Y continúa instruyendo:
para que pueda usted tomar las historias y las vidas que están contenidas en la Biblia como ejemplos seguros e indubitables de que Dios tratará con nosotros hasta el fin del mundo. 101
Una vez que esos principios son aplicados, de acuerdo con Tyndale, las Escrituras se interpretarán a sí mismas: «La Escritura da cuentas de sí misma, y siempre se expone a sí misma por medio de otro texto abierto». 102La llave es la justificación por la fe, y la puerta (como es de esperarse) es la epístola a los Romanos. «Una luz y un camino hacia la Escritura completa», como Tyndale la llama, y traduce el veredicto de Lutero al respecto: «una luz brillante, y suficiente para alumbrar toda la Escritura». 103Estos principios exegéticos fueron transmitidos a la hermandad puritana por Perkins, quien estableció que, si uno comenzaba a estudiar Romanos y continuaba con el Evangelio de Juan, tenía la clave para entender toda la Biblia. 104En ese sentido, los estudios más detallados nos demuestran que, prácticamente estos principios tienen un estado axiomático en toda exégesis puritana.
Los recuentos puritanos acerca de la fe —la fe que trae justificación y por la cual los cristianos viven cada día— no son uniformes en todos los aspectos. Todos los escritores están de acuerdo en que la fe es más que una simple creencia de hechos conocidos, pero cuando intentan mostrar qué más es, sus definiciones divergen un poco. Perkins, consciente de la manera en la que los reformadores utilizaban las Escrituras para correlacionar la fe con el testimonio del Espíritu en las promesas de Dios, llegó a la conclusión de que la esencia de la fe está en la seguridad aplicativa, la cual veía como un ejercicio de la mente; Ames, su discípulo, consciente de la manera en la que los reformadores usaron la Escritura para presentar al Cristo vivo, crucificado y resucitado, como el objeto de la fe, y evidentemente influenciado por la perspectiva voluntarista de los Arminianos, con quienes debatía constantemente, concluyó que la esencia de la fe reside en recibir y confiar personalmente en Cristo a través de los términos del pacto, lo cual él veía como un ejercicio de la voluntad; y la mayoría de los recuentos puritanos que se escribieron después de Ames, y posiblemente también antes, incluyen ambos elementos. 105Pero todos los puritanos ven la fe como algo que involucra la conciencia, es decir, el juzgarse a sí mismo en la presencia de Dios a la luz de la verdad bíblica, y por lo tanto, estructuran todas sus exposiciones bíblicas con el propósito de inducir y nutrir la fe, utilizando directrices prolongadas y apelaciones a la conciencia. Un ejemplo típico de esta disciplina mental consciente en este asunto es la directriz de John Owen al comienzo de su gran y complejo tratado The Doctrine of Justification by Faith [La doctrina de la justificación por la fe]:
Es la dirección práctica de las conciencias de los hombres, en su aplicación a Dios por Jesucristo, para la liberación de la maldición debida al estado apóstata, y para la obtención de la paz para con Él (…) eso es lo único para lo cual está destinado el manejo de esta doctrina (…) Y no podemos tratar esta doctrina de manera segura o útil, sino únicamente en lo que respecta a los mismos fines para los cuales es declarada, y para los cuales se aplica en la Escritura, no debemos (…) apartarnos de atender este caso y su resolución, en todos los discursos de este asunto. Porque nuestra obligación con respecto a la función de esta doctrina es buscar la instrucción, la satisfacción, y la paz de las conciencias de los hombres, en lugar de ocuparnos en las nociones curiosas y las disputas sutiles. 106
Y esto sucedía no solamente respecto a la justificación, sino que en todas las cosas, desde el principio hasta el fin, la consideración puritana del enfoque, ejercicio y fruto de la fe, se estructuraba en términos de la conciencia que recibe la Palabra de Dios, y que por Su luz, emite un juicio propio equivalente al de Dios, y considera que su propio estado delante de Él puede ser, o es en misericordia de pacto mediante Cristo. Eso explica por qué, en esa época, ellos a menudo eran llamados «experimentales», y nos aclara a qué se referían cuando hablaban de la «experiencia» cristiana. En ese sentido, no usaban esa palabra para referirse a todos los estados de conciencia y emoción como tales; la usaban con cuidadosa precisión para referirse a todo lo que está relacionado con vivir la vida de fe, a través del ejercicio de conciencia en la palabra de Dios. Y cuando hablaban acerca de la experiencia, tampoco se referían a su propia experiencia como un punto de referencia; en realidad, lo que hacían era leer la Biblia como un libro de experiencia normativa, sin dejar de considerar que también es un libro de doctrina normativa. Así que, cuando hacían eso, estaban en busca de un ideal que era un tesoro peculiar del biblicismo agustiniano, el cual estaba presente en el mismo Agustín, en San Bernardo, en los reformadores, en los puritanos originales, o en los puritanos de los últimos días tales como C. H. Spurgeon y Martyn Lloyd–Jones. De manera que, lo que los agustinos ven, en contraste con lo que otros no ven, es que aquellos documentos bíblicos en los que los escritores transmiten su enseñanza al contar su experiencia, son textos que deben establecer estándares de experiencia espiritual y estándares de verdad divina, y deben exponerse de tal manera que se enfaticen y se hagan cumplir tanto los unos como los otros. Si, en particular, la enseñanza apostólica ha de ser presentada como definitiva, también lo debe ser la experiencia apostólica, ya que los apóstoles regularmente cuentan su doctrina en términos de su efecto en sus propias vidas, y la respuesta de sus propias conciencias ante ella: una y otra vez, tanto su mensaje como su experiencia se expresan en términos que se relacionan unos con otros. (Para ilustrar esto, podemos considerar Romanos, 2 Corintios, Gálatas, Filipenses y 1 Juan como ejemplos). Aquí hay otro asunto sobre el cual es apropiado decir: lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
En ese sentido, los puritanos eran verdaderamente ejemplares. Al estudiar las epístolas del Nuevo Testamento, los Salmos y los «ejemplos» de fe y fidelidad y sus contrapartes en ambos Testamentos, los puritanos, además de elaborar una completa serie de formulaciones de la doctrina de la gracia de Dios, también formularon una serie de experiencias distintivas que deberían resultar de cada una de esas doctrinas; y así como aprendieron a refutar herejías y corregir errores que estaban distorsionando el evangelio apostólico, también aprendieron a diagnosticar y prescribir tratamiento, no como los curanderos charlatanes (que eran «empíricos ciegos» como los llama Holland, los cuales causan estragos en el alma que son mucho más severos que los estragos causados por los curanderos corporales) sino como verdaderos médicos con una base teórica adecuada para respaldar los diagnósticos y los remedios que ofrecen. Aquellos que ven a los reformadores como quienes le han dado a la iglesia las formulaciones clásicas de la doctrina de la gracia salvadora de Dios, deberían reconocer a los puritanos como exponentes clásicos, por su comprensión de la fe y la conciencia, y por la aplicación de esa doctrina a las necesidades espirituales humanas. Si los reformadores son los teólogos clásicos, entonces los puritanos tienen que ser los guías espirituales y pastores clásicos, eso es algo que cualquiera puede descubrir casi inmediatamente después de empezar a leer sus escritos.
En tercer lugar, los puritanos eran educadores de la mente. En este punto hago referencia a su método de enseñanza. Durante los siglos XVI y XVII se le dio mucha importancia a la teoría educativa, de manera que los pastores puritanos como cuerpo tenían una técnica educativa bien planificada, y eso es justo lo que ahora vamos a explorar.
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