«Se han levantado nuevos oradores entre nosotros, jóvenes necios, quienes, al mismo tiempo que menosprecian la autoridad y no reconocen a sus superiores, están buscando derrocar y desarraigar por completo nuestra política eclesiástica (…) y se están esforzando por darnos una especie de «nueva plataforma» para la iglesia, que todavía no entiendo cómo funciona (…) para que puedas estar más familiarizado con todo el tema, recibe este resumen del asunto en cuestión, condensado en ciertos encabezados:
1. El magistrado civil no tiene autoridad en materia eclesiástica. Él es solo un miembro de la iglesia, cuyo gobierno debe estar comprometido con el clero.
2. La iglesia de Cristo no admite otro gobierno que el del presbiterio; es decir, el pastor, los ancianos y los diáconos.
3. Los nombres y la autoridad de los arzobispos, archidiáconos, cancilleres, comisarios y otros títulos y dignidades similares deben eliminarse por completo de la iglesia de Cristo.
4. Cada parroquia debería tener su propio presbiterio.
5. La elección de ministros debe estar en las manos del pueblo.
6. Los bienes, posesiones, tierras, ingresos, títulos, honores, autoridades y todas las demás cosas que les pertenecen a los obispos y a las catedrales, deberían serles quitadas desde ahora y para siempre.
7. No se le debería permitir predicar a ninguno que no sea pastor de una congregación; y éste debería predicar para su rebaño exclusivamente, y en ningún otro lugar…
Y de acuerdo con lo que Sandys declaró, nada de eso «podrá obrar para el beneficio y la paz de la iglesia, sino para su ruina y confusión. Si eliminamos la autoridad, la gente se precipitará de cabeza hacia todo lo que sea malo. Si eliminamos el patrimonio de la iglesia, al mismo tiempo estaríamos eliminando no sólo la sana enseñanza, sino la religión misma». 73
Sin duda alguna, Sandys tenía razón al declarar que en la Inglaterra que el conoció, en donde la mayoría de las personas eran analfabetas y seguían estando entregadas a la ignorancia y la superstición, ese programa de reforma presbiteriana, sin importar cuales fueran sus motivos y sus justificaciones, era un programa doctrinalmente impracticable y contrario a la causa de la piedad. Lo que Inglaterra necesitaba no era el presbiterianismo sino lo que en realidad era necesario era un cuidado pastoral, es decir, que los pastores se preocuparan por atender a sus rebaños. Estos «presbiterianizadores» farfullaron intermitentemente durante los siguientes 20 años, pero no crearon una corriente de opinión sólida, y no pudieron comprobar que sus ideas eran la manera correcta para completar la búsqueda de la santificación de Inglaterra; sino todo lo contrario, y finalmente, los tratados injuriosos de Marprelate (1588–89) destruyeron la credibilidad moral de ese movimiento. ¡Burlarse de los dignatarios de la manera en la que lo hacían esos tratados, no era la fórmula para ganar almas! Fue otro evento de 1570 el que mostró un camino a seguir más fructífero.
