Aunque lo cierto es que fue la nobleza y no los macehuales quien recibió el mejor entrenamiento militar, dispuso de las mejores armas y las defensas corporales más elaboradas, de manera que eran sus miembros quienes podían destacar en el combate de manera más fácil. El combate cuerpo a cuerpo, cabe aclarar, porque el uso de arcos y flechas se reservaba a los plebeyos. 124 Gracias a dicha circunstancia, los miembros de la clase dominante podían obtener los mayores beneficios materiales y el prestigio social tan anhelado que conducía al disfrute de los máximos cargos públicos. Una buena actuación en combate de los comunes también tenía su recompensa, pero nunca sería alcanzar el rango de señor, o tecutli . De esa forma, la élite guerrera necesitaba de nuevos conflictos que justificasen su protagonismo social. Como además la religión del Estado precisaba de los sacrificios humanos para contentar a las divinidades, y estos se lograban capturando enemigos, una vez más la guerra siempre estaría justificada. Es decir, cuando no había razones de índole económica, política, estratégica o de cualquier otro tipo para declarar la guerra, el pretexto religioso era perfecto, pues era asumido por todos y necesario para el funcionamiento del día a día. De esa manera, los gobernantes mexicas consiguieron que su sociedad asimilase la guerra con un acto sagrado. El volumen necesario de personas sacrificiales en un momento dado dependía de la voluntad mexica por demostrar tanto a los ya conquistados como a los que estaban en vías de serlo su supremacía política y militar y, por ello, no era esta ya una cuestión religiosa, sino meramente política. 125
La imagen muestra el sacrificio de un noble azteca por su país. El héroe es Ezhuahuacatl, primo de Moctezuma, en su trono, a quien se le dio la oportunidad de convertirse en gobernante de los chalco, pero se puso a bailar en un poste, del que se arrojó para salvar a su pueblo de ser esclavo de los chalco. Códice Tovar, ca . XVI. Courtesy of the John Carter Brown Library.
EL ESPACIO FÍSICO Y SOCIAL DE LA CONTIENDA
El lugar escogido por los mexicas para asentarse era muy peculiar. El valle central de México estaba presidido por el gran lago de Tetzcoco, una gran masa de agua en forma de doble ese con unos 70 kilómetros de largo y algo más de 30 de ancho. Con una superficie de unos 1000 kilómetros cuadrados, su profundidad era de pocos metros, pero se dividía en dos zonas bien diferenciadas por una particularidad: la parte septentrional, en realidad los lagos de Xaltocan y de Tetzcoco propiamente dichos, estaba conformada por agua salada, mientras que la meridional –lagos de Xochimilco y de Chalco– contenía agua dulce procedente de las lluvias que las cadenas de montañas circundantes conducían al lago. Un dique de 12 kilómetros de largo y 7 metros de ancho que enlazaba Atzacoulco con Iztapalapa impedía que las aguas de una y otra parte se mezclaran. 126 El lago quedaba insertado en un altiplano a 2200 metros de altitud y el valle tendría una superficie total de unos 8000 kilómetros cuadrados, muy densamente poblados. El secreto era la agricultura intensiva practicada mediante el uso de sistemas de riego muy desarrollados, que incluía la producción en bancales y chinampas , islas artificiales largas y estrechas logradas gracias a la acumulación de lodo del fondo de la parte de agua dulce del lago. 127
En el momento de la llegada de la hueste de Hernán Cortés, el Imperio mexica se habría extendido por unos 200 000 kilómetros cuadrados y estaría habitado por entre 5 y 6 millones de personas. Antonio Aimi no cree probable una movilización total de los varones en edad militar, entre veinte y cuarenta años, como apuntó en su momento Ross Hassig, de modo que reduce la cifra de tropas de la Triple Alianza a unos 16 000 hombres bien adiestrados –una cifra que se me antoja demasiado reducida–; ni tampoco el imperio había levantado una burocracia profesionalizada. De hecho, encuentra un gran obstáculo en el establecimiento de un imperio hegemónico en lugar de territorial, de manera que, desde su punto de vista:
