88. Llamados también oceloyótl , o guerreros jaguar. Según aporta Isabel Bueno, los trajes que vestían estos guerreros aparecían en las listas de tributos exigibles a las provincias dominadas, que o bien los entregaban ya confeccionados o bien tributaban las propias pieles. Era de cuerpo entero y se ataba a la espalda y el algodón y las plumas también parece que se utilizaban a la hora de su confección. Por cierto que los guerreros macehualtin que alcanzasen el máximo rango militar que les estaba permitido podían vestir un traje realizado con tiras de piel llamado oceloehuatl. Ibid ., 76.
89. Sus trajes se reservaban a los guerreros que habían capturado a seis o más enemigos. También eran de cuerpo entero y atados a la espalda, pero podían ser de diversos colores y confeccionados con diversos materiales: «[…] el tozcoyotl con plumas amarillas de papagayo, el citlalcoyotl con plumas de pava y cuyo diseño representaba el cielo estrellado, el blanco o coyotl iztac , el denominado tlecoyotl o coyote de fuego, que se decoraba con plumas brillantes o flecos teñidos de algodón o papel, el tlapalcoyotl de color rojo. El casco tenía forma de cabeza de coyote, rematado con un penacho de plumas de quetzal y utilizaba escudos de tipología variada». Ibid ., 76-77.
90. Torquemada citado en Cervera Obregón, M. A., 2011, 130. Hassig, R., 1992, 140-141, 143.
91. Pomar en VV. AA., op. cit ., 76-80.
92. Cervera Obregón, M. A., 2011, 137.
93. Declercq, S. J. L., 2018, 273 y ss.
94. Hanson, V. D., op. cit ., 225-226.
95. Gracia Alonso, F., op. cit ., 196-197.
96. Bueno Bravo, I., 2015, 75.
97. Sahagún, B. de, 2001, II, 617.
98. Como nos recuerda Antonio Aimi, «los guerreros caídos en batalla iban a la Casa del Sol y acompañaban a este astro desde el alba hasta mediodía, momento en el que se entregaba a las mujeres fallecidas durante el parto, que lo acompañaban hasta el atardecer. Los que habían muerto ahogados o fulminados por un rayo, o en circunstancias asociadas al agua o la lluvia, iban al Tlalocan; todos los demás iban al Inframundo». Aimi, A., op. cit ., 62, n. 49.
99. Según Juan B. Pomar, los padres de los guerreros ayunaban cuando estos iban a la guerra, de forma que solo comían una vez al día, y no se afeitaban el cabello ni se limpiaban el rostro hasta el regreso de su familiar. En caso de retorno, y máxime si había capturado algún prisionero, se hacían grandes fiestas. En caso de fallecimiento, los familiares del finado lo lloraban durante ochenta días en su casa con todos sus parientes. Pomar en VV. AA., op. cit ., 47.
100. Bueno Bravo, I., 2007, 147-158. Bueno Bravo, I., 2009, 193-195. Hassig, R., 2008, 288-291. Cervera Obregón, M. A., 2011, 70-87.
101. Bueno Bravo, I., 2009, 189.
102. Cervera Obregón explica que el rito del Tlacaxipehualiztli consistía en el enfrentamiento de cuatro guerreros mexica, armados de manera convencional con macuáhuitl , contra un prisionero de guerra al que se le armaba con un simple bastón de madera con plumas en lugar de cuchillas de piedra y un escudo. La lucha, ritualizada, se producía encima de una piedra especial llamada temalácatl . Cervera Obregón, M. A., 2011, 92. Cuando el guerrero era herido se procedía a llevarlo al altar de sacrificios y se le arrancaba el corazón. El ritual continuaba con el corte de las cabezas de los sacrificados y su desollamiento. Las pieles, una vez curtidas, eran enterradas cuarenta días más tarde al pie de la escalinata del templo. Incluso un fémur del sacrificado se colgaba en la casa de los guerreros para protegerles en el futuro en los campos de batalla. Bueno Bravo, I., 2009, 199-204.
