Mi propósito en este estudio es tratar de presentar una afirmación creíble de que el puritanismo fue un movimiento de avivamiento. Y yo creo que la evidencia que he presentado cumple con ese propósito. Pienso que, si hacemos un estudio más profundo del ministerio puritano en la Inglaterra del siglo XVII, (de manera similar a lo que hizo Irvonwy Morgan en su libro The Godly Preachers of the Elizabethan Church, [Los predicadores piadosos de la Iglesia isabelina], eso nos permitiría concluir rotundamente que, a mediados de ese siglo, estaba ocurriendo en Inglaterra una obra de gracia, la cual era tan potente y profunda como su contraparte más conocida que ocurrió cien años después. Ciertamente, la comprensión del evangelio y los principios de su ministerio en los dos períodos fue idéntica, sin contar las rarezas particulares de la teología de John Wesley, las cuales él mismo calificó erróneamente como arminianismo, tratando de defender la tradición de la familia Wesley, pero que en realidad se podría calificar de una mejor manera como un calvinismo inconsistente. 41Los estudios recientes sobre el avivamiento evangélico han hecho evidente nuestra gran deuda para con el puritanismo; 42y George Whitefield, amigo de Jonathan Edwards (un puritano puro que nació fuera de tiempo), fue quien, en 1767, como ya lo habíamos visto, escribió: «Durante estos treinta años, he enfatizado que, a medida que la religión viva y verdadera se va avivando, ya sea en casa o en el extranjero [se refiere a la Gran Bretaña o a Estados Unidos], los buenos escritos de los antiguos puritanos (…) se vuelven cada vez más necesarios». 43Es interesante que, en 1743, Whitefield también escribió en su diario lo siguiente, acerca de su visita a Kidderminster: «Hasta este día me he sentido muy renovado después de descubrir el dulce sabor de la buena doctrina, las obras y la disciplina del Sr. Baxter». 44El movimiento puritano y el movimiento evangélico deben estudiarse juntos; sus vínculos entre sí son mucho más fuertes y numerosos de lo que a veces se cree. Evidentemente, la gran diferencia es que, debido a que después de dos generaciones el avivamiento evangélico se convirtió en algo socialmente aceptable, los hombres de la Restauración, como parte de su rechazo público al orden revolucionario, dispersaron y erradicaron sistemáticamente el fuego del cristianismo puritano. Yo creo que un estudio más detallado, basado en un conocimiento más profundo del estado de la religión en Inglaterra de la década de 1650, podría ayudarnos a tener un entendimiento más adecuado del que actualmente tenemos con respecto al juicio de Baxter cuando dijo: «Nunca hubo oportunidades tan perfectas para santificar a una nación, como las oportunidades que ha tenido esta tierra al ser confundida y pisoteada como hasta ahora».
Sin duda, en la Inglaterra puritana no ocurrió nada tan espectacular como el avivamiento de Sixmilewater en Antrim durante la década de 1620, aquel «resplandor brillante y ardiente del evangelio» como lo llamó Robert Fleming, 45cuando el extravagante James Glendinning predicó la ley con tal vehemencia que afligió grandemente a las personas, debido a que no sabía cómo predicar el evangelio, de tal manera que Robert Blair y otros tuvieron que hacerlo por él; y tampoco ocurrió nada tan asombroso como lo que pasó aquel lunes de 1631 en la parroquia de Kirk o “Shotts, cuando durante una hora y media John Livingstone predicó como nunca antes volvió a predicar, ni antes ni después, a tal grado que muchas personas testificaron que se habían convertido o que al menos sus vidas cristianas habían sido transformadas por el poder de las palabras que habían escuchado. También estoy seguro de que no hubo nada como esa inolvidable conferencia en Dedham, que tuvo lugar en algún momento de la década de 1620, en la que los 500 oyentes del gran John Rogers se sintieron abrumados por descuidar la lectura de sus Biblias, tal como lo testifica la siguiente cita de John Howe, en la cual cuenta una anécdota de lo que Thomas Goodwin, quien estaba presente en la conferencia, le contó:
Él personificó a Dios frente a las personas, diciendo: «Yo les he confiado mi Biblia por mucho tiempo (…) está en una y en otra casa cubierta de polvo y de telarañas; y ustedes no se preocupan ni por darle un vistazo a su interior. ¿Ustedes están descuidando así mi Biblia? Pues entonces ya no tendrán más mi Biblia» Y después levantó la Biblia y la retiró como si la estuviera apartando de la gente; y en ese mismo momento personificó al pueblo de Dios, se postró en sus rodillas, y clamó y suplicó con mucho fervor: «Señor, haz lo que quieras con nosotros, pero no nos quites Tu Biblia, mata a nuestros hijos, incendia nuestras casas, destruye nuestros dioses; pero déjanos Tu Biblia, llévate todo menos Tu Biblia». Seguido de eso, personificó una vez más a Dios, diciéndole a la gente: «Si eso es lo que quieren, está bien, los pondré a prueba por un tiempo; aquí tienen mi Biblia para ustedes, yo observaré cómo la utilizan, si la aman y la valoran más, si la obedecen más, si la practican más y viven más conforme a ella».