El Imperio azteca era principalmente un Estado joven que no había integrado las ciudades y etnias conquistadas y que tenía enemigos hostiles, en ocasiones muy bien aguerridos, como, por ejemplo, las ciudades del Valle de Puebla, los señoríos huaxtecas, el Imperio tarasco y los reinos de Tututépec, Metztitlan y Yopitzinco. 128
Pero, con independencia de que podamos criticar el poderío exacto del Imperio mexica y el verdadero alcance de sus logros militares, lo que no deja lugar a las dudas era el magnífico esplendor de la gran ciudad, Tenochtitlan. Asentada en varias islas en el centro del lago Tetzcoco, con una superficie de entre 12 y 15 kilómetros cuadrados, la gran urbe llegó a tener entre 150 000 y 200 000 habitantes. En aquellos momentos, no existía en la península ibérica una ciudad de semejante tamaño y recordemos que las ciudades europeas más grandes de aquel tiempo, Nápoles, Venecia y París se movían en torno a los 100 000 o 125 000 habitantes. Los edificios de la ciudad, que en recordado pasaje de la famosa obra de Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España , eran asimilados a las casas encantadas que aparecían en la reconocida novela de caballerías, Amadís de Gaula , no dejaron a ningún europeo de la hueste cortesiana indiferente. 129 La ciudad se comparaba con facilidad a Venecia por el hecho de contar con numerosos canales 130 que la atravesaban, así como con varias calzadas elevadas, hasta cinco tramos de entre 3 y 7 kilómetros y una anchura de 8 pasos, que conectaban la isla con los márgenes de tierra firme del lago. En el entorno de este, en múltiples ciudades cercanas conectadas entre sí, podían vivir otras 400 000 personas en una superficie de unos 600 kilómetros cuadrados.
Las casas, de dos alturas y con una terraza superior, de piedra o pintadas de blanco, se extendían hasta alcanzar el centro de la ciudad, donde se hallaban las pirámides ceremoniales y el gran templo central, situado en una gran plaza cuadrada de 450 metros de lado. La gran pirámide central medía 35 metros de altura y estaba rematada por los dos templos gemelos dedicados a Tláloc y Huitzilopochtli. Pero eran 78 los edificios que constituían el Templo Mayor, pues incluían oratorios, escuelas y otras dependencias. Si entrásemos en la zona central de México-Tenochtitlan desde la calzada de Tlacopan encontraríamos enfrente el espacio dedicado al juego de pelota, a la derecha se localizaba el templo de Xippe Tótec y a la izquierda la Casa de las Águilas. Justo detrás del juego de pelota se localizaba el terrible tzompantli , es decir, el enorme estrado construido con millares y millares de cráneos humanos, producto de los sacrificios realizados. Había seis de ellos en la ciudad. Dos conquistadores, Andrés de Tapia y Gonzalo de Umbría, contaron los cráneos que formaban el tzompantli principal y el resultado son unos espeluznantes 136 000, sin sumar los que se hallaban en unas torres levantadas con tan tétrico material. A la derecha del tzompantli se encontraba la plataforma donde se llevaban a cabo los sacrificios gladiatorios. La parte central del espacio estaba ocupada por el Templo Mayor propiamente dicho y, a su derecha, el templo de Tezcatlipoca. Toda el área (del Templo Mayor) estaba rodeada por el llamado muro de las serpientes, o coatepantli . 131 A la derecha de ese muro se encontraba el palacio de Moctezuma II 132 y, justo detrás de los dos templos referidos, el palacio de Axayacatl. Lugar emblemático porque fue donde Cortés y sus hombres fueron alojados. El refinamiento de la corte mexica también venía dado por la existencia de zoológicos: había uno para todo tipo de aves, con estanques para las acuáticas y miradores para observarlas. Diversas dependencias se reservaban a jaulas para jaguares, pumas, ocelotes, lobos, etc. En otra sección había grandes tinajas con serpientes venenosas que alimentaban con las vísceras de los sacrificados, pero también había un espacio reservado para, según Cervantes de Salazar:
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