103. Y. González, El sacrificio humano entre los mexicas , México, FCE, 1985, 36, citada en Bueno Bravo, I., 2009, 191. El ritual del sacrificio lo explica perfectamente Gracia Alonso, F., op. cit ., 191-193.
104. López Austin citado en Santamarina Novillo, C., 2005, 145.
105. Santamarina Novillo, C., 2007, 108.
106. Citas en ibid ., 108-109 y n. 13.
107. Acerca de los bailes, y cánticos, asociados a la guerra, vid . Danilovic, M., 2017.
108. En este mes se sacrificaban víctimas de guerra, llamados xipeme , es decir desollados, o tototecti , es decir los muertos en honor al dios Tótec, en el templo de Huitzilopochtli. Los ejecutados se desollaban antes de llevar los cuerpos al calpulli de su capturador. Fray Diego Durán menciona que se desollaba y despedazaba a los muertos y su carne era cedida al indio capturador. Al guiso que incluía la carne humana le llamaban tlacatlaolli . El mes mexica constaba de 20 días, de manera que en el decimonoveno del mes de Tlacaxipehualiztli se realizaban los combates con los guerreros más destacados sobre el temalácatl , es decir la piedra redonda con la imagen del sol. Pero, en esta ocasión, se desollaban los guerreros sacrificados directamente en el calpulli del captor. Declercq, S. J. L., op. cit ., 322.
109. Declercq, S. J. L., op. cit ., 288-308, 316.
110. El cronista Alvarado Tezozómoc se refirió a ellas como «batalla civil y gloriosa, rociada con flores, preciada plumería, de muerte gloriosa, con alegría, en campo florido, pues no es con traición sino de voluntad, de que todos los enemigos fueron muy contentos de ello». Citado en ibid ., 197.
111. Harner comentó que la élite mexica, pero también los guerreros destacados procedentes de otros estratos de la sociedad, eran quienes se aprovecharían de la ingesta de los cuerpos de los sacrificados prisioneros de guerra. Esa ventaja gastronómica, que permitiría sobrevivir en un medio de dificultades para encontrar proteínas, haría, además, que se generase una «maquinaria bélica agresiva». Los comentarios acerca de Harner en ibid ., 70.
112. Cervera Obregón, M. A., 2011, 162-167.
113. Declercq, S. J. L., op. cit ., 75. También niega el canibalismo dietético Ruvalcaba Mercado, J., op. cit ., 125 y ss.
114. Para una crítica de la visión de los chichimecas como bárbaros, o más primitivos, en contraposición a los toltecas, máxima expresión de lo civilizado en aquel mundo, vid . Navarrete, F., 2011. Navarrete escribe: «Este proceso de convergencia cultural no se dio a partir de un centro hegemónico que irradiara sus bienes culturales a grupos periféricos y subordinados. Tampoco fue un proceso de evolución cultural en que los toltecas, más civilizados, prevalecieran sobre los chichimecas, más primitivos. Se trató más bien de la suma de un conjunto de procesos diferentes, pero relacionados entre sí, en que la creciente centralización política y control territorial impuestos por ciertos altépetl más toltequizados obligaron a otras entidades políticas a seguir pasos similares; a la vez la mayoría de los altépetl se chichimequizaron al expandirse a los ámbitos ecológicos de pie de monte y serranía». Ibid ., 45.
115. Declercq, S. J. L., op. cit ., 76-79.
116. Relación de Michoacán citada en ibid ., 270.
117. Ruvalcaba Mercado, J., op. cit ., 125.
118. Hassig, R., 2008, 293. Declercq considera en su tesis sobre el canibalismo ritual mexica que Hassig no prestó la suficiente atención a los aspectos rituales en el modo de hacer la guerra de los nahuas, al menos no en su trabajo de 1988, cuando León-Portilla, ya en 1956, había dejado sentada la importancia de la mística guerrera en los discursos de los nahuas. Michel Graulich sí prestó más atención a tal sugerencia. Declercq, S. J. L., op. cit ., 75, 193 y ss.
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