De acuerdo con el relato de John Howe, lo que ocurrió después fue que, tanto Thomas Goodwin como las demás personas presentes, en ese preciso momento se encontraban inundados en lágrimas, y cuando Goodwin salió de ahí, «se sentía tan contrito que se abrazó al cuello de su caballo y lloró sobre él durante un cuarto de hora, pues antes de eso, no tenía poder para montarse al caballo; de esa magnitud fue la impresión que, tanto en él como en las personas en general, causó la amonestación por el descuido de la Biblia» 46Sin embargo, por lo general, el avivamiento puritano parece haber sido una obra relativamente tranquila y ordenada, que estaba separada del fanatismo que surgió durante las décadas de 1640 y 1650 cuando éste se encontraba en su apogeo.
3
Si uno quiere tener una mayor luz con respecto al avivamiento puritano será necesario estudiar la teología puritana, particularmente su innovador interés y concentración en las cosas relacionadas con el ministerio del Espíritu Santo; 47y también será necesario estudiar la adoración puritana, con su énfasis en el «trabajo de corazón», la espontaneidad, el canto de himnos y salmos, la oración libre impulsada por el Espíritu, la cual está caracterizada por «familiaridad», «plenitud» y «afecto», y la predicación del pecado y la gracia de una manera «sencilla, apremiante y franca» la cual por una parte «desgarra» la conciencia y por otra parte, derrama sobre ella el bálsamo sanador del evangelio. 48La teología y la adoración puritanas, a medida que se desarrollaron, mostraron cada vez más su carácter como productos y complementos del avivamiento. Como ya se dijo anteriormente, una exploración más profunda de los anales del ministerio puritano también nos podría dar un entendimiento más fresco con respecto a este movimiento. Por ejemplo, sería fascinante aprender más acerca de hombres como Elkanah Wales, de Pudsey, quien «fue considerado como el predicador que tuvo más éxito en la conversión de almas, en todo el país», o de muchos otros como Greenham que tuvieron una mayor influencia» entre los extranjeros y los oyentes ocasionales de la que tuvieron entre su propia gente»; 49o del itinerante Henry Oasland de Bewdley, «quien viajó de un lugar a otro, predicando fervientemente y ganando muchas almas para Dios»; 50o de Thomas Tregoss de Mabe, al oeste de Cornwall, quien «afirma que su conversión ocurrió después de haberse enrolado algún tiempo en el ministerio (…) y quien también sufrió por su postura Inconformista »; 51o de Samuel Annesley, el abuelo materno de John Wesley, a quien el Parlamento «infiltró» en Cliffe (Kent) en lugar de un ministro que había sido escandaloso pero popular, y cuya congregación, resentida por el cambio, lo atacó «con varillas, trinches, y piedras; amenazándolo de muerte», pero ante esa situación, el prometió dejarlos tan pronto como estuvieran listos para aceptar a otro ministro igual que él, y tal como él lo había dicho, después de que «la gente fue grandemente reformada, y su trabajo tuvo un éxito maravilloso» mantuvo su palabra y se fue, «para no darle lugar a ninguna aparente ligereza de su parte que pudiera ser de tropiezo para sus jóvenes convertidos»; 52o de Thomas Lye, el evangelista de niños, quién todavía era recordado más de 40 años después de que su ministerio terminara, debido a «su excelente don para catequizar a los más jóvenes, a los cuales por medio de muchos artificios logró convencer de deleitarse en la obtención del conocimiento de las mejores cosas». 53Estos hombres (literalmente había cientos como ellos) fueron ministros avivados, que laboraron en tiempos de avivamiento, y sus historias nos pueden llevar directamente hacia el corazón del movimiento puritano. Lamentablemente, si incluyéramos todas esas historias, este libro sería demasiado largo. Sin embargo, mi argumento ha sido presentado y defendido, y con eso me doy por satisfecho.
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