VENCER O MORIR
UNA HISTORIA MILITAR DE LA
CONQUISTA DE MÉXICO
Antonio Espino López
Vencer o morir
Espino López, Antonio
Vencer o morir / Espino López, Antonio
Madrid: Desperta Ferro Ediciones, 2021 – 608 p., 32 p. de lám. il; p.; 23,5 cm – (Historia de España) – 1.ª ed.
D.L: M-2541-2021
ISBN: 978-84-122212-3-7
94(72)“15”
355.013 341.312
VENCER O MORIR
Una historia militar de la conquista de México
Antonio Espino López
© de esta edición:
Vencer o morir
Desperta Ferro Ediciones SLNE
Paseo del Prado, 12, 1.º derecha
28014 Madrid
www.despertaferro-ediciones.com
ISBN: 978-84-122213-2-9
D.L.: M-2541-2021
Diseño y maquetación: Raúl Clavijo Hernández
Coordinación editorial: Mónica Santos del Hierro
Producción del ebook: booqlab
Primera edición: marzo 2021
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Imágenes de los pliegos a color: láminas del Lienzo de Tlaxcala © Biblioteca Digital Hispánica. Las copias originales del códice conocido como Lienzo de Tlaxcala se han perdido. Las imágenes provienen de las litografías del volumen Antigüedades mexicanas, publicado por la Junta Colombina de México en el IV centenario del descubrimiento de América. Se han sintetizado en los pies de imagen los comentarios a las mismas redactados por Alfredo Chavero. El Lienzo de Tlaxcala fue elaborado a petición del cabildo de Tlaxcala y del virrey Luis de Velasco en 1552 para dejar patente la colaboración de los tlaxcaltecas en la conquista y poder reclamar privilegios, como la disminución o indulgencia del pago de los tributos. Las escenas escogidas describen diferentes momentos de la campaña de conquista, desde la llegada de Cortés a Tlaxcala hasta la caída de Tenochtitlan.
Y demás desto pregunta la ilustre fama por los conquistadores que hemos escapado de las batallas pasadas, y por los muertos, dónde están sus sepulcros y qué blasones tienen en ellos […] y a lo que a mí se me figura, con letras de oro habían de estar descritos sus nombres, pues murieron aquella crudelísima muerte, y por servir a Dios y a su majestad y dar luz a los que estaban en tinieblas: y también por haber riquezas, que todos los hombres comúnmente venimos a buscar.
Bernal Díaz del Castillo,
Historia verdadera de la conquista de Nueva España , Madrid, 1632.
Introducción
1 EL IMPERIO MEXICA. LUCES Y SOMBRAS DE UN ESTADO MESOAMERICANO
2 LA FORJA DE UN CAUDILLO: HERNÁN CORTÉS
3 DE CUBA A CHOLULA, FEBRERO-OCTUBRE DE 1519
4 AL FIN, MOCTEZUMA, NOVIEMBRE DE 1519-JUNIO DE 1520
5 SALVAR OBSTÁCULOS, JUNIO-DICIEMBRE DE 1520
6 LA PREPARACIÓN DE UNA CAMPAÑA, ENERO-MAYO DE 1521
7 EL INICIO DEL ASEDIO, JUNIO DE 1521
8 LA CAÍDA DE MÉXICO-TENOCHTITLAN, JULIO-AGOSTO DE 1521
9 EL DÍA DESPUÉS: AFIANZAR LA CONQUISTA, 1521-1526
Epílogo
Fuentes y bibliografía
Don Bernardo de Estrada, comisario ordenador de los Reales Ejércitos de Carlos III, además de intendente de la provincia de Valladolid y corregidor de su capital, escribió un Compendio o abreviada Historia de los descubrimientos, conquistas y establecimientos del Nuevo Mundo y sucesos de el hasta el año de 1783 . La obra, ambiciosa, fue concebida para extenderse a lo largo de tres gruesos volúmenes, pero Estrada apenas completó el primero, que ni tan siquiera llegó a la imprenta. Lo más probable porque el dictamen del cosmógrafo y cronista de Indias, don Juan Bautista Muñoz, feroz pero elocuentemente preciso, destrozaba la obra al alegar, entre otras razones de peso, la manifiesta inmadurez de Estrada como historiador. Pero lo que nos interesa ahora no son las elucubraciones y digresiones fatales, según Muñoz, del esforzado Estrada, sino las afirmaciones con las que inicia este su libro:
No puede negarse que en nuestras conquistas de América se cometieron excesos, mas no es novedad el que se vean en tiempos de guerra, y en la del Nuevo Mundo son menos culpables, así por la dificultad de ser sostenidos los españoles, como porque siendo tan pocos, tenía cada uno que contra restar a millares de hombres, que ignorando el uso de la pólvora, savían perfectamente el arte de la guerra y se servían de buenas armas. 1
Unos pocos supieron derrotar a muchos, 2 que no carecían de pericia en la guerra. Ni de buenas armas. Esa aseveración, que ya sostuvieran algunos cronistas de los siglos XVI y XVII –como nos muestra la afirmación de López de Gómara: «Nunca jamás hizo capitán [Hernán Cortés] con tan chico ejército tales hazañas, ni alcanzó tantas victorias ni sujetó tamaño imperio»–, 3 no solo fue recogida por nuestro autor, Estrada, que la había incorporado a su imperfecta obra, sino que, lamentablemente, con ligeras variantes nos ha llegado hasta nuestros días. Lo cual no deja de ser algo insólito. Y paradójico. Por ejemplo, sorprende que un historiador solvente y de largo recorrido, como lo es Esteban Mira Caballos, en su biografía de Hernán Cortés de 2010, todavía afirmase, en un momento dado, que «Muy significativo fue el caso de los tlaxcaltecas, cuyo ejército de 300.000 hombres asediaron a los hispanos de día y de noche durante un mes y el resultado fue el de cuatro caballos muertos». 4 La falta de reflexión conduce a afirmaciones como esa, puesto que si la cifra del ejército aborigen es aceptada, y sabemos que el contingente de Cortés, sin contar los todavía pocos indios aliados que transportaban su bagaje, los tamemes , se situaría, siendo generosos, en el medio millar de hombres, una proporción de seiscientos combatientes contra uno es insalvable, insisto, incluso para las portentosas armas europeas de la época. 5 Es normal que alguien que estuvo allí, como Francisco de Aguilar, presente en la batalla de Otumba (7 de julio de 1520), por ejemplo, creyese que los contrarios eran centenares de miles, pues el peligro era enorme, pero desde nuestro presente es un error grave dejarse llevar por dichos guarismos. Aguilar escribió:
Aquí [en los campos de Cuauhtitlan y Otumba] en este día se señaló el capitán Cortés muy mucho y se igualó en las proezas y esfuerzo con César Augusto y con los mejores capitanes del mundo y no solo él sino también los demás capitanes, porque eran pocos y los contrarios pasaban de quinientos o seiscientos mil hombres escogidos . 6
Gonzalo Fernández de Oviedo, con su habitual erudición, tanto clásica como bíblica, nunca obvió esta cuestión: en la retirada cortesiana de México-Tenochtitlan en dirección a Tlaxcala, tras la huida acontecida en la denominada Noche Triste, no dudaba en poner en boca de Hernán Cortés los siguientes argumentos:
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