Manuel Alejandro Hernández Ponce - Diplomacia y revolución

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La diplomacia va más allá de sus representantes, es una cuestión económica, social y cultural compleja que requiere un análisis minucioso de las conversaciones, negociaciones y conflictos establecidos durante periodos de crisis, como lo fue la Revolución mexicana. Esta obra analiza los diversos episodios de intervención, conflicto y reclamos que sostuvo el gobierno de Estados Unidos frente a los distintos grupos revolucionarios que tomaron el poder de 1910 a 1923. El objetivo de esta obra es analizar cómo las relaciones entre México y Estados Unidos durante los años revolucionarios fueron resultado de una interdependencia compleja, pues ninguna nación logró imponer totalmente sus intereses aun cuando existieran importantes asimetrías en su economía, sociedad y poderío militar.

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Imagen 2 Caricatura de la prensa estadounidense Fuente Los Ángeles Herald - фото 9

Imagen 2. Caricatura de la prensa estadounidense.

Fuente: Los Ángeles Herald (23 de noviembre de 1910: 1).

Otro caso que llamó la atención fue el del cónsul estadounidense Luther T. Ellsworth de Ciudad Porfirio Díaz (Piedras Negras, Coahuila), quien mediante un telegrama “solicitó al Departamento de Estado, a través del embajador americano Henry Lane Wilson, en Ciudad de México, ser transferido a otra posición” (The Omaha Daily Bee, 3 de diciembre de 1910: 8). Señaló que su decisión fue consecuencia de “insinuaciones que lo acusaban como autor de informes sensacionalistas de la Revolución mexicana que, según reportes, han perjudicado el comercio con México” (The New York Tribune, 2 de diciembre de 1910: 1). Temiendo por su vida, Ellsworth advirtió que, de negarse su transferencia, solicitaría su inmediata renuncia. La seguridad y el buen trato a los extranjeros se desvaneció durante los primeros días de 1911, y ni siquiera la representación diplomática tuvo garantizada su seguridad; la intervención pareció la única salida.

La ruptura de relaciones entre México y Estados Unidos

El mensaje enviado por la Casa Blanca a todos los involucrados en el conflicto en México fue de neutralidad, lo cual fue celebrado en México. No obstante, a pesar de que el presidente Taft se comprometió a investigar personalmente el linchamiento de Antonio Rodríguez, las manifestaciones antiestadounidenses continuaron en la capital. En ningún momento la administración estadounidense contempló interrumpir sus relaciones con México, aunque había rumores sobre la renuncia de Díaz (El País, 2 de diciembre de 1910: 1). En el interés de investigar la situación mexicana a fondo, se retiró al cónsul Ellswhorth de Ciudad Porfirio Díaz para que personalmente informara lo sucedido en su distrito, pues “se cree que generalmente que las noticias que ha dado sobre el movimiento sedicioso de los anti releccionistas mejicanos [sic] son demasiado exageradas” (El País, 4 de diciembre de 1910: 1).

Para la prensa estadounidense, era evidente que la revolución se salía de control al producirse un sentimiento antiextranjero y “particularmente antiamericano […] los americanos son menos populares que los ingleses y alemanes porque parecemos más emprendedores y porque somos menos diplomáticos” (The World’s Work, 14 de febrero de 1911: 13). Se temió que la violencia revolucionaria atacara los intereses estadounidenses que durante décadas coadyuvaron al crecimiento de la economía mexicana.

Sin embargo, otros sectores de la prensa de Estados Unidos rechazaron la viabilidad de una intervención, pues los estadounidenses no podían quejarse por los perjuicios resultantes de la revolución porque era un peligro latente en cualquier país. Se afirmó que nadie “tiene el derecho de reclamar, mientras el gobierno no pueda proteger sus personas y propiedades en contra de una agresión armada y pagar los daños causados” (The Evening Post, 8 de marzo de 1911: 1).

En México, el secretario de Relaciones Exteriores, Enrique Creel, en respuesta a los rumores sobre una posible intervención declaró que el movimiento de tropas estadounidenses no causó inquietud al gobierno mexicano “porque no existe temor de que ocurra conflicto alguno con los Estados Unidos. […] La situación completa, aunque algo desagradable, no es en modo alguno peligrosa” (El Diario, 10 de marzo de 1911: 1). Se especuló que el movimiento de tropas estadounidense en la frontera era una presión psicológica contra Madero. Algunos diarios extranjeros llegaron a asegurar que el líder revolucionario estaba preocupado, por lo que estaba dispuesto a rendirse para evitar la entrada de tropas estadounidenses (El Diario, 10 de marzo de 1911: 1). Como es evidente, la neutralidad anunciada no convenció a todos los sectores de la población en México, por lo que se acusó a la Casa Blanca de buscar cualquier pretexto para intervenir.