El 24 de noviembre de ese año, el Abraham de la escuela de pastores y escritores «prácticos y afectuosos» abandonó su Mesopotamia y se dirigió hacia la tierra prometida. Su nombre era Richard Greenham y había renunciado a su beca en el Pembroke Hall de Cambridge para convertirse en ministro de Dry Drayton, a unos 12 kilómetros de la ciudad. Él fue el pastor renovado pionero (con las características que Baxter esperaría), ya que, fue el primer hombre genuinamente capaz (hasta donde podemos decir) de abordar, de una manera auténticamente apostólica, la tarea de enraizar el evangelio en la Inglaterra rural. Ya hemos hablado un poco de su trabajo. 74Él se ganó una gran reputación como consejero pastoral o (como él mismo lo concibió) médico espiritual; y para sus amigos fue algo muy lamentable que él no «dejara para la posteridad un Manual en el que comentara acerca de las enfermedades tan particulares que Dios le permitió sanar, junto con los medios que utilizó para realizar sus curaciones». La cita anterior proviene de Henry Holland, el biógrafo de Greenham, quien expandió un poco más ese tema, diciendo:
La dieta y la cura necesarias para restaurar a las almas afligidas, es un misterio muy grande, y en ese sentido, muy pocas personas han logrado trabajar para comprender y desempeñar el buen arte de la medicina espiritual, o para enseñarnos algún buen método para practicar este (…) preciado arte, y transmitirnos gran experiencia; de tal manera que el peligro es grande, pues si no conocemos las reglas y los fundamentos prácticos de este arte, podemos cometer el error de adivinar con incertidumbre cuales son los mejores remedios y discursos que se deben aplicar sobre el alma enferma. Y si un médico natural, en lo que respecta a su oficio y sus facultades, puede decir efectivamente «ars longa, vita brevis [el arte es largo, la vida es corta], cuánto más el médico espiritual puede aplicar este aforismo a ese misterio del que estamos hablando. Los sabios piadosos saben que, es mucho más difícil discernir las causas secretas que producen las mucosidades ocultas del alma; y en esa área, es mucho más peligroso proceder confiando en la mera experiencia, sin conocer este arte ni tener las habilidades necesarias (…)
Pero, este reverendo hombre de Dios, el M. [maestro] GREENHAM, toda su vida fue un hombre que trasmitió gran esperanza, y él posiblemente nos ha dado las mejores reglas para desempeñar esta misteriosa facultad… 75
Greenham nunca escribió el tratado sobre dirección pastoral que sus amigos deseaban (aunque la colección de cuarenta páginas titulada «Grave Counsels and Godly Observations [Consejos serios y observaciones divinas]» de Holland, que es la primera parte de las obras de Greenham, nos muestra cuál pudo haber sido la extensión y la fuerza que hubiera tenido ese tratado); sin embargo, sí realizó la segunda mejor opción, que posiblemente fue la mejor: entrenó a muchos de los pastores de la próxima generación. Los ordenandos (aspirantes a pastor) vivían en su casa y estudiaban con él como verdaderos aprendices; y regularmente, durante la comida del mediodía, se reunía con ellos un grupo de ministros locales y visitantes de otros pueblos; de manera que, en palabras de Holland, Greenham «fue un instrumento especial en las manos de Dios para alentar y entrenar a muchos jóvenes piadosos y eruditos en el servicio sagrado de Cristo , y en la obra del ministerio».
Aunque se estableció en Dry Drayton, Greenham continuó ejerciendo una influencia considerable en la universidad, con la cual mantuvo un estrecho contacto. En 1589, estuvo en el púlpito de la iglesia parroquial universitaria de Great St. Mary’s, criticando con dureza uno de los tratados de Marprelate que hostigaba a los obispos con el argumento de que «este libro tiende a hacer el pecado ridículo, cuando debería hacerlo aborrecible». Él se opuso consistentemente a los agitadores presbiterianos de Cambridge. Les decía que su manera de actuar era «equivalente a tratar de colocar el techo antes de colocar los cimientos». «Hay algunos que, ignorando cómo reformarse a sí mismos, están hablando de reformar a la iglesia». 76«Algunos se preocupan por la disciplina de la iglesia, pero ellos mismos no son capaces de ver sus corrupciones personales». 77
Toda su influencia en Cambridge se concentró en promover la religión personal y la paz dentro de la iglesia, y en hablar en contra del pecado y el cisma. Él se opuso y se resistió a todo aquello que estuviera en contra del amor cristiano y la paz, incluso cuando simpatizaba con las opiniones expresadas. En su práctica personal era un inconformista en lo que respecta a las cuatro ceremonias desagradables, y aunque simpatizaba con la visión de la reforma presbiteriana; nunca la defendió a capa y espada. Todo lo que él pedía era libertad para obedecer a su conciencia y para predicarle el evangelio a su gente. En 1573, el obispo Cox lo mandó llamar porque no había usado el sobrepelliz, y en respuesta, él escribió una explicación completa acerca de su postura. En la que se manifestó indispuesto a debatir acerca de ese tema:
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