Biblia como un todo, con mucha más intensidad de lo que estamos acostumbrados. Mientras nosotros estamos acostumbrados a concentrar toda nuestra atención en el flujo de un solo pasaje sin hacer muchas alusiones a otras partes de las Escrituras, los expositores puritanos se esforzaban por mostrar cómo cada pasaje se refleja y se vincula con la enseñanza del resto de la Palabra de Dios. Además, una segunda razón por la que nos sentimos abrumados es porque, nuestra manera de presentar un tema es dar por sentado una ignorancia total e iniciar a construir de manera inductiva a partir de un punto de partida dado; pero los puritanos daban por sentado un conocimiento previo del tema y comenzaban a desglosarlo a través de un análisis transversal. La afirmación de Petrus Ramus, un educador protestante francés del siglo XVI, de que el análisis dicotómico era la mejor manera de entender cualquier tema, llevó a muchos puritanos a «dividir» de esa manera los textos y a explicarlos con lujo de detalle desde el púlpito, bajo el supuesto de que eso haría que todo lo que expusieran fuera claro y memorable. Confiamos que verdaderamente fue así para las personas de entonces, pero no podemos negar que para nosotros la lectura de los tratados puritanos en un inicio resulta ser muy compleja. Sin embargo, el ir anotando los encabezados mientras leemos, puede ayudarnos bastante para seguir la estructura de sus presentaciones en nuestras mentes.
Este método analítico puritano es la razón por la cual las exposiciones puritanas eran tan extensas: 6 000 páginas (en formato de cuarto) de Joseph Caryl acerca del libro de Job; más de 2 000 de John Owen (tamaño folio) acerca de la carta a los Hebreos; 152 sermones de Hildersam sobre el Salmo 51:1–7; más de 800 páginas (con letra pequeña en todas las ediciones modernas) de William Gurnall en su Tratado de Efesios 6:10–20, titulado: El cristiano con toda la armadura de Dios ; ¡etcétera! Lo que llevó a los puritanos escribir de una manera tan extensa, fue su pasión por la minuciosidad al extraer todas las doctrinas y desarrollar todas las aplicaciones. Claramente, una vez que comenzaron a extraer implicaciones y aplicaciones, les resultó difícil detenerse. Sin embargo, su variedad de temas es excelente, y muy pocas veces repiten las mismas ideas, por otra parte, la sensación de que comienzan en el medio en lugar de al principio es algo que se olvida fácilmente a medida que continúas leyendo, y finalmente, una vez que atrapan tu interés es muy difícil que éste se desvanezca. Y si hubiera quienes me dijeran que no creen eso, yo les respondería: ¡Gustad y ved!
En cuarto lugar, los puritanos eran encargados de hacer cumplir la verdad . Este punto tiene que ver con la forma de sus palabras. Ellos le dieron la espalda a los aires de grandeza que se ganaban los predicadores «ingeniosos» de gran reputación en la corte o en Oxford y Cambridge. Por lo que, ellos en lugar de eso, escogían un estilo sencillo, directo, y solemne, que a su vez era vivaz y sin pretensiones, y ese era el estilo que tenían sus mensajes; pero esa sencillez estaba acompañada con poder. Perkins dio de qué hablar en Cambridge al predicar resueltamente de esta manera simple y lúcida; algunos que lo escucharon lo describieron como «un hombre vacío y estéril, y un académico insignificante y mezquino» 114, pero cuando Thomas Goodwin fue a Cambridge en 1613, encontró el recuerdo del ministerio de Perkins todavía vivo, a pesar de que su muerte había ocurrido 11 años atrás. Al principio, Goodwin había propuesto en su corazón convertirse en un predicador «ingenioso» como el Dr. Senhouse de Saint John’s, cuyos sermones eran «el más eminente y variado fárrago de flores de ingenio en comparación con cualquiera de los padres, los poetas, las historias, o cualquier clase de texto que pudiera tener plasmada la elegancia del ingenio». Sin embargo, después de su conversión, renunció a tal presunción.
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