La prensa mexicana desmintió muchas de las noticias que publicaron algunos medios estadounidenses, calificándolos de especuladores. Muestra de ello fue la nota del diario mexicano El País, que en marzo de 1911 felicitó a The Times por desmentir la noticia respecto a que “una multitud enfurecida apedreó al Palacio Nacional de Méjico [sic]” (El País, 21 de marzo de 1911: 2), la cual días antes publicó en primera plana. Ello demostró que los corresponsales estadounidenses en México no siempre tenían pruebas de sus informes.

De manera opuesta, los diarios mexicanos también fueron rechazados entre algunos círculos políticos estadounidenses. Un ejemplo de ello fue la protesta pública hecha por el embajador Wilson respecto a una publicación del periódico El Diario el 28 de abril de 1911. En primera plana se presentaron las declaraciones del vicepresidente Ramón Corral, quien aseguró que “los americanos fomentan la rebelión para provocar la intervención norteamericana en Méjico [sic]” (El Diario, 28 de abril de 1911: 1). Por ello, Wilson solicitó al gobierno mexicano que aclarara su postura al respecto, al no creer la autenticidad de la noticia “pues Méjico y sus funcionarios saben muy bien cuántos han sido los esfuerzos de la Casa Blanca para mantener la neutralidad” (El País, 29 de abril de 1911: 1).

La guerra de declaraciones y rumores entre las prensas de ambas naciones fueron parte de los retos a los que se enfrentó la diplomacia. Ninguna aclaración oficial pareció suficiente para disipar en los estadounidenses el temor a la barbarie, y en los mexicanos el sentimiento de rechazo al intervencionismo yanqui.

En el Senado de Estados Unidos se desarrollaron acalorados debates entre demócratas y republicanos. Mientras el senador Stone de Misuri solicitó a Taft que ordenara el envío de tropas a México, el senador Bacon de Georgia “concedió que han muerto algunos americanos inocentes en la frontera de México, pero los Estados Unidos no pueden inmiscuirse en ciertas cosas, pues hay que mirar el futuro y medir los actos” (El Diario, 11 de mayo de 1911: 2). La postura de los republicanos se basó en el necesario envío de una armada para “protección”; por el contrario, los demócratas consideraron que “una intervención ocasionaría una guerra, en la que seguramente habría que lamentar la muerte de miles de americanos y mexicanos” (El Diario, 28 de abril de 1911: 1). Al final, el Senado concluyó que la intervención sería una acción precipitada, con lo que se respaldó la postura del presidente. El embajador Wilson consideró que el triunfo rebelde significaría la “debilidad o desgracia” tanto del gobierno federal como de los intereses norteamericanos (Cosío Villegas, 1961: 392-399).

Por instrucciones presidenciales, el ministro de Estado, P. Knox, solicitó al embajador Wilson que “desmienta los rumores que han circulado relativos a una intervención americana, pues nada está más lejos de las intenciones del Gobierno de los Estados Unidos” (El País, 13 de mayo de 1911: 1). Negada cualquier intervención sólo quedaba esperar que en las próximas semanas se estabilizara la situación en México. La preocupación del Congreso estadounidense se enfocó en la pérdida de bienes, mercados y privilegios adquiridos durante el porfiriato.

El intervencionismo, controversias y discursos estadounidenses

Para los primeros meses de 1911, la revolución ocupó las primeras planas de la prensa estadounidense. Específicamente, el tema fronterizo preocupó a la Casa Blanca, por lo que volvieron a ser noticia las posibilidades de un despliegue militar. Los enfrentamientos armados en México amenazaban la franja fronteriza. Un escándalo ejemplar fue una batalla desarrollada cerca de Douglas, Arizona, en la que “fueron heridos siete pobladores de la localidad por balas perdidas” (Hopkinsville Kentuckian, 20 de abril de 1911: 4); la intervención armada pareció la única manera de asegurar la pronta pacificación.

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